Después de 745 días con igual o mayor número de graves violaciones deliberadas a la Constitución y de repugnantes escándalos, ya es hora de abandonar las risueñas expectativas de quienes tranquilamente dicen: ¡Ya faltan menos de dos años para que finalice la pesadilla!
Esta semana, Petro se ha superado con dos actuaciones increíbles: 1. La orden a ECOPETROL, para que la empresa no participe en un negocio, ya convenido con OXY, que se hubiera traducido en notorio incremento de utilidades y reservas de crudo, y 2. La prohibición de celebrar contratos futuros para exportar carbón a Israel.
En ambos casos, las pérdidas para la economía nacional serán de billones de pesos. Desde luego, ambas órdenes presidenciales caen dentro de la órbita del Código Penal, pero, ¡no pasa nada!
Para impedir en Colombia la repetición de la tragedia venezolana, todas las fuerzas democráticas deben unirse desde ahora mismo, con el fin de escoger un líder único, que sea el candidato indiscutible y viable para las elecciones de 2026. En ningún caso puede repetirse lo de 2022, cuando hubo varias docenas de candidatos y tuvimos que acabar votando por un payaso coludido con el enemigo.
Si por parte de los líderes políticos se tolera nuevamente el surgimiento de docenas de candidaturas tan endebles como inviables, Colombia no tendrá esperanza alguna.
Entretanto Petro —gran dispensador de la cada día más costosa mermelada—, estimulado por el aterrador ejemplo de Maduro, por la indolencia de la clase política y la inoperancia de los mecanismos constitucionales para deponerlo, organizará, parlamentaria o extraparlamentariamente, su “proceso constituyente”, para presentarse a la reelección, con mejor preparación, incluso, que la del venezolano, porque ¡para algo sirve el mal ejemplo!
En el hermano país, durante un cuarto de siglo se repitió la farsa político-electoral, hasta que se impuso una figura grandiosa, la de María Corina Machado, pero ya era tarde...
Si en 2026 triunfa nuevamente el tal Pacto Histórico, Colombia tendrá un destino peor que el de Venezuela.
Por eso, nuevamente imploramos —por orden alfabético—, a los señores Iván Duque, César Gaviria, Enrique Gómez, Andrés Pastrana, Germán Vargas y Álvaro Uribe, que se reúnan, depongan sus rencillas, discrepancias y ambiciones, para pensar con la grandeza que les permita escoger, desde ahora mismo, un líder —Corina o Corino— para salvar al país.
De estos seis ilustres personajes depende la suerte de 50 y más millones, hoy, y de innumerables colombianos en el futuro. No creo que sea mucho pedirles; de lo contrario, pasarían a la Historia como los auténticos culpables de la caída del país en un abismo tan terrible como duradero.
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Y también desde ahora es inaplazable: 1. Reformar, mediante ley, la Registraduría, para asegurar su imparcialidad, y 2. Prepararnos para defender las urnas mediante mecanismos parecidos a los ideados por María Corina, para asegurar que el cómputo sea verídico y verificable.