Ya van 21 candidatos de los partidos tradicionales (insiders), y dos outsiders, Santiago Botero y Viky Dávila, ¡y faltan todavía quién sabe cuántos espontáneos...!
Con el mayor desparpajo, los jefes políticos estimulan e inflan egos, porque dizque a mayor número de candidatos, el pueblo tendrá la oportunidad de preferir los mejores, de tal manera que, entre marzo y junio de 2026, los dos que resulten más votados dentro de la turbamulta, se presenten como los aspirantes de la democracia a la Presidencia y la Vicepresidencia.
Entre tanto, no importa que Petro destruya la economía nacional y degrade totalmente las instituciones, porque dizque el elector, cansado y asqueado de la corrupción, el despilfarro, la ineficiencia y la vagamundería, derrotará estruendosamente al Pacto Histórico.
Frente a ese escenario rosado y optimista, no vale advertir que, para 2026, la mayor parte del territorio estará controlado por las guerrillas y demás organizaciones paramilitares petristas, con sus narco-carteles afines, y que un gobierno comunista jamás entrega voluntariamente el poder.
Como en Venezuela, aquí los partidos siguen con sus juegos clientelares y su sainete electoral, y como en el hermano país, la dictadura armada y mafiosa seguirá gobernando hasta después de que llegue una Corina Machado...
Lo menos grave de Petro es su logorrea, de la que diariamente nos burlamos en un país que persiste en la negación del horripilante avance en la toma del poder. Como en la Piel de Zapa, el ámbito jurídico y territorial donde rigen la Constitución y las leyes, amanece cada día más encogido en Colombia.
Si Petro sigue, en 2026 ya no habrá nada de la democracia ni de la economía. ¿Habrá elecciones libres y respetadas ese año?
En esas condiciones, la proliferación de candidaturas condenadas al fracaso solo conduce a la satisfacción vanidosa de personajes intachables pero carentes de votos. Dentro de 20 años, los nietos de las docenas de candidotes podrán exclamar con orgullo familiar: “¡Mi abuelito / abuelita fue candidato presidencial!” ¡Valiente gracia!!!
En cambio, lo que necesitamos desde ahora es un líder indiscutible, con un programa eficaz y con vocación de poder, que implica también preparar la elección de una mayoría de congresistas idóneos, y sobre todo honestos, antes de la elección presidencial. Escogerlo y seguirlo es obligación de los seis líderes democráticos que, en cambio, han preferido, hasta ahora, seguir cultivando sus decrecientes clientelas, indiferentes a la suerte de una patria expuesta a todos los horrores de la revolución y el hambre.
Como en Venezuela, la irresponsabilidad impune de la clase política explica la predecible extinción de la democracia.
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¡Tantos pobres juntos pierden la limosna!
José Alvear Sanín
Ante la proliferación de candidaturas presidenciales debemos ratificar nuestra posición, que no es otra que la de reiterar la urgencia de una unión programática y política total de las fuerzas democráticas, para la escogencia, desde ahora, de un candidato único y con vocación de poder...
En cambio, los jefes políticos siguen aferrados a ilusiones como:
- “Faltan menos de dos años para las elecciones, en las que, sin la menor duda, Petro será derrotado”, como si bajo un gobierno comunista, y con la mayor parte del territorio en poder de las guerrillas pudieran celebrarse elecciones libres, con resultados respetados.
- “Como las instituciones colombianas son tan sólidas, aquí no va a suceder lo de Venezuela”, como si diariamente no viéramos un Congreso embadurnado de mermelada, aprobando con cuentagotas las tóxicas reformas que Petro les sigue enviando para acabar con el Estado de derecho y la economía.
- “¡Hay que dejar que Petro termine para que no se convierta en un mártir!”, como si, gracias a esa delicada condescendencia, en los 21 meses que le faltan, el energúmeno dejase de avanzar en su tarea de demolición, preparatoria de la revolución.
Ahora bien, mientras Petro completa la revolución, la clase política, entregada a juegos, cálculos, malabares y componendas clientelistas, prohija la división de fuerzas. Entonces esperan que, a continuación de las primarias de marzo 2026, todos nos unamos en torno a quien mayor número de votos obtenga, para que 60 días más tarde, en junio de 2026, gane la Presidencia por amplísimo margen.
Lo anterior sería como decir que podemos seguir a ciegas, sin saber a quién vamos a apoyar en marzo 2026, ignorando si tendrá un programa correcto y si será capaz de sacar del sombrero financiación, publicidad, propuestas, equipo, prevención del fraude, etc., etc.
Una campaña eficaz y triunfadora no se improvisa. Recordemos la lamentable experiencia de 2022 y de Rodolfo Hernández, hombre de paja y en estado terminal, que, sin embargo, no logró que la dirigencia política reflexionara sobre su responsabilidad en un país al borde del abismo.
Las docenas de aspirantes de centro-derecha terminarán con un palmo de narices, pero con el consuelo de “haber sido candidatos presidenciales”, de tal manera que 20 años más tarde sus nietos, con orgullo familiar, recuerdarán tan inútiles ejecutorias.
Mucho mejor que terminar la campaña con docenas de intachables personajes frustrados —en un país destruido por la insensatez y la cortedad de miras de la clase política—. sería que ellos aspirasen a colaborar con un candidato triunfador.
Resumiendo: ¡Es mejor aspirar a Ministerios posibles que a cumbres inalcanzables!
Lo importante, entonces, es prepararnos para ganar...
Por tanto, necesitamos la Corina, o el Corino Machado, desde ahora. Colombia no puede esperar —como ocurrió en Venezuela— 24 años, antes de unificar la resistencia al régimen depredador, corrupto, despótico y narco-chavista de Petro.
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Sin perjuicio de lo dicho anteriormente, La Linterna Azul informará, sin comprometerse, sobre los asuntos de interés nacional que procedan de candidatos honestos, aunque dudemos del éxito de sus aspiraciones.