Esperaba que admitieran sus culpas y se sacrificasen por él, en un acto extremo de pánico o, peor, de culto a la personalidad, como hicieron los altos funcionarios de Stalin, quienes siendo inocentes admitían ser traidores y aceptaban la pena de muerte por el bien de la revolución y el amor a su jefe. Pero falló de cabo a rabo:
Ni Petro es Stalin, que venció a los nazis, sino un simple coprohablante al que el ELN derrota militarmente, como que el país está perdiendo El Catatumbo al que todavía nuestras Fuerzas Armadas no han podido intervenir ni militar ni socialmente -se suponía que le Consejo de ministros era para los decretos de conmoción interior en esa región-; o lo que es peor, es su cómplice ya no tan secreto, como lo prueba que les mostró con un Twitter la ubicación para prevenirlo de una operación militar, mientras intenta consolidar en la frontera una alianza con el dictador Maduro, líder del Cartel de los soles. Como tampoco ha podido recuperar El Plateado de manos de las disidencias, lugar al que el ministro de defensa reconoció, en estos días, que no han podido entrar “por falta de coordinación institucional”.
Ni los miembros del gabinete son los cuadros del partido bolchevique dispuestos al sacrificio total por la patria, sino individuos e individuas (como dirían “ellos” y “ellas” y su jefe en una de las pocas cosas que parecen estar de acuerdo: el lenguaje “inclusivo”) que no están dispuestos al martirio mediático (a pesar de las declaraciones de amor de Bolívar a Petro), que cuestionaron la política de Petro, evidenciando su fracaso. No en vano la vicepresidenta Francia Márquez, se lamentaba en su intervención sobre el fracaso de la política de paz del presidente: “Dónde está la política de la paz total”, y que, además dijo una frase lapidaria sobre el desastre del manejo petrista del mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades vulnerables, el manejo del conflicto y la repercusión que este ha tenido en ellas. Refiriéndose a las comunidades negras del Cauca expresó: “Me duele que me digan que estaban mejor antes de que llegara a hacer parte de este gobierno que ahora.” Y tiene razón.
Y es verdad, como dijo Petro, cuentan con agendas paralelas, pero que él ha permitido a ciencia y paciencia porque las consideraba funcionales para su gobierno. Para la muestra, la del el mencionado Bolívar, según el propio presidente. Y como tienen unos deseos infinitos de figurar, aprovecharon la ocasión de mostrarse ante las cámaras de televisión, que pensaron, no podían ser solo para su jefe, y le dieron una dosis de deslealtad que seguramente no esperaba él, que es el rey de las deslealtades.
Ese Consejo de Ministros es lo mejor que le ha pasado a Colombia desde que Petro llegó al poder. El país pudo conocer sin filtros la miseria política de este gobierno, la afección mental del presidente, sus probables adicciones, su delirio de grandeza, su necesidad de resalar su supuesta superioridad a cada instante, hablando de él en tercera persona como “el presidente” que ordena sin ordenar porque está atrapado en el laberinto de los secretos que amenazan con rebelar Benedetti y Sarabia, laberinto que lo lleva a sacrificar a sus correligionarios en el gobierno. Un presidente que cree que los otros son la causa de su declive, actitud resumida en la frase “el presidente es revolucionario, el gobierno no”, su flujo de conciencia, sus frases incoherentes, su falta de liderazgo, su incapacidad de gobernar, en una palabra. Porque gobernar le resulta imposible. Basta con observar cómo Laura Sarabia y otros funcionarios pudieron desmontar parcialmente las consecuencias de los trinos de Petro impidiendo el aterrizaje de dos aviones militares norteamericanos que traían a inmigrantes deportados, algo que ese país venía haciendo antes durante el gobierno de Petro sin que este dijese una palabra.
Y como si no hubiese pasado nada, el presidente viaja al medio oriente entre el 9 y el 16 de febrero a la Cumbre mundial de Gobiernos en Emiratos árabes Unidos y a una visita de estado a Qatar y Arabia Saudita. Un total de site días en medio de la crisis que causó y deja a Jesús Alfonso Jaramillo de ministro delegatario, como premio por destruir el Sistema de salud.
Lo segundo mejor, en mi opinión, es que la Corte Constitucional tumbó parte de la norma que incorporaba al bloque de constitucionalidad los acuerdos totales y parciales de carácter humanitario alcanzados en el marco de la política de ‘paz total’ del Gobierno Petro. Según la Corte dichos acuerdos “no pueden convertirse automáticamente en parte del Derecho Internacional Humanitario (DIH) y, por tanto, no pueden ingresar directamente al bloque de constitucionalidad. Así lo ratificó la Corte Constitucional en una sentencia que, como ya ocurrió en noviembre de 2023, tumba un aspecto clave, pero hasta ahora desconocido, de la estrategia insignia del Gobierno por encontrar que no se ajusta a la Carta Magna” (eltiempo.com 07.02.2025).
En efecto, Petro quería convertir esos acuerdos en normas constitucionales sin que pasaran por el congreso, violando el equilibrio de poderes y dando capacidad constituyente a las minorías armadas a espaldas del país, como lo advertí hace más de un año aquí. Con esa herramienta podía cambiar cualquier cosa concerniente a la estructura política del país y a su economía de mercado. La revolución por la puerta de atrás. Igual o peor que lo que hizo Santos desconociendo su derrota en el plebiscito sobre el acuerdo de paz con las FARC.
La Corte cumplió impecablemente con su deber. Esperemos que, con el cambio de un magistrado en mayo, cuyo sustituto debe ser postulado por Petro, no se cambie su composición. Sería terrible. Hay que estar ojo avizor. Y es hora de que los colombianos salgamos a la calle a protestar y de que la oposición tome medidas reales para unificar la oposición a Petro.