En 2021, el PIB mundial fue de ochenta y siete billones de dólares (87.000.000.000.000) y las emisiones de CO2 fueron treinta y seis mil trescientos millones de toneladas (36.300.000.000). En el mismo año, el PIB de Colombia fue de doscientos setenta mil millones de dólares (270.000.000) y las emisiones de CO2 de ochenta millones de toneladas (80.000.000). Es decir, el PIB colombiano es el 0,31% del mundial y las emisiones de su producción el 0,23% de las emisiones mundiales.
Con esas cifras, decir que Colombia debe liderar – ir a la cabeza en su significado literal – la lucha contra el calentamiento global, parece un chiste y, sin embargo, no lo es para Gustavo Petro quien, con espíritu de mesiánico iluminado, está empecinado en hacerlo. La economía colombiana podría desaparecer mañana y su ausencia prácticamente no se notaría en el PIB mundial y su efecto sobre el calentamiento global sería menos que insignificante. Lo grave es que el Mesías Climático dispone de los medios para intentar realizar su fantasía, arruinando de paso la economía colombiana.
La licencia ambiental es el activo más importante de cualquier productor en el sector minero-energético. A diferencia de la concesión, la licencia ambiental no es un contrato entre el gobierno y una persona privada, sino un acto unilateral del primero que puede ser suspendido en cualquier momento. La entidad que otorga las grandes licencias es la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA), la cual depende directamente de la Presidencia de la República.
Además del fracking, Petro detesta la exploración petrolera, la explotación de yacimientos de gas costa afuera, la minería a cielo abierto, la minería de metales, etc. La ANLA puede negarse, como seguramente lo hará, a otorgar nuevas licencias y puede, también, suspender unilateralmente las existentes. El 8 de agosto, por ejemplo, la ANLA puede suspender las licencias ambientales de los pilotos de fracking que adelanta Ecopetrol en Puerto Wilches.
Las reservas probadas de petróleo en Colombia son de 2.039 millones de barriles y las de gas natural de 3.164 giga-pies cúbicos, lo cual arroja una relación reservas producción 7,6 y 8 años, respectivamente. Sin exploración, pronto esas reservas declinarán, se hará sentir la escasez y será necesario importar cantidades crecientes de hidrocarburos.
¿De dónde importar? Nada más ni nada menos que de Venezuela, ha propuesto el presidente electo. De la confiable Venezuela. La ruina y la dependencia energética del País.