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Luis Guillermo Vélez Álvarez                                                                               

Hacen tránsito en el Concejo Distrital un par de proyectos de acuerdo que pueden tener un impacto silencioso, atomizado, lento, duradero y grato en los habitantes de toda condición, género y edad de la ciudad de Medellín. Se trata de los proyectos 05 y 27 de 2024, por medio de los cuales se “promueve el ajedrez social y educativo”, el primero, y se crean “las

jornadas de Historia Patria e Instituciones Republicanas”, el segundo.

Medellín tiene una larga y rica tradición ajedrecística que se remonta a los años 30 y 40 del siglo pasado cuando el ajedrez se popularizó en los cafés del Centro, en particular el célebre Café la Bastilla, y, más recientemente, años 60 y 70, el entrañable Club Maracaibo, con su gran salón Bobby Fischer, donde pasé muchas tardes felices, jugando y, también, viendo jugar, pues allí se congregaba la élite del ajedrez antioqueño y colombiano. En las mesas del Maracaibo jugaron Oscar Castro, Carlos Cuartas, Sergio González, Gildardo García, Emilio Caro y su bella esposa Ilse Guggenberger, y Tirso Castrillón, prodigio del ajedrez rápido.

El ajedrez se mantiene vigoroso en Medellín, gracias a la labor incansable de la Liga de Ajedrez de Antioquia, fundada en 1952, y con el apoyo del Distrito a los tres grandes torneos anuales de la Ciudad, en especial el Internacional Feria de la Flores, el segundo abierto más grande de América. Pero más regocijantes, si se quiere, son las partidas y torneos que se juegan en los parques y plazas de la Ciudad como el Parque del Ajedrez, el Parque de Belén y la Plazuela de San Ignacio. Allí deben estar jugando los émulos de Gildardo García, Jaime Cuartas y David Arenas, los grandes maestros internacionales paisas.

El decreto 1002 de 1984 suprimió la enseñanza de la Historia Patria, como asignatura independiente, y la fusionó, con la geografía y la instrucción cívica, en un paquete que se denominó “Sociales”. La ley 115 de 1994 o ley general de educación confirmó esa decisión y la ley 1874 de 2017, aunque volvió a hablar de la enseñanza de la historia patria, la mantuvo integrada en el área de sociales, con una sospechosa exclusividad en el “conflicto armado” del XX, ignorando 450 años de historial colonial y republicana. Así las cosas, no es exagerado afirmar que tres generaciones de colombianos han salido de la educación básica y media sabiendo poco o nada de Historia Patria.

La ignorancia no es un vacío sino una llenura. La ausencia de conocimiento histórico es colmada por los mitos y los mitos, tanto o más que los conocimientos, moldean las opiniones que la gente tiene de la historia del país y estas opiniones inciden decisivamente en sus posiciones políticas. Nada tiene de sorprendente la formación del clima de opinión que permitió la emergencia de un discurso político adanista que, no solo desconoce paladinamente los logros del pasado, sino que invita a despreciarlo, a la destrucción de sus representaciones artísticas y al irrespeto de sus símbolos.

17 de febrero de 2025

Publicado en Columnistas Nacionales

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