El jefe negociador del gobierno, Otty Patiño, dijo en Caracas, el 5 de noviembre, cuando se iban a reunir con el ELN para explorar la reanudación de los diálogos, que estaba “Cruzando dedos para que todo salga bien, para que se reanude el proceso no solamente en el tema del cese al fuego, que también desde luego es importante, sino también en un cese al fuego que beneficie a la población, fundamentalmente”. Lo que hizo esa organización fue decretar el décimo paro armado en el Chocó, esta vez, entre el 9 y el 16 de este mes, en medio de una tragedia invernal, emplazando a decenas de miles de ciudadanos a los que se les impidió, incluso, recibir ayuda humanitaria.
Al día siguiente del atentado del ELN en Anorí, efectuado el pasado jueves 21, en el que murieron 5 militares que protegían al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación ‘La Plancha’ -que alberga a 47 excombatientes de las FARC, firmantes del Acuerdo de paz, junto con sus familias- Petro escribió en X: “Espero del ELN coherencia con el pensamiento del sacerdote y el padre Camilo Torres Restrepo. Es la hora del amor eficaz”.
En realidad, es la ausencia total del deber de este gobierno de proteger al país. Como dije más arriba, las negociaciones están suspendidas y, en teoría, no existe alto al fuego, por lo que debería haber hecho el gobierno era ejecutar acciones militares contra ese grupo para hacerle sentir el rigor de la guerra, de manera que se impidiese, o al menos dificultara el accionar de esa organización contra la población civil y tuvieren la debida respuesta cuando ataca a nuestras Fuerzas (que maniatadas intentan cumplir con su deber de hacer presencia, pero impotentes para defenderse, las masacran).
Esa sería la lógica de la situación, digo, porque si en una guerra no le muestras al oponente que tienes la necesaria capacidad de acción militar y la voluntad de usarla para obligarlo a negociar, bajo la premisa de que es más lo que pierde que lo que gana si mantiene las hostilidades, o, si teniéndola, renuncias a ella; entonces, no te respetará, y sacará toda la ventaja posible de tu manifestación de debilidad. Y esta no es una idea guerrerista. No me gusta la guerra; pero este es un conflicto impuesto, del que el estado tendría derecho a defenderse; sólo estoy resaltando un punto que forma parte del ABC del quehacer de toda lucha armada.
Pues bien, la paz total, en el caso que nos ocupa, es la renuncia del estado, en cabeza de Petro, a usar la capacidad militar, con el propósito de congraciarse con el oponente, al que no ve como enemigo con el que podría convenir negociar una paz porque aquel también la vería pertinente; sino como alguien al que el presidente justifica su existencia porque comparte sus objetivos, y, por consiguiente, le permite el uso de la violencia sin límite alguno. Todo, mientras intenta convencerlo, a punta de retórica, de que lleguen a acuerdos, pues él está dispuesto a entregarle todo a cambio de nada relevante en la mesa de negociación, porque, insisto, comparte su proyecto de sociedad.
El presidente todavía está convencido, por su origen común en la izquierda, de que tiene influencia en ese grupo y puede llevarlo a una negociación; pero, la realidad es que los mandos del ELN lo desprecian y no le creen, por sus antecedentes ideológicos -no lo consideran un verdadero revolucionario- y personales. Ya dijeron que no harán la paz con él -como no la han hecho con nadie durante sesenta años- porque, para colmo, ha intentado dividirlos, algo que no le perdonan; y porque en los cálculos de ellos, no está cambiar su estatus actual.
A los comandantes del ELN les debe producir risa la petición de “amor eficaz” porque ellos, en su autoconciencia ideológica se perciben como liberadores amantísimos del pueblo y piensan que su manera de actuar, aprovechando la estulticia del gobierno, es, precisamente, la más eficiente para liberarlo. Que era exactamente lo que creía el padre camilo Torres cuando se incorporó a esa guerrilla. El que es incoherente con esa petición es Petro, que no ha entendido nada.
La pusilanimidad del gobierno también se reflejó cuando, a pesar de la desautorización de alias Iván Márquez frente a los diálogos con la Segunda Marquetalia, lo que implicó una ruptura y una división en dos grupos -algo que Petro festejó- Otty Patiño, el que hace el trabajo sucio, dijo, en contravía, que “el Ejecutivo está abierto tanto a realizar conversaciones conjuntas con todas las estructuras asociadas como a establecer un diálogo independiente con el guerrillero si este así lo prefiere”. De verdad que esto produce nauseas.
¿De qué se trata todo esto? De debilitar hasta acabar nuestro estado de derecho para gobernar con los victimarios, cualquiera que sea su estirpe -ya lo vimos con los “gestores de paz” paramilitares; del diálogo con los mafiosos y los delincuentes en las cárceles, desde antes de ganar la presidencia, etc.
Y esta política de paz total es, apenas, una parte de las maniobras para doblegar nuestras instituciones, en una estrategia que es múltiple, y que no tiene límites éticos, como se vio en la elección de un magistrado a la Corte Constitucional, la semana pasada, extrañísima para algunas personas, pero apenas esperable para otros como yo, que supimos que Petro había maniobrado para imponer su candidato como magistrado a la CC, cuando misteriosamente apareció una papeleta más en el conteo de votos en el Senado y aplazaron la elección para el otro día. En el lapso transcurrido entre la primera y segunda votación, la compra de votos de este gobierno que acusa de corruptos y mafiosos a los de la oposición, les tocó el bolsillo a diez senadores. Habría que denunciar ante la Corte Suprema a estos personajes por vender su voto, y a los funcionarios del gobierno que hicieron su “trabajo”, por comprarlos. Por muchísimo menos metieron a la cárcel a tres funcionarios del presiente Uribe. Y habría que cobrarle en las urnas a los partidos que se prestaron para eso.
En mayo Petro postula una terna, por lo que podría tener mayoría en la Corte Constitucional, al menos hasta septiembre, cuando la CSJ postula dos. Esperemos esa entidad actúe sabiamente. Si Petro se apodera de la CC, a pesar de que le queda poco tiempo, puede destrozar nuestra democracia. Por eso, debemos estar vigilantes y establecer todas las medidas políticas que permitan la unidad de los antipetristas en el país, para que, en nuestro caso, el amor a Colombia, de verdad sí sea eficaz y no una incoherencia y una falacia.