Podemos concluir que el desgobierno ha sido exitoso únicamente en el avance de su proyecto revolucionario, y por tanto la racionalidad económica está extraditada del manejo presupuestal, financiero y tributario del país, mientras la política monetaria sigue todavía la ortodoxia académica.
El presupuesto para 2023 se fijó en 350,4 billones. Al año siguiente saltó a 405 billones, bajo la premisa del mayor recaudo que debía producir la reforma tributaria de Ocampo. Un crecimiento, entonces, del 21.66% sobre el anterior, mientras la economía decrecía aceleradamente.
Para el 2024, Bonilla llevó el presupuesto a 502 billones, con un crecimiento descomunal del 23.95%, en un país en plena crisis, debida al deliberado mal manejo de la economía.
Desde luego, los recaudos previstos no se hicieron realidad, porque fueron inferiores en 32 billones a los previstos.
No obstante, este año el Minhacienda presentó al Congreso, para 2025, un proyecto de presupuesto de 523 billones, cuando lo prudente hubiera sido acomodarse a la realidad y proponerlo del orden de 420 - 430 billones.
Era tan monumental el despropósito, que el Congreso lo negó, a pesar de la prevalencia de mermelada en la generalidad de sus decisiones.
El gobierno (es un decir) apeló a sus facultades para dictar un presupuesto por decreto, de 523 billones.
Entretanto fue despedido por el shut de la basura el ministro Bonilla (¡así paga el Diablo a quien bien le sirve!), para ser reemplazado por el oscuro e inexperto viceministro Diego Guevara, conocido hasta entonces solo por sus opiniones sobre la conveniencia de financiar el gasto público con emisión.
Ahora bien, lo poco que se conoce de Guevara es a través de un video, en compañía de Sandra Ortiz, y su primera declaración “Tenemos dos codirectores nuevos en enero, y creo que eso nos va a permitir tener una política monetaria más consistente (...)”
¿Cómo podrá Guevara ejecutar su presupuesto de 523 billones, a pesar de un probable hueco fiscal de 70 ó más billones? Muy fácilmente: Si se desconoce la regla fiscal y se aumenta astronómicamente el endeudamiento, se podrían erogar los 523 billones destrozando la economía nacional. También es posible que, tomado el Banco de la República, se pueda poner en funcionamiento la impresora...
Ese escenario aterrador, con Petro al timón y Guevara de fogonero, está a la vuelta de la esquina. El envilecimiento de la moneda, la evaporación de las pensiones y la inflación inercial, no estarán lejos de Colombia, si copiamos las recetas “bolivarianas”,
En el Brasil, aunque Lula no ha entregado el territorio a la subversión y el narcotráfico, ni ha destruido Petrobras, ni convertido la universidad en campo de entrenamiento subversivo, la situación económica se caracteriza por el descontrol fiscal, la devaluación récord y la crisis de confianza, precursoras del colapso.
La situación descrita ha llevado a Antonio Camarotti, en la revista Forbes, a afirmar que “Brasil no aguanta dos años más de Lula”, ¡mientras en Colombia se nos quiere hacer creer que podremos aguantar a Petro hasta 2026!
***
¡El tren-bala en la Guajira, propuesta de un embalado!
***
La Linterna Azul felicita a su preclara columnista María Clara Ospina, por su ingreso a la Academia Colombiana de la Lengua.