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César Salas Pérez                                                                             

Dentro de las trampas maquiavélicas de Petro para no soltar el poder está latente la actual hoja de ruta de seguir confundiendo y acrecentando el caos con miras a desestabilizar la democracia y el orden Constitucional para tener la excusa perfecta de decretar vía estado de excepción la suspensión de las elecciones del 2026.

El terreno ya está abonado, la plata del erario también. Posee dentro de sus filas a cinco magistrados plebeyos de la Corte Constitucional que a decir verdad y por sus historiales parecen más activistas ideologizados de la izquierda radical que ejemplos de independencia y rectitud judicial.

Cuando llegue a ese despacho el decretazo siniestro para su supuesto estudio de exequibilidad, será más un trámite notarial que un estudio amplio y juicioso de la teoría del Estado y de la seguridad como bien jurídico tutelado.

Y es que a falta de un año y medio para el final de esta barbarie gubernamental resulta siendo muchísimo tiempo en tratándose de los valores supremos que están en grave riesgo de perderse como lo serian indiscutiblemente, de la libertad, el Estado de Derecho y la primacía de las instituciones.

Ya acabamos de ver la cuota inicial de esto con la grave crisis de la región del Catatumbo con un centenar de muertes y desplazamiento forzado de miles de compatriotas, donde Petro decretó el estado de conmoción interior y con cada expedición de sus decretos con fuerza de Ley no se ve nada distinto que la intencionalidad injustificada de acudir al camino más fácil, el de “gobernar por Decreto”.

Las palabras mágicas para terminar de confundir a los colombianos y de armar su propia retórica no son otras que utilizar en su favor la vieja expresión “una grave perturbación al orden público” porque dicha perturbación no podría ser conjurada mediante el uso de las competencias y funciones ordinarias de las autoridades sino más bien con competencias extraordinarias. El resultado según la norma en mención es el de “conjurar la crisis y evitar su agravamiento”. Por supuesto que esta leguleyada petrista tendrá que pasar por la Corte, pero ya presumimos de buena fe una votación favorable de 5-4.

Hablemos con franqueza, es inminente que en cuestión de meses ocurra lo que está dictaminado y fríamente calculado en el plan del gobierno, la implosión de más de diez Catatumbos en más de diez departamentos del país por cuenta de sus socios del ELN y de sus amigos de las disidencias Farc y de las Bacrim.

No nos dejemos engañar más con el absurdo de la tal paz total que fue una política de gobierno diseñada y ejecutada por y para criminales, nunca para el tan anhelado propósito de paz. Ya quisiéramos saber el estimativo de cuántas toneladas de droga y cuantos miles de millones de dólares han exportado y han recibido, respectivamente, todas estas estructuras criminales desde que Petro asumió el poder gracias a la licencia ilimitada para matar, extorsionar y traficar amparado en los diálogos de paz total.

Mientras esto sigue caminando a pasos agigantados y sin marcha atrás, el congreso de la República sigue con su vergonzoso papel escénico de indignado, con varias de sus bancadas jugando a la independencia o a la oposición y pensando más en las elecciones que en el cómo subsanar su propio descredito por apoyar disimuladamente a Petro en la destrucción del país. Colombia sabe del proceder lentejo y mísero de las mayorías de toda esta caterva de impresentables parlamentarios y su castigo electoral va a ser contundente, claro está si es que hay elecciones.  En estas circunstancias, este paquidérmico congreso debería exigir públicamente a Petro rodear la fuerza pública, desatarla de pies y manos y enfrentar el terrorismo con contundencia, copando los territorios inundados de violencia y drogas ilícitas y cooperar con EEUU para la captura inmediata de la cúpula terrorista elena escondida en Cuba y Venezuela. Infortunadamente, por miedo a Petro y por culto a sus propios cálculos políticos, siguen idiotizados con la mermelada en sus bolsillos.

Si seguimos haciendo memoria y analizando lo que le espera al país vemos que año y medio es mucho tiempo para Petro y sus compinches en casa de Nariño. Por un lado, la seguidilla de escándalos de corrupción solo ha mostrado la punta del iceberg donde varios ministerios y departamentos administrativos han sido manoseados por los delincuentes de cuello blanco aliados del gobierno. No solo basta con volver a mencionar la ilícita financiación de la campaña Petro Presidente sino la más reciente tormenta política tipo espectáculo circense del consejo de ministros en televisión en horario prime. Por supuesto que de un gabinete tan destrozado por dentro no se podrá esperar nada bueno y su resultado previsible ha sido la oleada de dimisiones ministeriales.

Sin duda, queda en evidencia que las promesas del primer gobierno de la izquierda hablando de cambio y transformación del país solo fueron eso, promesas porque como dijo la vicepresidenta de Colombia “en su departamento el Cauca estaban mejor antes que ahora”.  Por otro lado, el juego de las contradicciones y polémicas presidenciales es y será su manera de escabullirse de su dura realidad, de disimular su fracaso como mandatario, de seguir apostándole a la ruptura institucional y democrática para asegurarse seguir en el poder otros cuatro años más. De solo imaginarlo me da escalofrío y más dolor de patria.

Es obvio que Petro seguirá necesitando de la vieja política tradicional interesada más en el poder que la ideología y allí es donde seguiŕan jugando a su favor los petroconservadores, el partido liberal trans-politico, el partido de la U y cuanto sátrapa con ínfulas electorales y politiqueras tenga a su favor.

Tristemente queda mucho tiempo de desgobierno y en la oposición nada que se sientan a dialogar seriamente sobre cómo contrarrestar este espectáculo del cambio, a sabiendas que la izquierda en el fondo está herida y desgastada, más no acabada.

Publicado en Columnistas Regionales

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