Siendo bastante optimista y dejando a un lado toda la escoria y bajeza humana de quien gobierna y de quienes lo acompañan, hablaremos de lo que siente y anhela el ciudadano de a pie quien finalmente es el receptor directo de un buen o mal gobierno.
Lo primero que hay que decir es que antes que políticos y aspirantes a la primera magistratura lo que se requiere es de personas idóneas, con principios éticos y morales, individuos que gocen de reputación, honestos, que no tengan prontuario criminal ni hayan cometido o estén inmersos en actos de corrupción.
Que bueno sería por el bien colectivo el hecho de volver a dignificar y respetar la investidura presidencial, congresional y de cualquier cargo de elección popular ya que dadas las circunstancias actuales, queda en el ambiente ese sabor amargo de que hoy en día cualquiera puede ser el presidente de la republica, sin importar estudio, formación académica y profesional y sobre todo idoneidad y buenos modales, y que mejor ejemplo para abrir los ojos y aprender la lección que no es suficiente dejarse cautivar por personajes que pregonan sonoros discursos y prosas fantasiosas para engatusar electores, así en el pasado hayan sido un fiasco como gobernantes pero que vendiendo humo y propuestas ilusorias juegan con las necesidades y anhelos de los votantes para hacerse elegir y llegar al poder a destruir, mentir y robar.
El sentir ciudadano es que las ideas, las propuestas y los buenos programas de gobierno brillan por su ausencia, ese sentir dice que la vocación de servicio que se requiere para solucionar los graves problemas sociales son cosa del lejano pasado y que lo que les interesa a la mayoría de aspirantes y sus asociaciones políticas es aliarse por conveniencia con quien toque así se pacte con el crimen se medie con los delincuentes y se formen alianzas diabólicas solo para ganar y repartir el jugoso pastel presupuestal y burocrático entre ellos mismos y entre sus aliados.
En segunda medida esta cuenta regresiva del ocaso del gobierno Petro, sin duda, ha puesto a reflexionar los hogares colombianos como en ningún otro gobierno gracias a los escándalos y la rampante corrupción que se destapa cada semana, en el sentido de estar atentos de quiénes serán los aspirantes a sucederle, a analizar su origen político, sus desempeños desde el congreso o desde altos cargos al interior del ejecutivo, y sobre todo, conocer quiénes son los que rodean a esas figuras. Para esta elección del 2026 “el pasado no perdona”. Eso esta claro y no hay cabida para disfrazar la verdad.
En tercer lugar y amparado en el inicio de esta cuenta regresiva para el cese del fin de la horrible noche hay gran expectativa ciudadana por conocer de la participación en el debate electoral que se avecina de nuevos y frescos actores políticos, de personas que no hayan participado jamás en elección popular alguna pero que tienen méritos y buena imagen por sus desempeños profesionales y que sienten dolor de patria y amor por esta tierra para recuperarla y retomar el rumbo, nuevas figuras que saben y conocen de toda esta barbarie gubernamental petrista y de la inminente destrucción de país.
La gente está cansada de los mismos con las mismas, por ejemplo de esos mediocres que fracasaron como alcaldes de Bogotá y que sin sonrojarse vuelven otra vez a la arena política pero esta vez a seguir pregonando a nivel nacional el continuismo del sesgo ideológico actual, la pésima gobernanza sin proyectos ni ejecución exitosa en las políticas públicas, de la permisividad para con los violentos, del odio incrustado en sus humanidades para llegar a destruir y dañar lo que sirve a cambio de nada, excepto de retroalimentar sus egos. Pareciera que imperativamente se adjudicaran para sí el universal derecho a elegir y ser elegido y el que no está en sintonía no sería digno si quiera de intentar romper ese absurdo esquema de la no renovación, del recambio y del curso natural en la vida de desechar lo inútil y abrirle la puerta a la novedad política.
En cuarto lugar, podemos afirmar y sin temor a equivocarnos que Colombia es un país maravilloso y sus gentes por más difícil que sean las cosas, jamás pierden la fe y la esperanza en Dios y en mejores tiempos.
Ni la violencia acrecentada, ni la corrupción de la justicia, ni el mal gobierno sin resultados ni soluciones, ni el actuar doloso de los dirigentes aliados con la ilegalidad, ni el rencor del presidente, ni el bandidaje de los congresistas arrastrados y comprados por el ejecutivo, ni los pactos secretos disfrazados de procesos de paz con los alzados en armas, ni la prepotencia del inquilino de la casa de Nariño, ni sus amigotes y familiares que se han repartido el dinero de los contribuyentes, ni el odio visceral que en vez de unir el país lo polariza más y más, ni nada, harán que esa fe y esperanza sigan vivas en los corazones. Esta es una raza resciliente, de gente buena, trabajadora y honesta que merece la renovación casi que total de sus dirigentes para que lleguen nuevas figuras a la vida política nacional porque demostrado ha quedado en la actualidad que en la mayoría de los que ostentan poder los trueques y las componendas han herido de muerte las ideas por las que un día de fiesta democrática se hicieron elegir.
Mis mejores deseos en Navidad y el año nuevo a mis apreciados lectores.