Al mundo entero no le cabe duda de que Putin ha cometido una agresión gravísima y sin ninguna justificación contra Ucrania. Incluso a países políticamente muy apartados, incluso a China. Pero, mientras tanto, varias figuras de nuestra izquierda local hacen maromas para tratar de justificar una agresión de esta magnitud.
El sentido de alarma ante los ataques rusos ha llevado a que ocurran cosas sin precedentes, como que se corte a los bancos rusos del sistema internacional de transacciones Swift, que se ponga al banco central ruso en lo que aquí llamamos “lista Clinton” (la lista Ofac), y lo que nunca nadie se habría imaginado: que la siempre neutral Suiza se uniera a la indignación mundial y anunciara, como anunció, que aplicaría por su cuenta exactamente las mismas sanciones que aplique la Unión Europea.
El mundo, en resumen, está horrorizado, y a nadie le cabe duda de que en la raíz de todo esto hay un agresor y de que la responsabilidad es únicamente suya, y ese agresor es Vladímir Putin. Bueno, a todo el mundo, menos a unos ciertos políticos colombianos.
Ha sido realmente desconsolador ver la manera como algunos políticos colombianos han salido a justificar tácita o expresamente esta agresión bélica. En Twitter, el senador Jorge Enrique Robledo reprodujo un texto según el cual la expansión de la Otan hacia el este había “obligado a Rusia a intervenir”. Antonio Navarro Wolff, por su parte, dijo en la misma red que una salida correcta para ese conflicto sería que Ucrania decline su intención de ser parte de la Otan. En ambas expresiones hay un intento de justificar a Putin con el pretexto de que el interés de Ucrania por unirse a la Otan no le dejó más camino que “intervenir”. Bonito eufemismo. En la vida real, ese “intervenir” es invasión y ataque con bombas, sangre, fuego y muerte.
Puede discutirse qué tan prudente ha sido la expansión de la Otan hacia el este, sin llegar jamás a concluir que ello justifique lanzar semejante ofensiva contra una nación y contra su población civil. Además, olvidan Robledo y Navarro que Ucrania es un país soberano, y su intención de unirse o no a tal o cual organismo internacional no puede responderse con artillería. A estos señores el antiimperialismo, que tan rápido les funciona cuando se trata de EE. UU., misteriosamente se les apaga cuando se trata de Rusia.
Ahora bien, como de costumbre, en todo esto merecen mención especial las reacciones de Gustavo Petro. Este candidato presidencial ha optado por la vía más expedita para la justificación del agresor: evadir el tema, decir que mejor de eso no hablemos. Conducta curiosa en alguien como él, que siempre tiene algo que decir sobre todos los conflictos y situaciones mundiales.
En sus primeros pronunciamientos, Petro repitió que para qué hablar de eso cuando en Colombia hay temas más urgentes. Absurdo: nada impide a la vez ocuparnos de nuestros problemas y rechazar moralmente una agresión injustificada. No le quita diez segundos hacerlo. La Fifa puede hacerlo, pero Petro no puede. La Federación Internacional de Judo puede hacerlo, pero Petro no puede. Pueden cien diplomáticos que se retiraron del salón en la Onu cuando iba a hablar el canciller ruso, pero Petro no puede. Hasta la Sociedad de Estudios Kantianos en Español puede hacerlo, pero Petro está muy ocupado.
En una entrevista radial el pasado martes, en la que en repetidas veces se le preguntó si condenaba la agresión rusa, Petro parecía un trapecista, ensayando todo tipo de piruetas y maniobras para evitar condenar a Putin. Habló del cambio climático y dijo que esta era una guerra por el gas. Igual que cuando se le toca el tema de los crímenes de Chávez y Maduro, la culpa nunca es de ellos, sino del petróleo.
Al ver a Petro hacer todas esas piruetas para evitar condenar a Putin, es inevitable preguntarse si esto es solamente apego ideológico o si hay alguna razón más práctica y prosaica por la que este candidato no quiere enemistarse con Putin y sus aliados. Tal vez pronto lo sabremos.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 03 de marzo de 2022.