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Jorge Enrique Pava Q.                                                                              

En la pasada campaña electoral, la izquierda se rasgó las vestiduras tratando de desvirtuar lo que era evidente: petrismo es sinónimo de chavismo. Y pese a que les demostramos en todos los escenarios la íntima relación entre unos y otros, los petristas dijeron que eran tácticas sucias y que los equivocados éramos quienes vaticinábamos el desastre que hoy vivimos.

Vimos a un Petro pregonando que no era comunista; que odiaba la oligarquía; que lucharía por la igualdad social; que repelería la corrupción; que fortalecería la educación; que los pobres serían su prioridad; que la salud sería un derecho inalienable; que reduciría la burocracia; que el ELN se acabaría en dos meses; que la economía sobreviviría a punta de aguacate; y mil disparates más. Y millones de estúpidos descerebrados, sin capacidad de discernimiento, terminaron vendiéndose e imponiendo la barbarie.

Hoy, esos mismos irresponsables son los directos y primeros perjudicados por un gobierno que terminó siendo su verdugo. Porque los hechos han demostrado que el comunismo es miseria y caos; que Petro es de los mayores oligarcas del país; que la desigualdad es total; que los pobres son más pobres y los ricos disminuyen o cierran sus empresas; que los desempleados solo pueden aspirar a recibir limosnas del Estado; que el crecimiento de la corrupción se desbordó; que la educación está minada y los estudiantes sin opciones de créditos o cupos; que la prioridad ya no son los pobres sino los delincuentes; que la salud está debilitada y agonizando; que la burocracia se multiplicó; que el ELN y las FARC están fortalecidas; que el aguacate fue irrelevante y el petróleo, como nuestra mayor fuente de riqueza, se acabó. Es decir, Colombia igual a Venezuela.

Por eso, sin saberse aún lo que vaya a pasar con el sátrapa Maduro, podemos vaticinar, sin temor a equivocarnos, que las repercusiones sobre la izquierda colombiana serán mayúsculas. Porque las diferencias entre Maduro y Petro no existen y, en consecuencia, la caída del primero (que más pronto que tarde se dará) seguramente acelerará la del segundo, pues ambas son fundamentadas en los mismos actos de corrupción, financiación, desinstitucionalización, criminalidad, opresión y despotismo. Y no hablamos de ideología, porque en estas mentes perversas no existe tal cosa. Hablamos de soberbia extrema, ausencia de arrepentimiento y repetición delictual hasta el cansancio.

Y esa similitud, paradójicamente, es la que nos llena de esperanzas. El ver a Venezuela apoyada por los países que luchan por las libertades, nos genera la ilusión de que serán ellos mismos quienes protegerán a los colombianos de bien, para evitar que en Colombia se eternice la mafia desastrosa que nos gobierna. Y así como Venezuela logrará liberarse del comunismo perverso, nosotros debemos evitar a toda costa seguir por esta trocha que estamos transitando.

El mundo hoy le manda un mensaje al petrismo: que no se atreva a seguir violentando nuestra democracia e institucionalidad. ¡No más Petro! ¡Nos avergüenza su complicidad con el régimen ilegítimo de Maduro! ¡Reacciona, Colombia!

www.titepava.com

Publicado en Columnistas Regionales

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