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El Tiempo (Editorial) 

Ojalá EE. UU. y otras potencias logren disuadir a Rusia de una posible invasión a Ucrania.

Las potencias democráticas más poderosas del mundo están intentando confeccionar en Liverpool un paquete de medidas lo suficientemente aleccionador como para disuadir a Rusia de invadir a Ucrania, una movida que según la inteligencia militar estadounidense estaría en capacidad de realizar a principios del año entrante.

Desde el Kremlin hacen llegar el mensaje de que no tienen intención de realizar una jugada similar y que esas versiones forman parte de la “histeria” de Occidente. Pero la verdad es que los antecedentes condenan a un presidente ruso Vladimir Putin que no pierde oportunidad para enviar señales inquietantes de que quiere restaurar el viejo orden geopolítico impuesto por la Unión Soviética (URSS) como heredera revolucionaria del monumental imperio zarista.

Al fin y al cabo, Putin se ha convertido en una especie de maestro del ‘gaslighting’, un término acuñado para definir las manipulaciones sicológicas que hacen creer a los demás que lo que piensan es una locura, lo que tuvo un primer episodio en el 2014, cuando inocentes ‘soldaditos’ verdes sin ningún distintivo de ejército nacional tomaron posiciones en Crimea y al final terminaron abriendo el camino para la anexión rusa de la estratégica península, y para que las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk se declararan independientes.

Por eso, los más de 100.000 soldados que realizan ejercicios en la frontera con Ucrania –estos sí con distintivos rusos– no llaman a engaños y disparan todas las alarmas. Para Occidente es claro que ya hay una hoja de ruta rusa camino de restablecer esa zona de influencia, países que formaron parte de la órbita soviética, pero que cada vez se decantan más por Europa. De ahí que en la cumbre virtual que sostuvieron recientemente el presidente estadounidense, Joe Biden, y su par ruso, este último insistió en que una línea roja para Moscú era la ampliación de la Otán a su patio trasero, al que en verdad consideran mucho más que una vanguardia estratégica.

Bien lo explicó Putin en un artículo publicado en julio en la web del Kremlin, ‘Sobre la unidad histórica entre rusos y ucranianos’, en el que torciéndole a veces el pescuezo a la historia da luces sobre lo que piensa bajo su gobierno sin fin.

A lo que se añaden sus frecuentes menciones de que la “peor tragedia geopolítica del siglo XX” fue la disolución de la URSS porque significó “la desaparición de la Rusia histórica”. Todos estos son conceptos que le hacen temer a la diplomacia occidental, y particularmente a la estadounidense, que Putin quiere “recrear la URSS”, como lo sugirió la subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, quien se refirió además a que el “apetito” del oso ruso probablemente no se haya calmado con Crimea, reflejando los temores de los países bálticos de ser los próximos en el menú.

De atreverse, Moscú tendría mucho que perder. Se enfrentaría a una muy sangrienta guerra contra un ejército ucraniano mejor preparado y armado que el del 2014 y a unas sanciones que podrían hacer retroceder su economía al menos 30 años, en épocas de vacas muy flacas. ¿Cuál será entonces la jugada? ¿Invadir? ¿Un golpe de Estado para instalar un gobierno títere? Pronto lo sabremos.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 12 de diciembre de 2021.

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