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Carlos Salas Silva                                                                            

¿Quién podría imaginarse que en cosa de diez días caería el tenebroso dictador de Siria?

Es como para que se pongan a temblar los brabucones de estos lados a los que se les ha hecho tan fácil imponer sus regímenes y que han instalado sus voluminosos traseros sobre sillones que apestan. Y es que, como el cobarde Al-Assad, no dudaran en salir corriendo antes de ser procesados y hasta linchados si dan papaya. Y es que se están quedando solos como solo se quedó aquel que no tuvo reparos en lanzar armas químicas contra su propio pueblo -lo que cínicamente la BBC llamó “estrategia ganadora” pero que para las víctimas les significaba “una muerte lenta, como ahogar a alguien privándole de oxígeno”-. Fueron trece años de horror, precedidos de cinco décadas de dictadura, que se terminan con la huida del tirano así no sea muy tranquilizador que quienes lo tumbaron hagan parte de un grupo considerado como terrorista por el gobierno de Estado Unidos y la misma ONU.

Sea coincidencia o una clara consecuencia el que un evento como este ocurra luego de la elección de Donald Trump no es importante, pero sí de anotar, lo cierto es que es algo que tenemos a la vista, una realidad irrevocable. Por otro lado, el que Rusia e Irán se viesen ocupadas en asuntos más urgentes y de mayor magnitud, tuvo como consecuencia que Al-Assad se quedara sin aliados y a merced de las fuerzas opositoras a su régimen, cosa que le puede estar ocurriendo a Maduro y compañía teniendo los mismos aliados. Cada día, quienes guardamos la esperanza de una pronta caída de la tiranía chavista, vemos que nuestros vaticinios pueden llegar a ser una realidad en un futuro muy cercano y que sus consecuencias positivas para la región la comenzaremos a ver primero en Colombia.

Me decía mi peluquera venezolana que encontraba a algunos colombianos más enterados y atentos a lo que ocurre en su país que sus mismos compatriotas. Cosa que no es de extrañar si se tiene en cuenta que luego de huir los venezolanos, buscando un destino menos terrible en Colombia, las cosas vistas desde acá, luego de sufrir decepción tras decepción, los ha vuelto escépticos. Nosotros conservamos la esperanza y miramos hacia Venezuela porque estamos seguros de que su liberación nos garantizará que acá no se va a imponer el chavismo como lo pretende quien nos mal gobierna usurpando el poder.

A pesar de la desastrosa situación del país, algunas noticias que llegan del exterior equilibran la balanza y nos hace ver con cierto optimismo lo por venir. Mientras acá el gobierno se mantenga a punta de corrupción no va a tener garantizada su permanencia ni siquiera hasta agosto de 2026. La corrupción es el cáncer que terminará carcomiéndolo. Y es que el tiempo pasa veloz para todos y, así las cosas, en un pestañear veremos a otros en el poder. Ojalá sean de la talla de un Trump, un Bukele o un Milei, aunque es mucho pedir.

Ya sean diez días como en Siria, lo que queda de aquí al diez de enero o un poco más, veremos que el cambio se va a producir pronto. 

Así como para los enemigos de la libertad el veinte de enero se les presenta como un día infausto, para quienes amamos la libertad y tenemos consciencia de que es un derecho para nuestros pueblos, esa fecha quedará marcada en la historia.

Me dirán que peco de ingenuo. Para mi defensa puedo argumentar que como Al-Assad quiso inútilmente pasar de agache mientras se libraban guerras en Ucrania y el Líbano que requerían de toda la atención de sus aliados, estos de por acá querrán hacerse ver como confiados de su permanencia haciendo alardes de supuesta valentía, pero la verdad es que están muertos del susto.

KienyKe

Publicado en Columnistas Nacionales

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