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Luis Alberto Ordóñez*

Sorprendió ver a cientos de reservistas, veteranos la mayoría de ellos, en una manifestación pacífica y llena de simbolismo en la plaza de Bolívar. Agrupados y rezando disciplinadamente la Oración Patria y cantando el Himno Nacional, le recordaron al país que ellos hicieron un juramento a Dios y a la Patria, el día que juraron bandera, donde se comprometieron inclusive a dar sus vidas en defensa de los colombianos; tal y como lo ordena la Constitución Nacional.

Pero la pregunta lógica sería: ¿por qué no se quedan cómodamente en sus casas, disfrutando el anhelado y difícilmente ganado retiro?  Y la respuesta es una sola: ¡Ven con preocupación como se desmorona Colombia! Es que esos veteranos, por largos años, expusieron su vida y su integridad por defender la Constitución y hacer cumplir las leyes; muchos vieron morir a sus compañeros, otros perdieron partes de sus cuerpos, muchos tienen secuelas psicológicas y todos sacrificaron sus familias; no vieron nacer a sus hijos ni morir a sus padres por estar en el verdadero frente, operando en el mar o exponiéndose abordo de las aeronaves militares, mientras los bandidos los atacaban sin respeto alguno por sus derechos humanos. Todo eso valió la pena para recuperar el Estado de Derecho y permitir la libre movilidad, el comercio, el turismo, liberar a las ciudades del cerco narcoguerrillero, además de disminuir a su mínima expresión el secuestro y atacar frontalmente el narcotráfico, como motor de todas las violencias. Ellos cumplieron con su deber.

Pero ahora todo se está yendo por la borda, como se dice en el argot marinero, y Colombia está volviendo a la peor época de la violencia; uno no lucha y se sacrifica para ver como se acaba lo más preciado: la Nación que nos vio nacer y por la que se ha luchado tanto.

“Colombia patria mía, te llevo con amor en mi corazón y espero verte siempre grande, respetada y libre…”, inicia la Oración Patria, la que se reza sin falta todas las noches en las unidades militares y que se escuchó con fuerza en la Plaza de Bolívar el pasado miércoles. Los militares y policiales, ni activos ni retirados, van a ir contra la democracia con acciones de fuerza; esa no es su naturaleza, pero sí se quieren hacer sentir porque no comparten la inversión de valores que pretende premiar a los bandidos, mientras se desmotiva a la gente de bien. Tampoco está en su naturaleza ver el deterioro de la seguridad y la forma en que delincuentes envalentonados, por la falta de autoridad, toman posesión del territorio. Les da soberbia ver narcoterroristas paseándose con arrogancia por los pueblos y la forma en que amedrentan a los más vulnerables: nuestra gente del campo. Tampoco conciben que alguien, del nivel de la señora vicepresidenta, aprecie el accionar de la autodenominada primera línea; la misma que arremetió contra la ciudadanía, destruyó la infraestructura y tuvo múltiples desmanes contra la Fuerza Pública: que pésimo mensaje en contra de la paz se da desde el alto gobierno. Peor aún, cuando se nombran como gestores de paz a temibles delincuentes, que con mucho esfuerzo habían sido judicializados y puestos presos, después de difíciles operaciones donde muchos miembros de la Fuerza Pública quedaron heridos y otros perdieron la vida: no es justo.

violencia va en las venas de sus peores hijos; dejar que regrese la opresión, el sometimiento, el reclutamiento de menores, la violación de mujeres, y la anarquía general, solo aprovechada por los bandidos, no es concebible.

Por todo esto marchan las reservas; porque sin dañar ni destruir, mucho menos yendo contra las leyes, ellos no pueden permanecer impávidos viendo como se destruye, lo que con tanto esfuerzo, sangre y sufrimiento se había logrado. Quienes hoy guían el timón, que gobierna la ruta futura del país, están permitiendo que la autoridad se pierda, que los soldados y policías sean secuestrados, maltratados y humillados, que el poder judicial pierda la motivación al ver que se liberan delincuentes de reconocida trayectoria. También que los empresarios y comerciantes se preocupen, no solamente por la seguridad, sino también por el futuro de la economía, del petróleo, del marco legal laboral, pensional y de seguridad jurídica. Ellos no quieren ver un país empobrecido y acabado.

No vamos bien, la ciudadanía lo sabe, y los militares y policiales de la reserva con mayor razón diagnostican lo peor: por su formación saben analizar y proyectar escenarios futuros y el de Colombia, salvo que se corrija el rumbo actual, va a ser nefasto. Presidente Petro, es momento oportuno para revisar sus políticas; mucha gente se lo está diciendo: ¡vamos mal! No esperemos a que sea demasiado tarde.

* Vicealmirante (r). Ph.D.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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