Vamos por partes. Supongamos:
- Que no hay autogolpe de Estado y Petro no se queda a la brava
- Que las elecciones serán libres; las autoridades electorales, imparciales; el escrutinio, correcto, y los resultados, respetados.
Nada en la ideología comunista ni en la conducta del actual gobierno permite pensar que esas elecciones vayan a ser limpias y conformes a la legislación electoral actual, que, incidentalmente, puede cambiar si la reforma política de Petro se convierte en otra ley embadurnada de mermelada.
Si además consideramos el creciente control territorial de las guerrillas petristas, las elecciones no serán un paseo triunfal; más bien, una confrontación de muy incierto resultado.
Frente a un panorama electoral especialmente arriesgado y bajo gobierno comunista, la unión de las fuerzas democráticas es imperativa, porque desde ahora requerimos:
a) Un programa completo de recuperación nacional
b) Una fusión generosa y sincera de todas las fuerzas democráticas
c) Una dirección política única, con candidato, también único e indiscutible.
Lo anterior debe responder a una voluntad de poder que se exprese desde ahora. Este movimiento demanda:
- Prevenir el fraude
- Preparar millares de testigos electorales
- Adecuada logística (finanzas – publicidad – lemas y consignas – organización – responsabilidades, etc.)
- Apropiada información en el ámbito internacional, para defendernos de calumnias, consejas y tergiversaciones.
Si en marzo de 2026 se repite el sainete de la consulta popular para elegir candidato democrático, como en 2022, apenas habrá dos meses para improvisar en los millares de asuntos que exige una campaña presidencial, sobre todo si se tiene en cuenta que el contrincante dispondrá de las dos vertientes del petrismo —la “legal” y la subversiva—, todo el dinero de la única gran industria actual del país y el inmenso poder del gobierno.
Por todo lo expuesto hasta aquí, tenemos la obligación de rechazar el abanico uribista. Si alguno de sus integrantes es escogido para representar las fuerzas democráticas, magnífico, pero si esa responsabilidad recae en un personaje de otra corriente, todos tendremos la obligación de apoyarlo.
Hay que empezar desde ahora, sin pérdida de tiempo, a encarar al enemigo como debe ser, y no seguir desgastándose en numerosas candidaturas condenadas al fracaso, hasta marzo de 2026, cuando ya sea tarde para salvar al país.
Desde luego, estamos analizando una hipótesis, pero no deben descartarse otras como que Petro cierre Cortes y Congreso y se vaya con su Plan B, C, o D; o que, con 600 municipios en poder de la guerrilla, “gane las elecciones”.
En los últimos días, el expresidente Duque ha propuesto una Alianza Nacional Republicana, y el Dr. Vargas Lleras, así como el General Zapateiro, han llamado la atención sobre la necesidad de la unión para conservar la democracia. Estas voces son muy acertadas y no merecen el silencio con el que han sido recibidas hasta ahora.
En resumen, el país no se rescatará de un despotismo sin límites éticos ni legales, como el imperante, con juegos políticos de azar ni con maniobras decimonónicas.
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Uno de nuestros mejores lectores ha resumido la situación así: “¡Muchos candidatos de derecha eligen uno de izquierda!”.