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Juan Lozano           

Martirizaron tanto a los colombianos, que se les volteó la torta.

Con el propósito de debilitar al Gobierno abusaron tanto de este país, permitieron tantas infamias contra la población civil, afectaron tanto a la industria y el comercio, martirizaron tanto a las gentes más humildes sembrando el pánico en sus barrios y destruyendo sus sistemas de transporte masivo, paralizaron tanto ciudades, municipios y vías, dispararon tanto los contagios del covid durante el tercer pico, iniciaron tantos incendios, desataron tanto vandalismo que produjeron exactamente el efecto contrario al que deseaban.

En medio de esa desesperación colectiva de los días del caos y entre los miles de muertos de la pandemia, los colombianos otra vez fueron llevados al extremo y sacaron a relucir sus fortalezas, su determinación, su resiliencia y sus ganas de no dejarse derrotar.

Por eso, a pesar de la pobreza y el desempleo disparados, hoy vemos una Colombia tonificada, fortalecida, decidida a salir adelante y comprometida con la reactivación. Vimos el peor rostro de los sembradores de odio y anarquía y estamos viendo la mejor cara de los empresarios responsables, de los ciudadanos empoderados, de la gente buena que solo quiere trabajar honradamente para sacar adelante a sus familias.

Si se pusiera en un terreno político, de cara a las elecciones del año entrante, a juzgar por las recientes encuestas, pareciera que se hubieran valorizado las opciones que miran el futuro con realismo y optimismo, las propuestas alejadas del populismo incendiario, las alternativas respetuosas de la institucionalidad que han venido apareciendo en distintos partidos y coaliciones.

El Gobierno debe interpretar con mucha finura este complejo momento. El Presidente debe liderar con firmeza y sin distracciones en asuntos menores el proceso de reactivación, con particular énfasis en las herramientas que mitigan la pobreza y estimulan el empleo; debe seguir adelante con el plan de vacunación con todos los reflejos necesarios para corregir los problemas y anticipar soluciones; debe cumplirles a los jóvenes con prontitud.

En los meses que le quedan, que no son pocos, casi el veinticinco por ciento del período, debe mantener con fervor el diálogo social y avanzar en las herramientas de equidad que restauren las profundas heridas sociales y debe evitar que ideas aparentemente atractivas pero letales para la democracia, como la eliminación de la ley de garantías o la habilitación de dos días para las votaciones, afecten la transparencia de los comicios del año entrante. Y debe evitar que un escándalo mal atendido termine salpicando a un gobierno comandado por un presidente y una vicepresidenta honestos.

Soy testigo presencial del ímpetu reactivador reflejado en dos importantes eventos gremiales a los que fui invitado a intervenir en las últimas dos semanas: las asambleas generales de la Andi y de Camacol. El empresariado responsable y vigoroso va con toda. Da gusto. Las cifras oficiales de crecimiento son alentadoras. Habrá un gran segundo semestre. La reforma tributaria y social, que aún requiere de algunos ajustes menores, avanza en el Congreso. Incluso en el tema crítico del empleo, escuché una serena interpretación de las cifras, a cargo del supersubsidio, Julián Molina, que dejan ver una luz al final del túnel del desempleo.

Sin olvidarme de la inmensidad de los problemas que nos azotan, soy optimista. Colombia va a salir adelante. En el tablero electoral, entre cerca de medio centenar de aspirantes, hay por lo menos 8 opciones de candidatos serios y estructurados. Ahora es fundamental que esos actores políticos procedan despojados de odios, rencores y vanidades o ambiciones personalistas y acuerden unas reglas de juego democráticas orientadas hacia la agrupación responsable de cara a la primera vuelta presidencial, que permita salvar los cupos en el tarjetón de segunda vuelta para conducir a Colombia por buen rumbo.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 29 de agosto de 2021.

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