En efecto, al dar respuesta al último mensaje se adueñaron de mi cuenta en WhatsApp y empezaron a comunicarse con mis corresponsales ofreciéndoles dólares a $ 3.900 o algo así e indicándoles una cuenta, creo que en USA, a la que debían efectuar las transferencias correspondientes si estaban interesados.
Varios amigos me llamaron a decirme que esos mensajes les parecían extraños y entonces advertí que en efecto habían usurpado mi cuenta unos estafadores.
Procedí a formular la correspondiente denuncia penal a través de la página de la Fiscalía General de la Nación, que es muy amigable, y a reportar a una dirección de WhatsApp la novedad para que bloquearan la cuenta. Espero que así haya sucedido.
Quiero dar noticia pública del evento para advertir la gravedad de lo que está sucediendo. Otras personas me han contado ocurrencias similares y la única defensa que tenemos para proteger nuestras cuentas es no responder esos mensajes.
El que me hizo caer fue un mensaje intimidatorio, según el cual si no respondía WhatsApp bloquearía mi cuenta. Por eso reenvíe el número que me llegó, sin percatarme de la trampa que me estaban armando.
Debido a este asalto, decidí cancelar mi línea telefónica y contratar otra que me acaba de llegar con un número telefónico diferente.
No cabe duda de que desde arriba hasta abajo y por todas partes estamos a merced de hampones. La delincuencia de todos los pelambres está enseñoreada en el país y contemplamos atónitos que las respuestas gubernamentales, por lo menos en el ámbito nacional, son condescendientes con ella. La "paz total" no es otra cosa que un proyecto de sumisión ante toda suerte de bandidos.
Lo que estamos padeciendo no es otra cosa que la anarquía.
Bien se dice que todo vacío tiende a llenarse y por ese motivo las comunidades claman hoy por más autoridad, a sabiendas, desde luego, que la que hoy funge como tal en el poder ejecutivo de la Nación está tocada por sus antecedentes criminales y no se siente inclinada a actuar con severidad contra sus congéneres.