Tres de cada cuatro personas en edad de pensión no tienen una protección adecuada en nuestro sistema de seguridad social. Son tres millones de ancianos que hoy reciben un auxilio de 80.000 pesitos. El nuevo gobierno busca aumentarles el auxilio pensional a medio salario mínimo. Es loable, por supuesto, que se imponga la solidaridad social y se les asegure un mejor futuro. El lío es de dónde sale la plata para este subsidio.
Y como la Colombia Humana se eligió ofreciendo regalos, a manos llenas, el problema es mayor, porque no hay de dónde sacar, al mismo tiempo, para la “atención integral de los menores de 6 años”; el PAE; el programa ‘Alimentos a la casa’; el subsidio para “madres cabeza de familia vulnerables”; el “mínimo vital de agua” y el “salario básico para desempleados”, entre otros, que sumados cuestan la bicoca de más de 100 billones anuales.
Con el saldo que hay en las cuentas oficiales, nadie podrá lograr la tierra prometida. Por ello, se nos dijo, se requiere la reforma tributaria. La sorpresa es que Gustavo Bolívar, quien ahora funge como vocero económico, anunció en estos días que los nuevos impuestos serán solo para “el pago de la deuda de Colombia, infraestructura educativa, infraestructura agraria, vías terciarias, compra de tierras y agua potable”.
En medio de esta debacle, surge la propuesta de reforma de las pensiones, que es solo un truco para que el Gobierno pueda liberar anualmente 18 billones del presupuesto nacional, que hoy destina para pagar mesadas a su cargo, las que en lo sucesivo serán atendidas directamente por Colpensiones, gracias a los aportes pensionales de los trabajadores activos que, en adelante, no podrán ahorrarlos en las administradoras privadas, sino remitirlos a Colpensiones, hasta por los primeros cuatro salarios mínimos de cada aporte individual. Una verdadera felonía, porque se convierte en gasto lo que hoy es ahorro de inversión.
El pecado mortal es que los aportantes ya no volverán a ver esos dineros en sus cuentas individuales. Se les esfumarán. Así, los damnificados serán millones de colombianos, que hasta hoy podían ver y tocar sus ahorros, que crecían mensualmente para atender su vejez y que, ahora, se los quitará el Estado para pagar deudas pensionales del pasado, que venían cubriéndose con el dinero de nuestros impuestos. Con razón se dice que se les expropiarán sus ahorros. Y, en consecuencia, no habrá dinero para cubrir en el futuro sus propias pensiones, como ya ocurrió en el país cuando el Instituto de Seguros Sociales malbarató todas las reservas actuariales acumuladas.
Semejante necedad tiene dolientes de carne y hueso: el 92 por ciento de los afiliados al sistema de ahorro individual, que equivale a 18,5 millones de personas timadas. Aunque, desde otro punto de vista, los damnificados somos todos los colombianos, porque perderemos la principal fuente de creación de ahorro institucional del país, que hoy asciende a 360 billones. Basta tener presente que, de aquí en adelante, con la propuesta que se discute, se irían mensualmente para Colpensiones 1,9 billones, es decir, el 92 por ciento de lo que reciben actualmente, con lo cual nuestro mercado de capitales habrá de perder a su principal animador, dado que los fondos de pensiones son los mayores inversionistas en acciones y en fondos de capital privado locales.
El otro gran damnificado será el financiamiento público. Los gestores de esta reforma pasan por alto que el 30 por ciento del portafolio de las administradoras de pensiones está constituido por títulos de deuda pública. Nada menos que 100 billones de pesos que a la fecha financian al Gobierno y que en el futuro, de manera creciente, ya no estarán a disposición de la Nación.
Que no quede duda. Si se da este paso, el sistema privado de pensiones quedará herido de muerte y el próximo paso del Estado será apropiarse de los 360.000 millones del ahorro acumulado, para hacer ferias y fiestas. Ya ocurrió en Argentina.
Taponazo: Esta semana se anunció en el Reino Unido una rebaja general de impuestos y en España se avanzó en el desmonte del impuesto al patrimonio... ¿Y nosotros?
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 25 de septiembre de 2022.