Su crimen imperdonable es haberse opuesto a este nuevo orden mundial de la ideología de género, al aborto como medio masivo de control natal; a la mutilación de niños dentro del cambio de sexo como derecho fundamental; a la eliminación de la familia; a la persecución de la raza blanca; al movimiento woke —con la expurgación de la literatura y la música, denigradas en el altar del mal gusto, la fealdad y el odio—; al feminismo delirante y al pseudoecologismo fanático, que conduce al decrecimiento económico y el empobrecimiento colectivo...
Por eso, durante la larga campaña, Mr. Trump fue demonizado; condenado varias veces como delincuente; multadas sus empresas con millones y millones; difamado por los grandes medios; minimizado por encuestas sesgadas, víctima de tres intentos de asesinato, y un larguísimo etcétera de acusaciones, desde acoso sexual hasta traición a la patria.
Los antecedentes de fraude masivo hace 4 años; votación anticipada y por correo; cómputo y máquinas de sufragio electrónico en varios estados, indican que la acción de prevención del fraude por los republicanos —con multitud de testigos bien entrenados y abogados vigilantes— fue eficaz hasta cierto punto, aunque la enorme votación por Kamala deja profundos interrogantes.
Los 50 sistemas electorales en USA van desde los confiables hasta los más viciados, y, por la estructura federal del país, una reforma electoral que recupere la limpidez para los resultados no parece posible.
Los Estados Unidos de Clinton, Obama y Biden dan la impresión de un imperio moral, política militar y económicamente en acentuada decadencia. ¿Hasta dónde podrá Trump reversar esa lamentable tendencia?
El odio de los perdedores, aferrados al globalismo marxista-cultural y woke, no cederá, y como afirma Eric Sammons (Crisis, noviembre 6). después de las elecciones no desaparecerá, y, por lo contrario, crecerá más y más, a medida que el nuevo presidente trate de hacer realidad su MAGA.