El presidente astutamente lo percibe y es consciente que debería realizar con urgencia un remezón ministerial motivado por el desgaste de unos y las aspiraciones de otros a los distintos cargos de elección popular. De tal suerte que este mismo mes se sabrá quiénes salen y quiénes entran al gobierno, y por supuesto, ir con el tiempo en la búsqueda del ungido (da) presidencial, es decir, aquella persona que será el “en cuerpo ajeno” de Petro y por el que se la jugará toda para continuar gobernando.
Sin embargo, este tramo de la depuración del listado de candidatos es un acto de odios y pasiones que solo se irá despejando de acuerdo al nombre del aspirante, el historial profesional y político y por supuesto los bloques que lo (la) empezarían a apoyar, según las desdibujadas encuestas y el termómetro de los comités de aplausos citados desde los medios tradicionales, las redes sociales y las robustas chequeras del marketing político y la comedia criolla con tintes novelescos.
Indiscutiblemente, la amplia mayoría de colombianos han visto cómo su capacidad adquisitiva, su seguridad y sus niveles de vida han decrecido de manera alarmante con el actual gobierno. Mejor dicho y para ser excesivamente honesto, hoy por hoy los colombianos son más pobres y con menos oportunidades de mejorar sus condiciones, el tal cambio trajo más problemas que ejecutoria, los ciudadanos están conviviendo con el miedo por la inseguridad alarmante y la inacción premeditada del gobierno para actuar estratégicamente en la lucha frontal contra el crimen y los violentos; y entre muchísimos otros males, el desagradable hecho de la corrupción que permeó no solo al gobierno nacional sino a la gran mayoría de instituciones públicas.
De acuerdo a lo anterior, irremediablemente, se viene un voto castigo arrollador para el(la) candidato(a) que Petro escoja para sucederle en su aspiración presidencial. No la tiene fácil y es una tarea bastante compleja diseñar y vender un producto al electorado que proviene de unas manos inútiles e ideología decadente que solo le va a dejar como legado al país muchas cosas negativas y casi nada que resaltar.
Desde la otra orilla está la oposición a quien, a decir verdad, no se le ve compacta y unida, más bien se perciben dentro de una batalla interna o fuego amigo, marcando distancia entre sí y no haciendo desde ya la tarea de ir buscando acercamientos, consensos y disensos entre sí. Es natural que desde las primarias suceda este tipo de adversidades porque cada quien está buscando lo suyo, sus bendiciones e indulgencias así sean a costa de otros. Lo que si no es entendible es el por qué a estas alturas del partido no se han sentado en la misma mesa a charlar todos aquellos que buscan ser precandidatos o candidatos desde la oposición y empezar a ponerse de acuerdo sobre “ lo fundamental” que es la unión y el desprendimiento de vanidades personalistas estériles que propicien un verdadero bloque republicano para enfrentar el continuismo y la debacle en la que está sumido nuestra patria.
A este respecto saldrán muchos apocalípticos del acontecer nacional a decir que es prematuro ir escogiendo a unos y descabezando a otros y que será mejor esperar unos meses más mientras se decanta el mapa político, si pasan o no en el congreso las reformas petristas de salud, agraria, tributaria y las otras que definan el futuro del grueso de la población, o esperar si se acaba de hundir definitivamente la paz total período de maltrechos diálogos donde la violencia y la impunidad de los delincuentes nos han mostrado su peor expresión y sin algún síntoma de paz.
Señores, una cosa es la agenda del gobierno y otra muy distinta depender de ésta para ir tomando decisiones. No es de poca monta lo que está en juego en este próximo debate electoral, es la libertad, la democracia y el imperio de las instituciones lo que se irá a definir. Más simple no puede ser. Por el bien del país, únanse si quieren tener algún chance de pelearle a Petro la presidencia, Si no, apague y vámonos dice la frase célebre.
No puedo dejar de mencionar a los posibles aspirantes independientes, aquellas personas sin precedentes electorales pero que desde el amor y la pasión por el país decidirían participar en el debate democrático del 2026.
Creo firmemente que están dadas las condiciones para que un independiente gane la presidencia. Colombia está hastiada de los mercenarios politiqueros de siempre, cansados estamos de los clanes familiares corruptos dedicados por décadas a transar y negociar con el gobernante de turno, gentes sin escrúpulos pero con muchísima ambición económica y de poder quienes se han creído y adjudicado el plenipotenciario derecho de ser la solución cuando en verdad han sido el cáncer de nuestra democracia, la mayor expresión del pillaje en el poder.
Solo un (una) independiente bien rodeado, aconsejado y con los pantalones bien puestos podría matar dos pájaros de un solo tiro: el vulgar continuismo petrista y la asquerosa clase dirigente partidista vendida al mejor pastor, esa que utiliza y se aprovecha del hambre y la sed de sus votantes para hacerse elegir en el congreso a retroalimentar ese nido de roedores con ansias de extralimitado poder.
Solo una mujer independiente, con carácter, sin miedo, firme y leal a sus principios, honesta a más no poder, carismática, popular, estudiosa y que fue la única que desenmascaró a Petro y su banda, podría ser la ficha para ganar.
¿Adivinan ustedes ese nombre?