Es cada vez menos probable que Petro y su partido puedan permanecer en el gobierno más allá de 2026: su fuerza electoral y su capacidad de movilización están muy menguadas y no se avizora nada que pueda contrarrestar su declive, todo lo contrario. El santismo, sin cuyo soporte no habría ganado en 2022, buscará la presidencia con su propio candidato, pues la deuda, por el apoyo decisivo del petrismo en la segunda vuelta de 2014, ha quedado saldada.
Los colombianos tendrán que escoger en 2026 entre dos modelos de desarrollo, a saber:
El intervencionismo proteccionista, agrarista y asistencialista que, con diferentes énfasis y pocas excepciones, ha caracterizado la política económica de sucesivos gobiernos, prácticamente desde el primero de López Pumarejo, en los años 30 del siglo pasado.
El liberalismo económico radical que vuelque la economía hacia el mercado internacional, atraiga la inversión extranjera masiva y retenga la nacional con bajos impuestos, equilibrio fiscal, moneda sana, libertad cambiaria y financiera, mercado laboral libre y un gobierno austero que garantice seguridad y orden.
Votar por el primer modelo - cuya expresión política será una coalición de santistas de todos los partidos que ya está en construcción – conduce a la perpetuación de una economía mediocre, atrapada en la trampa del ingreso medio por una fiscalidad agobiante y un sistema asistencialista de subsidios masivos, de empleo burocrático y corrupción legalizada, bajo la amenaza continua de perder totalmente la libertad y la democracia.
Está probado que los países con mayor libertad económica son más prósperos, sus habitantes gozan de mayor bienestar económico y social y de un medio ambiente más sano. En menos de tres décadas, Polonia y los países bálticos salieron de las garras del socialismo y saltaron a la liga de los países de ingreso medio-alto, aplicando la misma fórmula que en los años sesenta del siglo pasado siguieron los llamados Tigres Asiáticos (Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong-Kong), economía volcada a la exportación y abierta a la inversión, mientras que Colombia, al igual que los demás países de América Latina optaron por la fórmula agrarista y proteccionista de la CEPAL y la hostilidad a la inversión extranjera.
Es necesario construir una coalición política alrededor de la defensa sin ambages de la libertad económica radical entendida como el derecho fundamental de todos los seres humanos de controlar su propio trabajo y su propiedad; de trabajar, producir, consumir e invertir la forma que deseen; regidos por una constitución y unas leyes que protegen y amplían las libertades en consonancia con los avances de la ciencia y la tecnología y unos gobernante que permiten que el trabajo, el capital y los bienes se muevan libremente.
La libertad es una e indivisible porque en todas sus formas reposa sobre el mismo principio: el dominio de cada ser humano sobre su propia persona. El papel del gobierno es preservarla en todas sus formas y buscar su ampliación. La libertad es el objetivo político supremo y, más que utilitarista, su defensa debe ser rotunda y apasionada.
14 de octubre de 2024