Tan pronto se anunció la elección de Petro, el expresidente se apresuró a reconocer el título del exterrorista, dando crédito a una Registraduría muy poco confiable. Por desgracia no estaba solo, porque la gran mayoría del establecimiento político permitió que los creíbles indicios de masivo fraude electrónico fueran desestimados. Por consiguiente, un manto de presumible legalidad ha cubierto la elección menos transparente.
Pocos días después de la posesión, el doctor Uribe lo visitó en palacio para ofrecer una “oposición constructiva” a un gobierno destructivo.
Ese terrible error inicial conduce al Centro Democrático (CD) a un callejón sin salida, porque la inmensa mayoría de sus votantes tiene clara la imposibilidad que existe de un diálogo productivo entre concepciones radicalmente opuestas, irreductibles e irreconciliables, como son las que separan a los partidarios de la libertad individual y económica, de los adherentes al colectivismo y el estatismo marxistas.
Desconocer entonces la índole destructora de todas y cada una de las propuestas del gobierno de Petro en contra del modelo democrático, condena al partido del Dr. Uribe a moverse en un mundo ilusorio. Solo en sueños es posible un diálogo conducente entre corderos y lobos o entre palomas y buitres.
La “oposición constructiva” requiere un gobierno también constructivo. El de Petro, una y otra vez en el Congreso, que es el foro donde se contrastan pareceres, claramente manifiesta su voluntad de llevar al país por la senda de la extrema izquierda más perjudicial. En estos horribles 50 primeros días, Petro jamás ha ocultado que su propósito es el de poner por obra todos los disparates y desatinos de su programa, gracias a las mermeladas parlamentaria y mediática y a la complicidad descarada de partidos tradicionales, degradados por dirigentes indignos.
Muy superior a sus líderes políticos, el pueblo ha comprendido mucho mejor que ellos hacia dónde llevan al país para convertirlo en una segunda Venezuela. Las nutridas marchas del lunes 26 de septiembre fueron la expresión concreta de una oposición, esa sí popular y estructural, que quiere conservar la democracia y el estado de derecho, frente a la piqueta demoledora del gobierno.
Esa es la actitud que el país requiere para escapar al triste destino que nos espera, si dejamos que se consolide la dictadura castro-petrista.
En cambio, el CD, o buena parte del mismo, le dio la espalda a la protesta la víspera de las marchas; y lo que es peor, tan pronto estas pasaron los doctores Álvaro y Miguel Uribe y Óscar Darío Pérez, acudieron a palacio para continuar un diálogo imposible con un gobierno inflexible. En lugar de llegar estimulados por los centenares de miles de colombianos, de todos los partidos, que marcharon contra el gobierno, los visitantes de la casa de Nariño manifestaron una actitud de la mayor amabilidad ante un gobierno que, en vez de oír sus razones, quiere únicamente aparecer en las fotos con ellos.
A la salida de la reunión, los dirigentes del CD ofrecieron una larguísima rueda de prensa para informar acerca de las inquietudes que le transmitieron a Petro, como si este no conociera los puntos de vista de la oposición constructiva, que él y sus ministros han rechazado mil veces.
En esa lamentable presentación el expresidente Uribe, fuera de guardar inexplicable silencio frente a la posición oficial en relación al narcoestado que se perfila, llegó a expresarse así:
Nosotros queremos contribuir para que se entienda el gobierno del presidente Petro como un gobierno de democracia social, no un gobierno que se pudiera catalogar de fracasado Socialismo del Siglo XXI (…) Nosotros no queremos que al gobierno del presidente Petro lo estigmaticen de neocomunismo.
La oposición a Petro exige verticalidad y coherencia, porque si no se estructura inmediatamente un movimiento nacional con voluntad de poder, capaz de recuperar las gobernaciones y alcaldías el próximo año, la dictadura comunista se consolidará por término indefinido...
La respuesta del gobierno a las “manifestaciones constructivas” del CD va desde el silencio hasta la tergiversación, en agudo contraste con la cordialidad de sus visitantes.
Si ese partido persiste en el diálogo de sordos con el petrismo, el electorado lo repudiará, pero a Colombia no le conviene su desaparición, inevitable si continúa por la senda del apaciguamiento, el diálogo y la debilidad frente al arrogante y ascendente demagogo que nos gobierna.