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José Alvear Sanín                                                                    

—¡Juguemos en el bosque mientras que Petro está...! Petro, ¿está...?

—¡No, estoy tomando mi café de leche...!

—¡Juguemos en el bosque mientras que Petro está...! Petro, ¿está...?

—¡No, estoy preparando mi reelección “en cuerpo ajeno”!

Con estas tranquilizantes declaraciones del lobo feroz, los cerditos de los directorios políticos siguen entretenidos, jugando en el bosque..., mientras avanza otra operación de blanqueo de Petro, al que yo no hay que temer, porque él dice que no se va a reelegir..., porque sí habrá elecciones..., porque el Pacto Histórico las va a perder, en vista de que ninguno de sus “precandidatos” tiene votos...

Y así sucesivamente, un país adormecido se ocupa de temas baladíes como el de la “consulta popular” en octubre, o como el de cuál entre personajes de pacotilla, como Bolívar, pinturita, Angélica, María José o Alexander, será “el candidato de la izquierda unida”, para disputar la Presidencia al ignoto personaje que finalmente pueda aparecer en mayo del 2026 como campeón de la democracia en la primera vuelta.

La Realpolitik es muy distinta del anterior y distractor cuento de hadas, porque Petro no dejará la Presidencia a un “cuerpo ajeno”. Él sabe que no se puede contar con la “lealtad” de ningún cómplice. Una vez en el solio, el tipo más lambón y supino se convierte en el enemigo más ingrato y traidor. Esa es una ley de la historia, que se ha operado una y mil veces en la política.

Después de 31 meses de padecerlo, los colombianos conocemos perfectamente la psicología de Petro, y por eso no podemos equivocarnos cuando pensamos que él se quiere reelegir. No es comunista solo para despreciar y desconocer el ordenamiento jurídico, sino que ya no puede vivir sin:

  1. El uso y abuso del avión presidencial, para viajar como un sultán, con su séquito, durante varios días cada mes.
  2. Ser el tema del 98% de las conversaciones de sus desgraciados súbditos.
  3. Su aparición diaria en todos los medios, en distintas pintas, para proferir un sartal de imbecilidades, estupideces y tonterías, con tonillo filosófico y blandiendo el lápiz.
  4. El gozo diario de tergiversar, mentir y lucrarse con el abuso permanente del poder.
  5. Asistir y perorar en numerosos foros internacionales sobre las infinitas materias que ignora.

Por todo eso —y mucho más—, Petro no quiere pasar a ser otro expresidente insignificante, privado del placer que se deriva de hacer el mal y amedrentar a millones de compatriotas.

Desde agosto de 2022, viene maquinando cómo quedarse. Su infinita vanidad no le permite ser menos que Castro, Lenin, Stalin o Kim Il Sung. Quiere, como ellos, morir en el cargo y con las botas puestas...

En consecuencia, tiene planes A, B, C, D, y hasta Z, para su reelección. A medida del fracaso de un plan, se pasa al otro, y a veces prosigue con dos o tres a la vez, a ver cuál resulta. 

Se me dirá que eso indicaría grave desorden mental, a lo que respondo que efectivamente está loco, pero que los orates son obsesivos, especialmente en política.

Petro maneja la Tesorería, nombra y destituye, controla los órganos del Estado e irriga con mermelada los medios masivos, el Congreso y parte de la Judicatura, para permanecer en el poder; no para regalárselo a algún lagartico...

Ignoro cuál de los 28 planes (uno por cada letra del alfabeto), será el definitivo, pero una combinación del máximo desorden público, con mil y pico de “asambleas” municipales exigiendo una “Constitución popular”, puede obligarlo a “sacrificarse”, y asumir todos los poderes “para salvar el país”.

Este escenario es aterrador, pero no imposible; lo imposible es que Petro deje de ser quien es y se convierte súbitamente en un Alberto Lleras o en un poverello de Asís, que es lo que quieren creer los dirigentes políticos cuando lo oyen decir que está muy cansado de vivir en un palacio que es frío, aburridor y mala réplica de uno francés.

Publicado en Columnistas Nacionales

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