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Alfonso Monsalve Solórzano                                                                               

Del golpe no tan blando que le está dando Petro a las instituciones democráticas colombianas podrán citarse varias acciones u omisiones, cuyo último episodio es el asalto a los miembros del CNE y la embestida concomitante al Consejo de Estado por, literalmente, cumplir la ley. El hecho de ganar las elecciones piensa, lo blinda contra la violación de los principios administrativos y los delitos que haya podido cometer por el hecho de ser presidente en nuestra democracia.

En efecto, triunfar en las elecciones, en su lógica, así haya sido obtenido con trampa, lo inviste de impunidad total. Él está más allá de la ley.  Esta es para los perdedores. No importa que el Consejo de Estado haya avalado la potestad de investigar su responsabilidad en el manejo de las cuentas de la campaña; y tampoco que este sólo le pueda, eventualmente aplicar, sanciones administrativas sanciones administrativas. Petro, actúa siempre con el doble rasero: él, que critica el fallo por sesgado, en el pasado propugnó con vehemencia para que el CNE investigara las anteriores campañas.

Es que abre las puertas para un juicio de indignidad en la Comisión de Acusación de la Cámara, dice. Cierto, era lo que él buscaba anteriormente. Aunque en su caso, se consumirán largos meses el proceso en el CNE, incluso, casi hasta vencerse los términos de la investigación. Para alargarlo tiene a sus leguleyos que harán lo imposible porque se venzan. Y una tutela no se le niega a nadie, como él mismo sabe, ya que es experto en eso, como probó en la alcaldía. Pero, si se llegase allí, cosa que dudo porque tiene muchos amigos en esa Comisión, sería porque hay indicios y pruebas incontrastables de que se cometió al menos un delito, y sería enjuiciado por indignidad, rodeado de garantía, en cumplimiento de las normas constitucionales y legales. Porque si fuera indigno para el cargo, sería indigno para el país mantenerlo en la presidencia. Así de simple.

Él sabe que, muy probablemente no llegará a esa situación, pero es consciente de que lo que ocurre es un golpe para su imagen y los planes que tiene para perpetuarse él, ya sea en persona, ya en sea mediante un títere. Por eso no duda en amenazar a los magistrados del CNE y del Consejo de Estado, acosándolos judicialmente, llenándolos de improperios y tratando de destruir su honra, con sus declaraciones, las de sus funcionarios y las de los sicarios morales; además, amenazando con un estado de “asamblea permanente”, para presionar en las calles. Todo esto crea un clima real de peligro de las vidas de los magistrados y las de su familia, pero no le importa. Ese es un método muy propio de la extrema izquierda. Lo terrible es que, si esa estrategia triunfa, nuestra institucionalidad quedará seriamente golpeada. La calle no puede decidir la justeza de la ley en un sistema que tiene independencia de poderes; si lo hace, hemos llegado al totalitarismo. Sería una manifestación de un golpe de estado en marcha.

Pero lo del CNE y el Consejo de Estado es la punta del iceberg. Podemos citar otras arremetidas contra las Cortes, como la gravísima, pero devaluada hasta hacerla insignificante, ocurrida contra la Corte Suprema de Justicia, para imponer su candidata a la Fiscalía. También las chuzadas que los magistrados han denunciado. En cada caso, el objetivo es controlar la justicia.

Pero también está amenazado, de distinta manera, pero con el objetivo de controlarlo, el poder legislativo a punta de mermelada. Y esa estrategia está funcionando: No es sólo que se aprobó una tributaria y una reforma a las pensiones; es que avanza la reforma al régimen del trabajo y ya se está hablando de una reforma electoral. Ojo con ésta, el cambio de las reglas de juego puede afectar el resultado de las elecciones.

Otro objetivo es acabar con la libertad de expresión. Sin ella, simplemente no hay democracia. Ya el presidente ha hecho varios intentos contra la prensa independiente, concentrando su saña en las mujeres periodistas.  También ha querido silenciar la oposición acusándola de mafiosa y paramilitar.

Y, por otra parte, avanza la destrucción de estructura social y económica del país, para reducir a la dependencia a los colombianos, tal como ha ocurrido en Cuba, Venezuela y Nicaragua: el desmonte del sistema nacional de salud es crimen de lesa humanidad, que ha dejado a cerca de cincuenta millones de colombianos en el peor de los mundos posibles frente al cuidado de sus vidas. Desmonte que quiere legalizar, otra vez, en el congreso y que hay que evitar. Los congresistas no podrán pasar de agache avalando este crimen.

Todas esas son manifestaciones de un golpe de estado en marcha.

 Por su parte, continúa la estrategia gubernamental de desmontar la economía de mercado.  La estrategia, incluida la omisión de toma de decisiones clave, acaba empleos, golpea el aparato productivo privado con impuestos impagables, intimida a los empresarios, a los que tilda de mafiosos o chantajea presionándolos, en ocasiones, para invertir en proyectos del gobierno, que por lo demás, nunca llegan; mientras que golpea a Ecopetrol, avocándonos a una crisis energética sin precedentes, a nombra de una transición energética que no comienza.

Y como no mencionar la corrupción, en este caso sistemática, consciente y consentida, como forma de gobernar, repartiendo coimas, comisiones y subsidios, robándose el dinero público, para, como la jovencita de la Vendedora de Rosas, mecateárselo en cositas.

Eso también forma parte de una estrategia de golpe.

Finalmente, y no por ello menos importante; de hecho, aunque no lo vemos en las ciudades, es una inmensa amenaza a nuestra democracia, es la entrega, muchas veces comentada aquí, del territorio nacional y de los ciudadanos, a los grupos armados organizados, GAOS, como el ELN, las disidencias de las FARC,  así como el acercamiento al paramilitarismo encarnado en el Clan el Golfo o las Autodefensas de la Sierra Nevada y, con el mismísimo Salvatore  Mancuso, máximo comandante, en su momento, de las Autodefensas Unidas de Colombia y uno de los mayores victimarios de los colombianos, que ya había sido sometido por la justicia colombiana, Esto, por no hablar de las negociaciones con las bandas que azotan las ciudades y pueblos, asesinando, chantajeando y convirtiendo a nuestros jóvenes en adictos. Todo, en nombre de la “paz total”.

Como dije más arriba, una a constante de su gobierno es la amenaza.  En realidad, este es un país en permanente amenaza, verbal, moral y física ejercida desde el poder para acallar y someter a la ciudadanía. A la ciudadanía de bien. Porque a los GAOS les suplica. La pérdida de la soberanía interna es la amenaza más estratégica que tiene Colombia. Si la política de “paz total” continúa, más pronto que tarde Estará consumado el golpe. Y será duro. Durísimo. Amaneceremos un día con los GAOS gobernando en coalición con Petro o sin él.

Publicado en Columnistas Nacionales

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