Un país sacudido por los hechos del Catatumbo, después de 29 meses de diario escándalo, fue convocado a presencial el body language, acompañado del albañal oratorio de un individuo en mora del examen psiquiátrico que puede conducirlo del lugar equivocado donde se desempeña, al sitio de reposo que su salud aconseja.
Pero no pasó nada...
Seguimos en lo mismo...
Actualmente, una mayoría optimista mira hacia las elecciones de 2026, con la esperanza de que cese la horrible noche, olvidando que la pesadilla será cada día peor a medida que se acerquen los comicios. Pero no faltan los pesimistas, que temen que docenas de candidatos sin prontuario elijan al de la maquinaria, la mafia, las guerrillas, el billete y hasta los algoritmos, si la Registraduría también cae.
También hay un sector, minoritario hasta ahora, que podríamos llamar realista, que analizando las mas recientes alocuciones y visajes de Petro, teme que éste dé el golpe de Estado definitivo porque, a lo del Catatumbo, fríamente calculado para sellar la alianza militar Petro-Maduro, pueden seguir otras tres o cuatro confrontaciones para encender el país por todos los costados.
En ese posible escenario podría Petro asumir todos los poderes para “salvar el país, las instituciones y la democracia”, con el cierre del Congreso y la sumisión de las Cortes, como lo han hecho tantos dictadores que en el mundo han sido.
Si, por un lado, nunca un gobierno comunista ha entregado voluntariamente el poder, por otro, la psicología de Petro no es la de alguien que se canse del uso ilimitado del avión, de la diaria atención a sus dichos, de la inevitable aparición cotidiana en todos los medios y del placer inefable de dañar, destruir y corromper...
¡En fin, sigue el baile en la nave que se hunde!