Por eso, los gobiernos le apuestan a lograr victorias tempranas en todos los campos durante el primer año. Y esto es lo que Petro no está logrando. Por el contrario, en los campos críticos de las reformas legislativas, el manejo de la economía y el control del orden público, todo parece que se le está saliendo de control y se está deteriorando.
En las reformas vía Legislativo, donde se pensaba que la coalición de gobierno sería una aplanadora imparable, solo ha tenido traspiés. La reforma política, con la que el Pacto Histórico aspiraba a crear condiciones propicias para su consolidación como alternativa política de largo plazo, se ha hundido sin remedio. Su reforma de la salud ya no es ni sombra de lo que pretendía, afortunadamente, pues ha tenido que ceder frente a las sensatas exigencias de los partidos de la coalición de gobierno. Es otra derrota política. Su reforma laboral acumula opinión negativa entre la opinión pública y ya ocasiona rechazos entre sectores de la coalición de gobierno. Seguramente será también muy podada y saldrá muy distinta de como entró. Otra derrota política.
La economía se deteriora y no mejora. La inflación no cede. Las ventas de inmuebles y de autos se derrumban. Ante tantas incertidumbres, las inversiones se aplazan. Las expectativas de los consumidores se ensombrecen. Del orden público ni hablar. El tal cese del fuego solo lo cumple el Gobierno, mientras las bandas criminales lo violan en todas partes. Los bloqueos de carreteras se cuentan por decenas. El Eln incrementa sus ataques criminales. Los asesinatos de líderes sociales no cesan. Las masacres aumentan. La extorsión está disparada. Los criminales se muestran envalentonados, retan y encaran a las autoridades. La Fuerza Pública titubea, paralizada y desmoralizada. La sensación de inseguridad se agudiza.
¿Cómo explicar esta situación? Me parece que aquí hay un problema de liderazgo y de gestión. Petro tiene una visión discursiva de la política y del gobierno y eso permea al conjunto de su administración. Petro considera que se gobierna con discursos, y que los meros discursos cambian la realidad. Tiene una visión mágica del verbo. Le trae sin cuidado la planificación de las políticas públicas, la interacción entre ellas, la evaluación de su costo-beneficio, la anticipación de las consecuencias, la coherencia entre medios y fines, la verificación de los hechos.
Esto se agrava porque su discurso es marcadamente ideológico, de lucha de clases, que ve la sociedad, la economía y la política como una guerra de ricos contra pobres, donde el Estado debe tomar partido en favor de los pobres y en contra de los ricos. De ahí a satanizar la propiedad, la ganancia y la iniciativa privada no hay sino un paso, que va acompañado del endiosamiento de los pobres y de la benevolencia con los delincuentes porque los considera víctimas de un sistema perverso, y que tienen que ser redimidos por un Estado bajo su mando.
Su discurso ideológico se estrella a cada paso contra la realidad, pero el Gobierno no lo entiende, y se empecina en ubicar el origen de sus fracasos en otra parte, en unas instituciones hechas por los ricos para defender sus privilegios. Empezando por la institución de la separación de poderes, consagrada en la Constitución. Por eso, Petro y sus voceros insisten en que al ganar las elecciones todo su programa de gobierno debe ser aprobado tanto por el Congreso como por las cortes, aunque esto vaya en contra de la autonomía del Congreso y de las cortes, aunque el 49,6 por ciento de los votantes no lo haya apoyado y aunque su propia bancada sea minoría en el Congreso. O Petro poda su agenda y la vuelve realista, o le va a seguir yendo muy mal.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 30 de marzo de 2023.