La señora María Corina Machado y Edmundo González pusieron contra las cuerdas al régimen y lo derrotaron electoralmente, jugando con las reglas que aquel impuso, en una gesta valerosa y brillante que mostró que González fue electo presidente, desenmascarando el fraude con la publicación de las actas electorales, dejando claro, ante sus ciudadanos y ante el mundo, que ellos son los verdaderos líderes del pueblo venezolano. La señora Machado, especialmente, es una dirigente excepcional.
Muchos analistas asumieron que la presión de las masas en las calles, acompañada por la ejercida crecientemente por la comunidad internacional democrática, eran suficientes para que Maduro y su banda entregaran el poder, porque en esta ocasión el fraude había quedado documentado, y que sólo recibía el apoyo abierto de China, Rusia, Irán, Cuba y Nicaragua, todos ellos dictaduras. Probablemente, estaban pensando con el deseo.
El poder de Maduro se sustenta en un ejército corrupto y narcotraficante que tiene dos mil generales que han alcanzado tal graduación como pago a los servicios prestados al régimen; ejército que no tiene ninguna experiencia en combate, pero posee todo tipo de armas que usa contra un pueblo que solo tiene su voz para resistir. A este se suman las, esas sí, eficaces maquinas de represión de la inteligencia cubana, experta en golpear a la oposición y controlar políticamente el engranaje del poder, y convertida en el primer círculo de protección del sátrapa; junto con los asesores iraníes con habilidades similares, y el SEBIN, discípulo aventajado de los cubanos e iraníes, experto en tortura y asesinato. Y como cereza del pastel, las crecientes milicias paramilitares entrenadas por cubanos e iraníes, para sembrar terror, ejecutar y desaparecer ciudadanos. Esto, claro está, sin contar con el ELN y otros GAOs colombianos, que ejercen control humano y territorial en grandes extensiones de la extensa frontera con nuestro país.
Contra semejante aparato represivo el sólo alegato de ilegitimidad no es suficiente. Maduro y su régimen sólo serán derrotados cuando una fuerza mayor o al menos equivalente se le oponga y es claro que el pueblo venezolano no la tiene. Los expresidentes Uribe y Pastrana han pedido una intervención internacional humanitaria, que en este caso sería unilateral porque en el Consejo de Seguridad no habría consenso para tal acción. Tales intervenciones han ocurrido, por ejemplo, la de la OTAN en Kosovo. Pero sólo hay un país que podría realizarla o encabezarla, Estados Unidos y el punto es que, en este, como en todos los casos, dependería de la evaluación que haga de la relación costo – beneficio, teniendo en cuenta sus intereses y prioridades geoestratégicas. Sería una decisión muy arriesgada que le corresponderá evaluar al próximo presidente Trump.
También existen otras posibilidades, como la ya desarrollada por Estados Unidos, de aumentar las recompensas por la captura de los líderes venezolanos, buscando movilizar fuerzas no estatales para detenerlos, algo que también depende de Trump. Lo que si parece claro es que las solas presiones diplomáticas ni las sanciones económicas no tendrán el efecto de sacar a los usurpadores del poder.
Por su parte, Petro ha intentado la estrategia de la cuadratura del círculo, dándole aire a Maduro anunciando que mantendrá las relaciones con Venezuela. En realidad, es el primer interesado en mantener el dictador en el poder porque su fracaso es el fracaso de la ideología del socialismo del siglo XXI que nuestro presidente defiende, y porque, como he dicho en otras ocasiones, las “negociaciones” para darle vida al ELN dependen de que el dictador continúe. Una eventual llegada de González implicaría que esa guerrilla no sería bienvenida en ese país y tendría que abandonar su confortable reserva estratégica.
Petro, además, no participaría en ninguna acción que desestabilice o derribe a Maduro, lo que le da seguridad al dictador venezolano sobre su frontera noroccidental. Es una relación de mutuo beneficio que ninguno de los dos querrá abandonar. Petro es y seguirá siendo una piedra en el zapato de cualquier intento de llevar la democracia a Venezuela.