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Alfonso Monsalve Solórzano

El general Sanabria es un santo. Va a misa, comulga, reza el rosario todos los días y se confiesa cada semana y además tiene el don del exorcismo. Así al menos, lo dijo en la alucinante entrevista que le hizo Vicky Dávila, en Semana, ayer sábado.

En ella, el general reveló grandes secretos: alias Raúl Reyes, alias el Mono Jojoy y Alfonso Cano cayeron después de que hicieron oración para poder abatirlos, porque esa gente usa la brujería para protegerse. Antes no habían podido. De hecho, señaló, toda la gente de las Farc, del ELN y del Clan, están poseídas por el demonio. No lo dijo, pero podría deducirse que el sector de las Farc que se desmovilizó, lo hizo porque fue exorcizado por las oraciones del general, ¿pues, si no, siendo sus integrantes posesos del demonio, cómo infiernos lo hicieron? Los que piensen que fue por todas las gabelas que les dio Santos, están equivocados. La razón era ¡espiritual!, es que vieron la luz.

Ahora entiendo la razón por la que el general no asistió a los policías en San Vicente. Aunque existe el exorcismo a distancia, según lo explicó en la entrevista, y a sabiendas, según reconoce, de que uno había sido asesinado, junto con un civil y de que estaban 78 de ellos secuestrados en situación eminente de muerte, no oró lo suficiente para des-satanizar a la turba que los tenía de rehenes, a quienes habían asaltado porque no tenían armas para defenderse y a los que la base del ejército, que estaba al frente del campo petrolero Emerald Energy, negó ayuda, siguiendo instrucciones del alto mando, para no tener que usar armas letales. Afortunadamente el ministro de gobierno se ofreció -heroicamente- a canjearse por los policías, y lo único que lo salvo fue negar que estaba siendo secuestrado, declarando, en cambio, que lo que allí había era un “cerco humanitario”, con el propósito hazañoso, asegura el general, de evitar una masacre.

En agradecimiento, me imagino, el general llamará a uno de los CAI destrozados por la Primera Línea, Alfonso Prada Gil (si es que el comandante del ejército le gana la mano y denomina así a la base militar de San Vicente del Caguán), a pesar de que lo dicho por el director Sanabria fue desmentido por el ministro de defensa, quien dijo que el oficial estaba confundido, y por el propio señor Prada, que ratificó la versión del ministro de defensa Iván Velásquez.

Después, el presidente, ante la investigación que abrió la justicia penal militar al comandante de la policía del Caquetá por no ofrecer apoyo a sus compañeros, señaló que la orden de no intervenir había sido dada por él, en persona, porque “Una intervención militar ante una manifestación de 7.000 campesinos solo puede generar una masacre. Que hagan eso las dictaduras, pero una democracia jamás". Claro que se le olvidó decir que era una situación que se pudo prevenir, evitando a tiempo una concentración de esa envergadura, pero que no se hizo porque quienes la dirigían eran las “milicias campesinas” de las disidencias. En un escenario de esos, era completamente previsible que una situación como esas se produciría, porque no era una manifestación pacífica sino una asonada claramente planificada. Es que, en la mentalidad del presidente y su equipo, “la paz total” necesitaba preservarse a toda costa. Que murieran un policía y un civil y que secuestraran y humillaran a 78 policías, era un costo muy bajo, porque, para el gobierno, los victimarios en ese proceso están por encima de las víctimas y de las fuerzas de seguridad del estado democrático de derecho.

La verdad es que esa es una acción típica de un régimen que desmantela el estado de derecho y la seguridad ciudadana para implantar una dictadura totalitaria, que, de defensora de los derechos humanos, no tiene nada.

El general Sanabria lo sabe y calla, o lo que es peor, justifica. Debe ser muy duro para un hombre santo ver al “maligno” destruir las instituciones y violar la constitución, a nombre de la constitución misma. Eso es un pecado mortal. Menos mal que va a misa, comulga y reza el rosario diariamente. Le recomiendo, eso sí, que, en lugar de confesarse cada ocho días, lo haga al menos día de por medio, porque de lo contrario los colombianos entraremos en oración para exorcizar su presencia en la policía. Aplíquese la oración anónima de 1415, «Crux sancta sit mihi lux / non draco sit mihi dux / vade retro satana / numquam suade mihi vana / sunt mala quae libas / ipse venena bibas» → «Que la santa cruz me ilumine / que el dragón no me domine / apártate, Satanás / no me tientes con vanidad / tus ofertas son maldad / tú mismo bébelas».

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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