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Alfonso Monsalve Solórzano                                                                                                                

En un artículo que publiqué hace poco sostenía que Petro es un nazi fascista en su versión más radical. Argumentaba en esa ocasión, que el marxismo revolucionario es nazi fascismo de izquierda, que tiene en común con el nazi fascismo de derecha el rechazo al liberalismo y a los derechos individuales, al pluralismo y al gobierno representativo basado en la división e independencia de los poderes y, en cambio, el ejercicio de la dictadura, luego de que ha llegado al poder mediante elecciones o golpes de estado; y la  práctica del autoritarismo, el caudillismo, el mesianismo y el culto a la personalidad,  el control económico  y social absolutos, y el racismo para clasificar la sociedad y elegir enemigos. La diferencia estriba en que el marxismo revolucionario cimienta su concepción en el odio de clases y la lucha a muerte entre ellas.

Pues bien, Petro encarna todas las características que acabo de reseñar. Pero algo que lo distingue es que finge ser un demócrata y ataca a sus enemigos porque, supuestamente, no lo son. El caso es que cuando los confronta, les señala rasgos que son propios de él. Veamos:

Ataca a Milei. Primero, diciéndole en Rio, durante la COP 20, que pertenece al nuevo fascismo en la variante de los que defienden el libre mercado. Luego, en su viaje a Montevideo, donde iba a condecorar al expresidente José Mujica, desarrolla su punto de vista frente al presidente argentino: “Yo pienso que el ascenso de este tipo de personajes autoritarios, que son diferentes entre sí, son expresiones de grupos de la sociedad, de partes, incluso mayoritarios de la sociedad. Casi todos son electos y lo que hay que preguntarse es por qué partes tan importantes de la sociedad prefieren destrucción y destruir la democracia. Entonces la respuesta es el miedo, en primer lugar. ¿Y en qué se parecen estas personas? En que han incitado el miedo. El odio, en segundo lugar, y el miedo y el odio han sido siempre en los últimos dos siglos, al menos, la base de construcción de políticas de derechas, una de las cuales es el fascismo, incluida su versión más radical, que son los nazis” (Semana 09.12.2024)

De hecho, quien ha sembrado miedo en Colombia ha sido Petro: lo hizo desde antes del mal llamado estallido social, lo hizo en la pandemia y después de ella, con ese movimiento como martillo para destruir nuestra democracia, nuestras instituciones y sembrar terror en los ciudadanos; ese fue uno de los ejes de su campaña.

Ya en el poder, negocia con los bandidos y entregarles el territorio es el eje de su estrategia de destrucción de la seguridad de Colombia.

Destruye los avances de nuestra sociedad, como el sistema de salud, la manera de politizar la salud para que deje de ser un derecho y se convierta en un favor de los políticos petristas.

 Ahora bien, durante este tiempo ha basado su discurso en el odio y ha intentado asimilar a los otros poderes a punta de corrupción, como los escándalos de la UNGDR lo demuestran; y cuando esta no le funciona, viene la amenaza y la descalificación. Las continuas oleadas de odio y desconocimiento de la función constitucional del CNE así lo atestiguan.

Pero un capítulo aparte merece la diatriba y la descalificación de esta semana contra las comisiones económicas del congreso porque no le aprobaron una adición presupuestal de 10 billones; la rabieta fue tal, que “rompió” relaciones con ellas y las maldijo.

En primer lugar, debo decir que menos mal que se hundió esa reforma. Según el doctor Oscar Darío Pérez, representante a la cámara por Antioquia y uno de los expertos en política tributaria más importantes de Colombia, me explicó,  entre otras cosas, que de haberse aprobado, hubiese multiplicado  por 3 el impuesto al carbono, lo que terminaría afectando los precios de la gasolina, el ACPM, el gas, el combustible de aviones y la energía eléctrica, y, adicionalmente, terminaría con la tasa mínima tributaria, lo que llevaría a los pequeños industriales y comerciantes a la informalidad porque no tendrían cómo pagar sus obligaciones tributarias. Si eso no es afectar al pueblo que trabaja, entonces no sé qué es.

En segundo lugar, debo afirmar que hay algo turbio ahí porque durante el gobierno de Petro la tributación se ha disparado.  Resulta, de acuerdo con el doctor Pérez, que el presupuesto del año 2023 fue 403 billones de pesos, el del 2024, de 503 billones y el del 2025, de 512 billones; es decir, entre el 23 y el 35, el presupuesto ha crecido más del 25% como efecto de las reformas tributarias de este gobierno.

En ese contexto, la nueva reforma propuesta era de 10 billones. La pregunta es ¿por qué tanto escándalo por una cifra que no alcanza el 2% del presupuesto del año entrante? ¿Más aún, si la ejecución presupuestal de este año oscilará apenas entre un 45% - 50%?

La respuesta es que se trata de una trampa al congreso no petrista a quien acusará de estar contra los intereses populares: ya anunció que no habrá plata para el metro de Bogotá y para proyectos en la costa; además, de que se pone en peligro el pago de la duda pública, etc. Eso es falso. El presupuesto del 2025 preveía esos recursos. La verdad es que Petro aumentará su apuesta electoral a partir del año entrante y necesita todo el dinero que pueda esquilmarle a los colombianos para dedicarlo a los subsidios de su clientela, muy al estilo de lo que hizo AMLO en México, lo que le aseguró el triunfo a Sheinbaum. También ese objetivo explica la baja ejecución este año, que está, según del doctor Oscar Darío, entre el 45 y el 50%, que engrosarán las arcas del ejecutivo a través de procedimientos espurios, como hacer aparecer los recursos no ejecutados como ya contratados, e decir, cuentas por pagar, por unos 45 billones, a los que se suma otros 19 billones en regalías, que se ponen en fiducias. Estamos hablando de unos 64 billones de pesos adicionales que se gastarán, repito, en subsidios para ganar las elecciones.

Post scriptum

Las declaraciones del presidente sobre el vicioso Mendoza, defendiéndolo de las acusaciones que le llegaron de todas partes, incluido su propio partido, a raíz de su nombramiento como embajador en Tailandia, el cual declinó por la presión casi unánime de los colombianos, que lo señalaban de pedofilia, discriminación y violencia de género, dejan ver perfectamente el talante moral del presidente, para quien el amor todo lo permite. Volviendo al comienzo de este artículo, los nazis fascistas eran pervertidos sexuales. La película que mejor retrata las asquerosas prácticas de estos individuos es Saló o los 120 días de Sodoma, de Pier Paolo Pasolini, quien se declaró ateo, homosexual y comunista y fue asesinado en 1975.  Estoy seguro de que, de haber conocido a Petro, habría dejado de ser marxista.

Publicado en Columnistas Nacionales

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