Afirmo que están equivocados. Si estuviésemos ante unos comicios normales y ante candidatos de oposición normales, ese sería el caso. Pero Petro no es normal, sino un individuo megalómano que se cree un profeta salvador de la humanidad, con serias patologías siquiátricas y adicciones, con irrenunciables ansias de poder, mezclado todo ello con una ideología socialista totalitaria (marxista de manual, dicen algunos, lo que lo hace peor), que ha ejecutado un trabajo sistemático de debilitamiento de la estructura fundamental de nuestra democracia liberal al entregar porciones crecientes de territorio y población a bandas narcotraficantes mientras desmantela nuestras fuerzas de seguridad; que destruye la institucionalidad que soporta el tejido social, desmontando, por ejemplo, para citar un solo caso, el sistema de salud; que desmantela el sistema energético nacional que, todo indica, nos llevará a un apagón y a una crisis de combustibles a nombre de una transición energética errática; y que enfrenta a nuestros aliados naturales en política exterior, con riesgo de enfrentar sanciones económicas desastrosas para los colombianos; o agudizar la crisis en seguridad, como ha hecho con las decisiones tomadas frente a Israel, o su alianza en la frontera con Maduro.
Pues bien, ese individuo tiene 18 meses para seguir destruyendo el país, y 14 para la primera vuelta presidencial, si no lo detenemos. Quienes piensan que la oposición irá sobre ruedas frente al regresismo en las elecciones, deberían considerar que la agudización de la crisis de orden público podría llevar, en el mejor de los casos, a unos comicios en los que cientos de miles, quizá millones, de personas estarán en las zonas de influencia de los GAOS y de los agentes del madurismo, que podrán influir determinantemente en las votaciones en contra de los candidatos al congreso y a la presidencia provenientes de la oposición; votos que serán decisivos a la hora de elegir. Esto, sin contar con el riesgo de que partidos corruptos ingresen al gobierno, como quedó claro en el reality, de La Casa de los Pitufos, para sumar apoyos electorales. Esto es algo que no se puede descartar.
Y, en el peor, impedir el proceso electoral mismo, abriéndole la puerta a la dictadura, con el argumento adicional de que los otros poderes no lo dejan gobernar para cumplir su “programa”.
De manera que la oposición se tiene que poner seria si quiere evitar cualquiera de los dos escenarios descritos. Es hora de que asuma su responsabilidad con el país. Hay que construir, de verdad, un frente por la salvación de Colombia, con acciones concretas y sin la disculpa egoísta de que todavía falta mucho tiempo para los comicios y que en el camino se arreglarán las cargas.
Cada día que pasa Petro en el poder, es un día que pierde la democracia y estamos cerca de llegar a un punto de no retorno porque Petro hará todo para manipularlas y, si no le conviene, impedirlas. Necesitamos concitar a los colombianos en torno a pocos, pero decisivos puntos, que lleven a la resistencia y al triunfo.
Frente a las elecciones del año entrante, es crucial la escogencia de un candidato único y la seguridad de que las distintas bancadas de oposición e independientes que se comprometan con:
a) El final de la paz total. Habría que trabajar en un acuerdo y que combatir el narcotráfico con todas las herramientas legales disponibles, enfrentar a los GAOS y recuperar los territorios que han ocupado. Para ello, hay que fortalecer la Fuerza Pública y eliminar las disposiciones que le impiden combatir exitosamente esas organizaciones y restablecer la cooperación en seguridad con USA e Israel. Hay, además, que recuperar la frontera con Venezuela. Para ello es importante reconocer a Edmundo González y exigirle a la dictadura, mientras está en el poder, que deje de ser santuario de esas organizaciones y no intervenga en nuestros asuntos internos.
b) La reconstrucción del sistema de salud y la discusión consensuada e inclusiva de las reformas sociales que necesita el país.
El acuerdo debe incluir el respeto a la independencia de poderes.
c) La defensa del sistema electoral para que no caiga en manos del petrismo.
Con estos u otros puntos en el mismo sentido, es necesario que los líderes máximos de los partidos de oposición e independientes se sienten y lleguen a un acuerdo marco, pero que les dé posibilidades de acción a sus agrupaciones para realizar sus propias campañas agitando tanto las consignas comunes como las específicas y puedan competir por el electorado. Debería tratar de incluir a los outsiders que tengan algún peso electoral.
Creo que Álvaro Uribe, Germán Vargas o Cesar Gaviria tienen la autoridad política para proponerlo. Hay que abandonar los odios y los resentimientos del pasado por justificados que hayan sido. Uno de ellos podría tomar la iniciativa y citar a los otros. Y no tienen que estar todos los partidos de oposición o independientes y los outsiders desde el principio. Con que hubiese un acuerdo inicial entre varios de esos partidos, con seguridad arrastraría a los otros. Y podrían incluir gremios del capital y del trabajo, organizaciones de la sociedad civil, etc.
El problema del tiempo es muy importante, más si nos encontramos con una miríada de aspirantes a la presidencia, muchos de ellos sin ninguna posibilidad real. Hay quienes piensan que habría que esperar los resultados de la primera vuelta presidencial para apoyar al candidato de oposición, independiente u outsider que quede en el primer o segundo lugar para la segunda ronda. A mí me parece muy peligroso: la fragmentación de las fuerzas democráticas puede a llevar que el regresismo y uno de sus probables aliados -que los habrá, por ejemplo, Claudia López, si es que no es, directamente, la candidata del petrismo- queden en las dos primeras posiciones. Habría que buscar un mecanismo para que antes de la primera vuelta, compitan en una primaria y se elija al vencedor como candidato de todos. Así, incluso, podría ganarse en primera vuelta,
Y para que se predique con el ejemplo, de los cinco candidatos del Centro Democrático, sólo Miguel Uribe y María Fernanda Cabal cuentan significativamente en las encuestas. Los otros deberían renunciar a sus candidaturas para facilitar el proceso de preselección de ese partido y dedicarse a sus candidaturas al congreso. Así facilitarían la escogencia del precandidato presidencial porque el partido se concentraría en los dos punteros y podría hacer una campaña con más posibilidades y más eficiente.