Hay sectores políticos que, literalmente, viven de despotricar de la democracia colombiana. Se la pasan pregonando que aquí no hay democracia, que es una democracia de papel, que solo sirve a los poderosos, que es excluyente, que no da espacio a las nuevas voces y a los sectores marginales, e incluso llegan a decir que aquí se vive en una dictadura.
La mejor prueba de que todo lo que dicen es falso se da cuando esos mismos sectores se animan a participar en la democracia, juegan las reglas del juego y el desenlace les resulta favorable. Esa democracia que, según ellos, no existe y no les da espacio les abre todos los espacios y les da todas las garantías.
El pasado lunes 14 de marzo, apenas un día después de la jornada electoral, el senador Gustavo Petro, que con razón se sentía contento por los resultados, escribió en Twitter que la posibilidad de conformar “una coalición de mayorías progresistas en el Congreso” era ahora una realidad, como real era la posibilidad de que él ganara la presidencia. “Las reformas son posibles ahora, y la estabilidad del gobierno progresista es altamente posible”, finalizó diciendo. Eso no es más que el reconocimiento de que la democracia colombiana, esa de la que él mismo se la pasa diciendo que no existe, y que todo el tiempo califica de dictadura, es tan abierta, transparente y garantista que le ha abierto todas las puertas a él y al sector que él representa.
Si fuera cierto que la democracia colombiana es absolutamente cerrada y sirve únicamente a los intereses de los poderosos, los sectores más contestatarios no tendrían ninguna oportunidad dentro de ella. Sectores, por ejemplo, como los que participaron en el paro nacional de mayo y junio del año pasado. Los “poderosos” que, supuestamente, controlan nuestra democracia les habrían cerrado las puertas y habrían asegurado su exclusión, dando paso, en cambio, a sus favoritos.
Pero la realidad habla claro: el pasado domingo, en varias regiones de Colombia, varios de los líderes del mencionado movimiento participaron en las elecciones y obtuvieron victorias. Susana Boreal es hoy una representante a la Cámara electa por Antioquia, electa en democracia, aquella que, en esas violentas jornadas se decía, no existe. Y más impactante aún es el caso del Valle del Cauca, donde tal vez el impacto del paro fue más fuerte. Allí, el Pacto Histórico logró una victoria contundente con la elección de cinco representantes a la Cámara de acuerdo con el preconteo. Superó de lejos a las fuerzas más opuestas al paro, como el Centro Democrático, que solo obtuvo una curul, y el Partido Conservador, tan tradicional en esa zona, que se quedó sin curules. Fueron elegidas figuras como Luis Alberto Tejada y Alfredo Mondragón, líderes visibles y caracterizados del paro. Resulta que la democracia que, según esos sectores, solo les abre las puertas a los poderosos les abrió a ellos todas las puertas y les dio todas las garantías, al punto de que salieron elegidos.
Hablar mal de nuestra democracia es muy fácil. En especial, porque en todas las democracias hay imperfecciones, y la nuestra no está exenta de fallas. Es muy fácil entonces tomar una de estas fallas, extrapolarla y exagerarla, concluyendo falazmente que no hay democracia. Sería como concluir que una persona que tiene gripa está muerta.
Cosa que, por ejemplo, han hecho en la redes sociales con el asunto de las imperfecciones en el preconteo. Estas existen en todas las democracias: por eso se llama preconteo, y por eso existe como instancia definitiva el escrutinio. Organizaciones como la MOE han dicho que no hay evidencia de fraude, y el propio Roy Barreras dijo en declaraciones radiales que, seguramente, se trata de errores de buena fe. Todos los partidos han tenido acceso a través de sus testigos electorales. Pero siempre es más fácil no pensar, exagerar y gritar, sin importar la injusticia de lo que se dice o las posibles consecuencias.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 19 de marzo de 2022.