Y no es para menos estar alerta, encender las alarmas y tener sumo cuidado con este señor quien no en vano se ha ganado el título de traicionero, embaucador, traidor, timador y un notable apostador a la hora de jugar sus cartas políticas para no perder vigencia y de paso que su fracasado proceso de paz resucite de entre la inmundicia y el rechazo histórico de esa componenda personalista que ha sido catalogado como el inicio del poder comunista y guerrillero en la casa de Nariño.
La entonces nueva trampa santista estuvo de vuelta con Petro presidente cuando condujo a toda su cuadrilla parasitaria incrustada desde décadas en los hilos del poder a apoyar al hoy desdibujado presidente. Se estima que en el ejecutivo actual casi la mitad son simpatizantes del nobel y los que no están, posan de opositores. Santos apoyó a Petro y esperaba a cambio que este fuera sumiso con el cumplimiento del acuerdo de paz con las Farc, sin embargo, aconteció que Petro mandó al carajo a Santos y al refrigerador su obra de paz sin paz.
Por obvias razones y pese a que prometió retirarse de la vida pública, sus escrúpulos y ambición por ser el centro del show mediático del poder en Colombia, rompió su promesa desde entonces, y por segunda vez, está de regreso, pensando en lo que será el año 2026, reclutando nuevamente a sus mascotas de siempre y a nuevos vasallos serviles del ala progresista y liberal donde la orden no es otra que enfilar baterías por la señora López como su candidata predilecta.
Franca y tristemente, no se puede negar que Santos es el personaje que más hila fino a la hora de hacer pactos y componendas para que sus teorías cobren relevancia. Él teje muy delgado la filigrana de la gobernabilidad y todo lo que hace está fríamente calculado. Si alguien duda de esto, basta con echarle una leída a su libro “un mensaje optimista para un mundo en crisis”, allí revela muchas de sus recientes verdades que solo las creen sus alfiles de toda la vida y muchos actores políticos que poco o nada saben de historia y de por qué ésta se repite en el país y no aprendemos de los errores.
Del cómo Juan M. fue ascendiendo en política es simple, se iba acomodando al gobierno de turno, lo nombraban Ministro, se aburría y pateaba la lonchera marcando distancia con el presidente que le dio poder y protagonismo, salía de viaje, regresaba y se reacomodaba en favor de quien iba ganando y nuevamente como premio, un ministerio. No aceptaba embajadas porque era como sacarlo del juego manteniéndose alejado de Bogotá.
Pero el punto de quiebre fue dejarle votado el Mindefensa a Uribe en 2010, autoproclamarse como su candidato… lo demás es historia. Siendo presidente, pronto marcó distancia de su mentor, se volvió Chavista por conveniencia, luego acudió al dictador Maduro; se casó para siempre con las Farc, se hizo reelegir con ayuda de Odebrecht más un derroche de plata en la costa caribe comprando votos, se robó el resultado del NO en el plebiscito, se compró un Nobel de paz en Suecia, le dio protagonismo y jugosa chequera en blanco a su copiloto Germán Vargas para que no lo abandonara y se tragara en silencio el sapo de la farsa de la paz. ¿Será por esto que este último nunca será presidente?
Llegó casi que moribundo al final de su segundo mandato en el 2018 con el ardiente sol a su espalda por el desprestigio de acordar con los peores delincuentes la entrega del país. No pudo poner sucesor. En fin, de este personaje se puede esperar lo peor porque solo le interesa él y nadie más que él.
Pero, en el fondo ¿A qué le estará apostando esa venidera y diabólica alianza del santismo, el petrismo, y el claudismo-progresismo? Fácil, a que no se cercenen los acuerdos de paz, su máxima herencia y a enterrar de una vez por todas a los “enemigos de la paz”. Un obsesivo con el poder sabe que está en una contrarreloj y que, si no se consolida su legado de una paz sin paz en el próximo cuatrienio, no habrá más tiempo para insistir en ese despropósito ya sea por edad, por salud, por cansancio político en defender lo indefendible, o en el peor de los casos, por el efecto Donald Trump a quien a decir verdad, nada le simpatiza ese acuerdo de paz sea por desconocimiento o por tacharlo de pacto espurio rechazado por los colombianos en un plebiscito.
Así las cosas, entrando en la recta final del gobierno Petro como el más corrupto e incompetente en toda la historia del país, a este no le queda camino distinto que aliarse de frente con su apéndice política y jugársela toda con López ya que son agua del mismo jarrón e ideológicamente, están más unidos que distanciados. Es el en cuerpo ajeno que el guerrillero necesita para que no se destapen más escándalos y que se maquille la historia reescribiendo a Petro como lo que nunca fue y burlando la realidad de su oscuro paso como presidente. También de consumarse este tridente continuarán cogobernando los delincuentes, las guerrillas y el narcotráfico bajo el amparo de la paz.
Veremos en la próxima campaña cómo Santos intentará limpiar la imagen de Petro, la forma en que pone contra las cuerdas a las cortes, manejando a su nuevo títere el Procurador General de la Nación un politiquero mañoso haciendo política y nombrando cuotas de sus viejos amigos senadores para que apoyen a la señora López. Recordemos que ya se empezó a armar ese gran bloque que divulgará diferencias con los extremos que le apostará al tibio e inexistente centro político. Es un viejo y rayado disco que Colombia no está dispuesta a escuchar más. Basta de tanto abuso, el país necesita reconstrucción urgente, valores, principios, gobierno decente, gente idónea, preparada y comprometida con retomar la senda de la seguridad y el empleo. Y allí precisamente, no tienen cabida ni Santos ni sus nuevos aliados.