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Carlos Salas Silva                                                                                  

Que la vida misma esté llena de incongruencias, como en algunas películas y series en las que el guionista se toma sus libertades importándole muy poco lo creíble que sea la trama, ya no nos causa extrañeza cuando nos hemos ido habituando, en el transcurso de la existencia, a lo más ridículo que pueda surgir de los actos y pensamientos tanto de las personas que rigen los destinos del mundo como de cualquier Perico de los Palotes. Aunque me refiero al resultado de la insensatez de los seres humanos, no omito que la misma naturaleza se comporte igualmente absurda como ocurre con los huracanes que son tan enigmáticos y arbitrarios en su trayectoria y en su capacidad destructiva como lo demostró el tal Milton.

Para el mal guionista no hay ningún problema, resuelve el asunto como si el espectador tolerara cualquier chambonada con tal de distraerse un rato. En la vida consideramos, por lo general de manera ingenua, que sin cierta lógica aplicada en nuestros actos no encontraremos un desenlace adecuado a las posibles situaciones en la que nos encontremos para no estar dando pasos a la loca como si se tratara de buscar la salida de un laberinto.

La imagen de la selva podría ser adecuada para imaginar un laberinto de senderos intrincados llenos de peligros como los que se nos presentan en ocasiones, pero también el desierto con su ausencia de caminos en el que ni la mente más aguda encontraría una manera inteligente de enfrentarlo. Cada palabra que escribo es como un paso adelante en el laberinto, cada palabra que borro es un paso atrás. Acuden los pensamientos queriendo ofrecer pistas para alcanzar la salida. Se me habrian facilitado las cosas si desde el comienzo hubiera sabido qué quiero decir exactamente. Hoy emprendí la escritura con un morral lleno de ideas y otro lleno de repasos de los acontecimientos recientes como para llenar páginas y páginas, pero me veo cauteloso y lento al teclear en el celular lo que me impide precipitarme permitiéndome reflexionar sobre lo escrito mientras lo escribo lo que no me pasa cuando hablo y voy diciendo cualquier cosa de la que seguramente me arrepentiré esperando olvidarla más pronto que tarde.

El laberinto es repetitivo como nuestros recurrentes pensamientos. Las noticias también lo son como lo constaté ayer domingo al leer periódicos en papel que mi hija quiso comprar. Confieso que hace años, que no son pocos, dejé el ritual dominical de leer en las mañanas El Tiempo. No me extraña que los dos diarios sobrevivientes se empeñen en dulcificar las duras realidades como si les correspondiera esa parte del relato dejándole a las redes la parte cruda y hasta amarillista. Qué se quedaron sin pauta es evidente, ya ni siquiera promocionan las empresas de sus dueños… de algo vivirán estos periódicos lo que no deja de ser inquietante. Tampoco tranquiliza pensar que uno de los momentos más graves de nuestra historia reciente se esté registrando como si fuese un mal guion en el que, de una manera o de otra, se encuentra un final sin importar su coherencia.

Como si fuese el laberinto cretense he sentido la terrible presencia del Minotauro en cada noticia, en cada evento perturbador, no es para menos, pero en nuestra triste y patética realidad no es el Minotauro el que está ahí causando terror sino apenas un débil y afectado Mamarracho.

P.S.: Un cuarto intento de asesinato a Trump cuando lidera la intención de voto es muy preocupante. El destino del mundo y especialmente el de Colombia se juega el 5 de noviembre próximo. Cómo hace cuatro años mi esperanza la deposito en el expresidente.

KienyKe

Publicado en Columnistas Nacionales

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