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Rafael Rodríguez-Jaraba*

Al culminar el año, y en medio de una emergencia sanitaria que pareciera que empieza a ceder, debemos evaluar desempeños, logros y frustraciones, así como reflexionar sobre los obstáculos que nos distancian de un mañana mejor.

Si bien estamos logrando una importante reactivación económica luego de la devastación que causó la contingencia sanitaria y los actos de barbarie y vandalismo promovidos por la mal llamada Colombia Humana, seguimos estacionados en el subdesarrollo, no por carencia de recursos y tecnología, sino por facilismo, conformismo, corrupción e ineficacia de la educación.

Ojalá que en el 2022 avancemos unidos en la construcción de una patria mejor; lograrlo, es cuestión de decisión. Entre tanto, seguimos sin entender, qué por encima de los intereses individuales, económicos, políticos e ideológicos, están los intereses superiores de la nación.

Necesitamos construir una unidad nacional fuerte, diversa y pluralista; monolítica y solidaria, que nos integre en una fraternidad inquebrantable y no tan solo en el duelo o la alegría. Ser colombiano debe ser la vivencia permanente de un ideario común de valores que aún tenemos pendiente de definir.

Seguimos sin comprender que el cumplimento de la ley garantiza el orden y la libertad, que toda acción debe subyugarse a ella y que el anhelo de paz no nos debe llevar a su quebrantamiento. Algunos olvidan, que la paz es el resultado del respeto, el orden y la justicia, y no de la impunidad.

Seguimos sin entender que la educación es la cimiente del progreso y que en ella debe primar la formación sobre la información. Requerimos de maestros formadores y nos sobran profesores informadores. Necesitamos que la educación siembre virtud en mentes y corazones, y plante la semilla del emprendimiento y la superación.

Seguimos indiferentes ante al aumento desbordado de la población más vulnerable, ignorando, que mientras sigan naciendo colombianos sin posibilidades ciertas de progreso, no cesarán la pobreza y la violencia. Necesitamos una política educativa capaz de persuadir una planificación familiar responsable.

Nos mantenemos afectos a la prebenda, a la componenda, al privilegio y al favor indebido. Propiciamos o toleramos la corrupción de funcionarios públicos que venden la dignidad, expolian la economía y socavan la confianza. Necesitamos derrotar esta pandemia nacional que nos envilece.

Seguimos sin entender que progreso, es el aumento y nivelación de la capacidad de compra de la población y que las reformas sectoriales privilegian a pocos, perjudican a todos, concentran la riqueza y masifican la pobreza.

Necesitamos un nuevo modelo económico que estimule el empleo, promueva el crecimiento de la demanda, destierre los abusos del sistema financiero, democratice el crédito y haga justa la redistribución del ingreso.

Necesitamos de una nueva clase política, pulcra, capaz y poseedora de ciencia, virtud y sabiduría, que sea ejemplo y logre redimir la confianza perdida. Necesitamos que la política abandone la improvisación y acoja la planeación prospectiva, y que la justicia recupere su dignidad, respeto y majestad.

Para soñar una patria mejor debemos modificar el presente. Ojalá que la esperanza que trae el nuevo año nos inspire y nos permita reconocer, que lo mejor que hemos hecho aún está por hacer.

Federico de Amberes dijo: “A ninguna nación le falta capacidad para progresar, lo que a muchas les falta es decisión para hacerlo”. Luego agregó, “No hay mayor debilidad humana, y causa de violencia, corrupción y pobreza, que la falta de educación”.

P.D. Feliz Navidad y Año Nuevo para mis pacientes lectores. Para el nuevo año les prometo, mejor análisis, mayor profundidad y buena letra para que me entiendan.

*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

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