Los primeros son los que afectan la supervivencia de un estado y que, por consiguiente, está dispuesto a proteger y defender, incluso por la fuerza, frente a riesgos y amenazas que afecten su supervivencia: el territorio, su integridad y unidad y los accesos aéreos y marítimos y, en consecuencia, la soberanía externa e interna, la independencia frente a otras naciones o estados, la población y, en el caso de los estados democráticos, el orden constitucional que garantice la seguridad nacional y la de los individuos, así como la defensa y garantía de sus derechos individuales, incluyendo la propiedad privada.
Los intereses estratégicos son los que contribuyen a la defensa de los intereses vitales en el marco la situación geoestratégica y geopolítica frente a la política exterior, por ejemplo, la paz, el acceso a los recursos naturales, la energía, el desarrollo económico y la preservación de las actividades y sectores económicos estratégicos, el acceso a internet, los avances digitales y el control del espacio territorial. Por otros intereses se entiende los que pueden estar ligados a situaciones de poder y liderazgo dentro de la comunidad internacional, preservación y avance de la cultura nacional a nivel interno y externo, etc. (https://publicaciones.defensa.gob.es/media/downloadable/files/links/m/o/monografia_115.pdf).
Ahora bien, las relaciones entre estados se escenifican dentro de unas determinadas premisas. Una escuela teórica, el neorrealismo, cuya cabeza más importante es Kenneth Waltz (Teoría de la Política Internacional, 1979) centra su hipótesis en que las relaciones internacionales en la política del poder y afirma que la seguridad es el objetivo central de cada estado pues su propósito es la supervivencia, que las relaciones internacionales son anárquicas y se rigen por la competencia, que la cooperación internacional depende del poder de los estados y que este se distribuye según los resultados del ejercicio de tal poder.
Esta concepción ha sido criticada porque no tiene suficientemente en cuenta las percepciones de quienes ejercen el poder en cada estado y, en consecuencia, le dan distintos significados a lo que significa “interés nacional”, y defienden según su punto de vista lo que es un interés estratégico en economía y en política económica, según la ideología que profesan y hasta los secretos amores y odios que traen en si valija de pensamiento. Aun así, la hipótesis neorrealista, alimentada y mejorada por lo que yo podría llamar el aditivo del percepcionismo, sirve para explicar lo que hoy está pasando con nuestros intereses nacionales y la muy torpe política exterior que Petro desde que accedió al poder, pero que ha hecho crisis en las últimas semanas con los acontecimientos del Catatumbo y la surgida con el trino de las 3:41 am en el que se negó a aceptar los vuelos militares que traían emigrantes expulsados de Estados Unidos.
Hay quienes creen que, en un mundo globalizado que surge con el fin de la Guerra Fría y el colapso del socialismo, el estado nacional ha perdido protagonismo, que las instituciones internacionales han ganado cierto poder y que el comercio global también ha contribuido a un mundo multipolar. Pero podría sólo ser un sueño: el resurgimiento del nacionalismo económico y político que ha llegado a un nivel sin precedentes, contrariando el globalismo, ha mostrado nuevas realidades. Hacer de Nuevo Grande a América, poniendo por delante un capitalismo local, reclamando hegemonías económicas y exigiendo obediencias políticas, en un mundo maniqueo en el que quien no está conmigo está contra mí, es la consigna que recorre hoy el mundo (contrario a lo que pensaba Marx con su consigna globalizadora de “Proletarios de todos los países, uníos”).
Colombia es un país en desarrollo con una economía emergente y un sistema democrático amenazado. Nuestro interés nacional tiene los siguientes intereses vitales: la defensa de nuestra soberanía externa e interna, la preservación de nuestra unidad territorial, la preservación del estado de derecho liberal y democrático y la vigencia y garantía de los derechos individuales de los colombianos, la economía de mercado y la paz.
Para defenderlos es estratégico el fin del narcotráfico, la defensa de nuestro territorio y la preservación de la unidad territorial y nacional que identifica como amenaza externa al gobierno bolivariano de Venezuela y como amenaza interna a los distintos GAOS como amenaza interna. Esto requiere preservar las buenas relaciones con los Estados Unidos como principal socio estratégico, así se discrepe de alguna de sus políticas actuales, porque es el hegemón con el que Colombia ha entablado relaciones duraderas en el campo político y económico que no se pueden cambiar abruptamente sin destruir nuestro sistema democrático, nuestra economía y nuestro sistema de defensa; y también en este último punto, mantener la relación con países importantes para este campo, como Israel y el Reino Unido, si queremos mantenerlos y fortalecer nuestro aparato de defensa.
Las relaciones con Venezuela deben privilegiar la paz sobre la base de la exigencia de que no usen nuestro territorio para narcotraficar, cesen sus apoyos al ELN y otros GAOS y dejen de interferir en nuestros asuntos internos. No debe renunciarse a la disuasión mientras ese régimen persista.
Es de Perogrullo que cualquier relación entre estados para preservar el interés nacional debe estar precedida de un análisis del poder, es decir, de la correlación de fuerzas entre ellos. Si el resultado de tal análisis es que hay una asimetría radical que no permite, racionalmente hablando, enfrentamientos abiertos, mucho menos, realizados con provocaciones, efectuarlos es una torpeza absoluta… a menos que haya una intención de causar conscientemente una reacción tal que el oponente cause daños irreparables a la seguridad nacional, a la economía, al tráfico legal de personas, etc., es decir, al interés nacional de nuestro estado democrático como respuesta a esa acción.
Y no es que yo comparta las declaraciones de Trump sobre que todos los expulsados colombianos son criminales a los que hay que esposar y encadenar; así como no creo, ni por un segundo que la actitud de Petro es por defenderles su dignidad, pues se ha hecho el mudo, el sordo y el ciego cuando muchos de ellos cayeron en manos de traficantes de seres humanos que los robaron, violaron y asesinaron en el tapón del Darién, o cuando más de 40.000 connacionales fueron y son inadmitidos en los aeropuertos de Cancún y Ciudad de México; o cuando miles de caminantes fueron esquilmados, humillados y asesinados por los coyotes en México sin hacer nada por ellos frente a su amigo AMLO y a la señora Sheinbaum.
Lo que realmente ocurre es que Petro está buscando una polarización con Estados Unidos que llegue hasta el rompimiento con ese país. La pregunta es ¿Por qué? Quiere precipitar al país a un camino sin retorno que cause tal crisis que no pueda retomar su camino democrático. Es decir, que su concepción de interés nacional niega la defensa de la democracia liberal. El trastorno que se generaría en Colombia sería tan fuerte que Petro tendría la consigna perfecta para mantenerse en el poder o, alternativamente, montar en el palacio de Nariño a una marioneta en el 2026 enarbolando la bandera del antiimperialismo para invocar la unidad nacional, desviando la atención de los colombianos frente a la infinita cantidad de errores y canalladas a las que ha sometido a la nación. Y, de paso, intentar ganar algún peso en américa latina. Yo no creo que el trino haya sido un delirio de Petro mientras estaba nadando en el acrónimo CAFE que él parece que ingiere.
Lo que pasa es que la maniobra fue y es -porque continúa provocando a Trump- tan torpe que hasta le fracasó la reunión con sus amiguetes de la CELAC porque ninguno le copió. Pero seguirá intentándolo: llama a Trump nazi, pero calla frente a Maduro que ha sido acusado ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad; y buscará la descertificación de Estados Unidos a Colombia por su fatal política antidrogas; todo para rearmar su tribuna, pero su maniobra le saldrá mal porque el país ya le tomó la medida.
En cambio, fortalece su alianza con el Cartel de los Soles ¡para hacer operaciones contra el narcotráfico a ambos lados de la frontera! poniendo a los ratones a cuidar el queso. ¿Qué tal la entrega de la soberanía nacional al cartel que dirige el estado forajido venezolano, el mismo que paso por el lado de su frontera al ELN, organización binacional narcotraficante, al servicio de la dictadura, para sacar a las disidencias en El Catatumbo a sangre y fuego? La farsa de la paz total en toda su dimensión: está llevando a Colombia, a pasos agigantados a ser un estado fallido dirigido por narcotraficantes con los que sí o sí más temprano que tarde reanudará las conversaciones. ¿De verdad ustedes creen que les hará la guerra? Menos ahora, que tienen la “excusa” de que no tienen helicópteros debido a la suspensión de las donaciones de USA para su funcionamiento. Ahora sí que aprovecharán los GAOS con la complicidad del gobierno para aumentar sus operaciones y expandir su control territorial fragmentando aún más nuestra soberanía interna.
Si los colombianos no nos ponemos de pie, Petro seguirá destruyendo nuestro estado y, si nos descuidamos, no lo podremos recomponer. Al final del camino asoma la dictadura de los narcotraficantes.