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César Salas Pérez                                                                                     

Con la contundente victoria electoral del presidente Trump varias cosas han quedado muy claras en el panorama político estadounidense, quizá las más importantes, la frenada en seco del avance del socialismo/progresismo en cabeza de un oxidado partido demócrata y por supuesto, la primacía de los valores en que fue cimentada la Unión Americana sobre los antivalores que desgraciadamente, se han invertido dando como resultado que los malos son buenos y estos, el objetivo a destruir por las garras libertinas de aquellos que pretenden reescribir la historia.

A mi humilde entender, varias fueron las causas de la debacle del establecimiento en cabeza del presidente Biden quien, a decir verdad, jamás fue apto para ejercer la presidencia no tanto por su avanzada edad sino más bien por su carencia psicomotriz para entender y actuar ante los desafíos que exige dirigir al país más importante del mundo.

Desde la perspectiva político social más general de la cultura gringa, se le insta al presidente a dar resultados casi que inmediatos conforme a las promesas de campaña y del ejercicio de la gobernanza, situación ésta que nunca se concretó con el saliente mandatario. En segundo lugar y dentro de estas perspectivas macro, no hay nada que supere el peso de la economía porque el bolsillo es y seguirá siendo el factor clave para la mayoría de los votantes y los americanos han sentido la pérdida de poder adquisitivo, la falta de empleo formal y el pésimo mensaje de acudir al subsidio que financia a sectores sociales parasitarios y golpea a la mayoría de ciudadanos que trabaja digna y diligentemente para terminar aportando a los que se niegan a hacerlo.

Un tercer lío con el que no pudo Biden y la derrotada vice candidata Kamala fue el de la inmigración ilegal masiva, sin precedentes y sin capacidad de proponer un verdadero plan de choque lo que permitió que EEUU hoy tenga más de dos millones de inmigrantes totalmente indocumentados y asfixiando el entorno donde alguna vez se respiró tranquilidad. Fue bastante simpático escuchar en campaña a la candidata demócrata hablar de medidas migratorias contundentes cuando estuvo al mando de la Nación por cuatro penosos años y no hizo absolutamente nada. Lo peor, y como siempre suele suceder, bastantes idiotas útiles cayeron en la demagogia populista de ese discurso de promesas y chabacanería y terminaron votando por ella, sobre todo, en las principales ciudades de USA.

En cuarto lugar, perdieron los medios de comunicación tradicionales con uniforme demócrata, los académicos que creen saberlo todo, pero a su manera, las firmas encuestadoras que ya no sirven ni como diagnostico ni como termómetro. Simplemente, ya no tienen la capacidad de predecir el sentir del electorado. Perdió la farándula de Hollywood aquel grupillo de millonarios que aun piensa que sus imágenes y fama endosan votos. A la gente le importa un pepino sus opiniones y elecciones. Perdieron los ambientalistas tóxicos que solo ven al hombre como único culpable del cambio climático. Perdieron poderosos financiadores de la agenda progresista de la cultura Woke en pleno. Perdieron las Universidades connotadas e icónicas que se han encargado de adiestrar a las nuevas generaciones a pensar y actuar dentro de los antivalores previamente legitimados. Según este nuevo credo impuesto, ya no es vergonzante despreciar a Dios, la familia, el respeto a los hijos, la vida y ser individuos ajenos de la autoridad y de la ley, éstos como los pilares que definieron a esta poderosa nación.

En quinto lugar, perdieron las élites poderosas que intentaron asesinar a Trump a sabiendas que era la única piedra que les faltaba por derribar. Observen ustedes queridos lectores esta larga lista de perdedores con Kamala: Los que apoyan matar bebés durante los nueve meses del embarazo por cualquier razón; la sexualización de los niños; la confusión de género; la desviación y perversión sexual; pierde la industria militar armamentista que se inventa guerras para lucrarse y que aportan miles de millones de dólares a los gobiernos, sobre todo, demócratas ; los promotores de las fronteras abiertas para el crimen y el narcotráfico; perdió la denigración de la masculinidad y feminidad tradicionales; perdió la ideología del mal siendo visto como bueno, y lo bueno como malo.

Perdieron los movimientos de “la Palestina libre”, el culto a los terroristas de Hamás, el culto a la destrucción de la sociedad. Con la vuelta de Trump pierde la Europa libertina confundida con los excesos de poder de muchos de sus gobernantes. Pierde el comunismo español qué abandonó a Valencia en la tragedia natural, gobierno desprovisto de sensibilidad humana y con muchísimo cálculo político. Quedan pensativos Putin, China, Corea del Norte, Irán, porque la política internacional exitosa de la unión americana está de vuelta.

De este lado del mundo, pierde el narco dictador Maduro que se va si o sí. Ya esta advertido y él lo sabe. El nuevo secretario de Estado, Marco Rubio conoce perfectamente la situación venezolana y latinoamericana. Pierde la dictadura cubana porque llegará el revolcón de fondo y no de forma. Pierde Brasil mientras esté Lula da Silva, pierde México porque su presidenta comunista no dará el brazo a torcer defendiendo su religión marxista.

Pierde Colombia con el exguerrillero Petro quien se envejeció y nunca se desmovilizó. Odia a los Estados Unidos pero su mediocridad le impide ejercer la diplomacia internacional y la cooperación entre los países de la región. Las agencias de inteligencia norteamericanas, al parecer, tienen suficiente información de vínculos de allegados a Petro con mafiosos para financiar su campaña electoral. El sátrapa está amedrentado y le puede ir peor si intenta retar al gobierno Trump.

Finalmente, gana el pueblo americano al que le estará de vuelta la gloria y el poder constituyente. Gana Dios como el ser de fe y esperanza humana, la familia y la vida. Triunfa la paz mundial porque se llega a acabar las guerras. Gana el capitalismo al seguir siendo la estructura económica predominante y atractiva. Gana el nacionalismo inteligente y el liderazgo de un hombre fuerte. Gana el orden, la autoridad, la libertad y la democracia como valores supremos para vivir en sociedad.

Con Trump gana la Colombia que grita libremente “fuera Petro”.

Publicado en Columnistas Regionales

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