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El Colombiano (Editorial)                                                                               

La forma como el presidente Petro respaldó un absurdo video del exalcalde Quintero deja serias dudas sobre el estado en el que se encuentra y pone en duda su capacidad de discernir entre la realidad y la fantasía.

hace 19 horas

La manera como el presidente Gustavo Petro respaldó un absurdo video del exalcalde Daniel Quintero no debe ser visto como un disparate más del mandatario: lo ocurrido deja serias dudas sobre el estado en el que se encuentra el gobernante y, sobre todo, pone en duda su capacidad de discernir entre la realidad y la fantasía.

El exalcalde Daniel Quintero, ansioso de figurar, grabó un helicóptero que pasó por encima de su casa y denunció con gran estruendo que el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, lo estaba persiguiendo. “No le tengo miedo”, escribió Quintero, como si estuviera peleando contra un amigo imaginario.

Rápidamente el ministro de Defensa, Iván Velásquez, y el comandante de la Policía Nacional, general William Salamanca, salieron a aclarar que se trataba de un sobrevuelo normal de la Policía.

Por lo menos lo hicieron y aplaudimos esa muestra de que en el Gobierno también hay sensatez. Aunque no deja de producir cierto desconsuelo el hecho de que estos dos altos funcionarios, que deberían estar ocupados en intentar apaciguar la violencia que se está tomando regiones del país, tengan que dedicarle así sea una pizca de su tiempo a desmentir a una persona como Quintero, que se ha caracterizado por hacer todo tipo de montajes.

Pero lo más preocupante fue la reacción del Jefe de Estado. Petro replicó el mensaje de Quintero con video incluido y anotó: “Esto que se hace contra el exalcalde de Medellín se llama fascismo. Y es un delito”. Además, pone @FiscaliaCol para que desde el búnker inicien una investigación. Era tan absurda la escena, un Jefe de Estado creyéndole el montaje a un politiquero desesperado, y convirtiendo el episodio en un acto de fascismo, que nadie sabía bien si calificar el hecho como un simple oso o más bien como un retorcido acto de personas envenenadas por el exceso de ideología.

¿Qué hay detrás de ese mensaje de Petro? Si Petro estaba convencido de que había algo malo en el sobrevuelo del helicóptero, preocupa profundamente su capacidad de razonar. Cualquier persona con un mínimo de sentido común entiende que se trata de un sobrevuelo normal de vigilancia, como ocurre con frecuencia en capitales como Medellín o Bogotá.

¿No es capaz el presidente Petro de distinguir lo que es cierto de lo que no lo es? ¿Si le ocurre en un caso tan notorio, tan palmario, cómo será cuando se trata de otros hechos donde la verdad puede ser más escurridiza?

Ahora, si se trata no de un problema de razonamiento del mandatario sino de una estrategia de propaganda para desacreditar a quienes él considera sus enemigos, el problema sería igualmente grave: estaríamos ante un Jefe de Estado que utiliza la manipulación y la mentira contra sus contradictores. Un mandatario que pone su estrategia política y de propaganda, por encima de la verdad, que es en últimas el bien de todos.

En cualquiera de los dos escenarios, ya sea que supiera o que no supiera, el presidente Gustavo Petro queda mal. Y, sobre todo, se agudiza ese sentimiento de incertidumbre que embarga al país y nos hace preguntar: ¿en manos de quién estamos?

Es apenas una anécdota, pero tiene el poder de dejar al descubierto varios problemas estructurales del gobierno de Gustavo Petro.

El primero, la falta de seriedad y de rigurosidad. ¿Cómo puede Petro, sin elemento alguno, señalar al alcalde de una ciudad como Medellín de delincuente? ¿Por qué no le escribió un chat al ministro preguntándole si era cierto? ¿Por qué no le preguntó a un asesor que verificara?

El segundo, calificar el sobrevuelo de un helicóptero de “fascismo” y denunciarlo ante la Fiscalía General muestra un grado importante de paranoia. No se sabe si es el exceso de ideología lo hace perder la razón. O es el consumo de alguna sustancia, como lo ha dicho la periodista María Jimena Duzán, que lo pone a desvariar.

Y, en tercer lugar, la anécdota retrata también ese estilo de gobierno que se ha ido acentuando en Petro, que consiste en trasladar su vida a la red social X, allí escribe mensajes, da instrucciones, sentencia, pelea, debate, ataca a las instituciones, crea su propio metaverso ante la dificultad que parece le produce gobernar la realidad.

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Publicado en Editorial

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