Cada semana dice o concibe cosas que abisman. Uno se pregunta cómo hace para urdir permanentemente tanta trama despreciable. Pareciera que tuviese una capacidad inagotable de razonar falazmente y de actuar sin ponderación y con una agresividad y una soberbia sin límites, salvo cuando se trata de complacer a los delincuentes de cuello blanco de su entorno y su gobierno, que han hecho de su mandato el más corrupto de la historia colombiana; eso sí, siempre y cuando le sean fieles; y a aquellos, de alguna manera cercanos en su concepción del mundo y de nuestra sociedad, con los que dice negociar, cuando en realidad se arrodilla plañidero para que, por favor, le digan qué más quieren, para poder complacerlos.
En el primer caso, lo ocurrido con el exministro Ricardo Bonilla es mucho más que escandaloso, es un indicativo de la regla moral petrista, la omertá de Macondo: “Todo, si guardas silencio sobre mis manejos y los de mi círculo familiar; nada si nos traicionas y hablas”. Petro defendió a capa y espada a Bonilla de las acusaciones de haber participado en el escándalo de UNGRAD y haber asignado cupos indicativos direccionados a aquellos parlamentarios de la Comisión Interparlamentaria de Crédito Público que destrabarían la aprobación de créditos internacionales.
Pero, después de semejante defensa ,el ahora exministro dijo en mensaje a la Fiscalía, refiriéndose a la represa de Urrá, que Nicolás Alcocer Petro, hijo adoptivo del presidente y Ricardo Roa, gerente de Ecopetrol, quien todavía se sostiene en el cargo, “Habrían participado presuntamente en procesos licitatorios con pleno conocimiento interno y acceso privilegiado a la información técnica, lo que favoreció de manera indebida a las empresas Positive Energy S.A.S. y Ecoenergética Soluciones de Ingeniería S.A.S. Este comportamiento, según la información presentada por la denunciante, configura una clara violación de los principios de imparcialidad y libre competencia que deben regir la contratación pública” (Infobael 05.12.2024),
Y ahí fue Troya; Petro cambia de parecer frente a Bonilla y le pide que renuncie para que se pueda defender sin el peso del cargo. Saque lector, usted sus propias conclusiones.
El segundo caso no lo abordaré hoy porque ya lo he hecho en extenso en otros artículos.
En cambio, el otro asunto que quiero tratar para subrayar la actitud de Petro, relacionado, como no, con la corrupción, es su paradigmático irrespeto por las instituciones democráticas, si no las controla. Las quiere serviles. Por eso, busca cooptarlas y hace hasta lo imposible para lograrlo. De hecho, ya la Fiscalía es suya, la procuraduría de Eljach lo será y avanza en la domesticación de la Corte Constitucional. Por eso no le gusta la Procuraduría de la doctora Cabello, ni la actual composición de la Corte Constitucional, ni la de la Corte Suprema de Justicia.
Y, claro está, odia al Consejo Nacional Electoral porque se atrevió a investigar los manejos, presuntamente corruptos de su campaña, cometidos por los directivos de la misma y que lo incluyen a él como candidato.
Ahora bien, el punto no es que odie a ese organismo, porque es razonable que sea malqueriente de quien lo investiga. El asunto es que, en una actitud dictatorial, Petro decide cuál institución lo puede investigar y cuál no: El abogado Héctor Carvajal, representante legal del mandatario, “aseguró que el CNE está excediendo sus funciones, ya que, según su interpretación, ninguna autoridad administrativa tiene la potestad para investigar o sancionar al Presidente de la República debido al fuero especial que lo ampara (…). Por lo tanto, la defensa “se abstendrá de responder los cargos formulados en forma abiertamente arbitraria” “(El Espectador 03.12.2024).
Petro, actúa como si él fuera la ley, como si él fuera el estado o, peor, como si estuviese por encima de este. Pero, nadie puede decidir a voluntad quién lo investiga y/o lo juzga en un estado democrático de derecho. Si fuese un mandatario de estirpe democrática hubiese presentado su alegato al CNE aduciendo que ese tribunal no es competente y hubiese esperado a que, siguiendo lo estipulado en la estructura jurídica de la nación, su alegato siguiera su curso. Pero no, decidió dar, él sí, un golpe de estado que afecta los mecanismos de control que este ha instituido contra los delitos previos en una campaña. Todo para intentar protegerse de una investigación de corrupción. Pero el tiro le salió por la culata. Su actuación sólo lo deja en evidencia frente a los colombianos, aún si logra enmochilar tamaña presunto delito.
Post Scriptum
Ahora resulta que Chávez acabó con Venezuela porque no le hizo caso en su teoría de abandonar los combustibles fósiles, y Maduro completó la tarea hasta el punto de que el pueblo les dio la espalda:
“Se burlan del presidente que dice en Colombia, dejemos el petróleo y el carbón, porque es el camino de la desigualdad social y de la muerte; Chávez no me lo entendió muy bien y miren lo que le pasa a Venezuela, que ya no saben si es democracia, ya no saben si es revolución, ya el pueblo no los quiere” (Infobae 05.12.2024)
La respuesta de Maduro, no se hizo esperar; Ante esas palabras, Maduro agregó que “la mejor forma de defender nuestra soberanía nuestra dignidad y nuestro honor es ejerciendo el poder popular y dándole por la jeta aquellos que se la pasan hablando estupideces de Venezuela. Todo el que hoy hable o se meta contra Venezuela se secará”. (Ibid).
Pobre Petro, se va a secar. Está advertido.