El tema de las encuestas electorales es un asunto que no se ha podido meter en cintura, para impedir que se usen para manipular a la opinión pública, para crear un estado de opinión o para servir a intereses específicos de la política. Hay un gran debate sobre la conveniencia de su regulación, por la tensión que existe entre las libertades y la necesidad de prevenir efectos perversos en el proceso democrático.
En varios países se ha optado simplemente por exigir que se difunda la ficha técnica, para que el público pueda formarse un criterio sobre las características de cada encuesta, lo que es insuficiente a todas luces, por limitaciones culturales de la ciudadanía y porque así no se suple la exigencia de un mínimo de estándares metodológicos ni se hacen explícitos los conflictos de intereses.
Las encuestas deben ser fidedignas y rigurosamente técnicas, porque está probado que impactan el proceso democrático, ya que los ciudadanos indecisos tienden a premiar al candidato puntero, a partir del denominado efecto de convencimiento (‘bandwagon effect’), y los operadores políticos se acomodan en función de los resultados de estas.
El domingo pasado, en horario triple A, Invamer nos notificó que, de acuerdo con sus investigaciones, Gustavo Petro era el virtual presidente de los colombianos, con un nivel de preferencia ciudadana del orden del 45 por ciento. En ese momento, los celulares empezaron a sonar con desespero. No podía ser distinto, a pesar de que hace cuatro años la misma encuesta daba como ganador por mucho a Fajardo y ubicaba a Duque en el sexto puesto, con un 8,4 por ciento.
Para muchos, la noticia era incomprensible, si se la contrastaba con las encuestas anteriores y el clima electoral. Lo cierto es que los expertos tienen varias reservas. La primera tiene que ver con el hecho de que desconoce el gran número de precandidatos existente, lo que en todas las demás encuestas ha dado lugar a una gran dispersión en la intención de voto, lo que difiere con los resultados de Invamer, que se limita –en todos los escenarios– a cinco candidatos. Distinto sería, claro está, si ya se hubieran realizado las consultas.
Además, este ‘poll’ electoral debería contemplar el impacto que sobre sus resultados tiene el porcentaje de indecisos, por encontrarnos en una época temprana del debate presidencial. La intención de voto efectiva por Petro no puede ser del 45 por ciento, para una muestra de 1.200 encuestados, cuando los resultados que se han difundido corresponden a la decisión de voto de, apenas, cerca de 700 personas. Se trata de una base muy baja, que puede inducir a errores.
De hecho, la encuesta en cuestión reconoce unos grandes márgenes de error. Por ejemplo, para Bogotá es del 6,7 por ciento y para los estratos 4, 5 y 6, que no favorecen al candidato de la Colombia Humana, el margen de error es del 11,55 por ciento. De regir el nuevo Código Electoral, esta encuesta no se habría podido difundir porque, a instancias del senador Lara, allí se prohíbe la divulgación de aquellas que tienen un margen de error superior al 3 por ciento.
Por todo ello, no es de extrañar que, aunque en este ‘poll’ electoral aparecen ungidos Petro y Fajardo, con una intención de voto a favor del 45 y del 18 por ciento, respectivamente, las otras encuestas que se han venido a conocer esta semana reafirman que Petro se mantiene en sus platas, estancado en el veintipico por ciento, y Fajardo sigue en caída libre desde el 2020. Mientras entra en vigor la reglamentación de las encuestas aprobada por el Congreso, será necesario invocar la responsabilidad de las firmas investigadoras y, por supuesto, la de los distintos medios de comunicación.
Taponazo. La política de paz con legalidad de Duque ha permitido neutralizar a ‘Guacho’, a ‘Otoniel’ y a los jefes de la ‘Segunda Marquetalia’, hoy en estertores. La mano de la reconciliación debe ir de la mano de la autoridad, para lograr una paz efectiva.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 11 de diciembre de 2021.