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César Salas Pérez   

La expansión del neo comunismo por el continente americano se ha propuesto apoderarse de Chile y Colombia. Si lo logran, prácticamente, todo estará perdido porque las dictaduras socialistas duran décadas, acaban con sus democracias, libertades e instituciones; se organizan en grupos delictivos para someter al pueblo, saquea sus riquezas, derrochan sus reservas internacionales, usurpan la propiedad privada, acaban con la libre empresa, crean su propia Policía Militar que salvaguarde su régimen, llevan al caos y la anarquía a sus ciudadanos, se convierten en refugio de hampones y terroristas internacionales, y por más próspero y saludable que haya sido un país en todos sus niveles, finalmente, termina en la miseria, el caos, el hambre, la migración masiva de quienes huyen del terror y la muerte propiciada por sus dictadores y en contra de sus mismos connacionales.

Chile, es quizá el país de este lado del mundo que más ha avanzado democráticamente en las últimas tres décadas. Su prosperidad económica es sorprendente a tal punto que para el 2022, el FMI estima su PIB per cápita en US 30.000 mil millones, similar al de Portugal. Pero esto no ha sido fruto del azar, este progreso tiene nombre: Augusto Pinochet, quien gracias a su versión ortodoxa de la economía de mercado crédito, llevó a que el modelo fuera ejecutado por tecnócratas educados en la Universidad de Chicago más conocido como los “Chicago Boys”, reemplazando la inestabilidad social y económica del derrocado comunista Salvador Allende.

El militar con sus “Chicago Boys” echó al traste el sueño comunista de nacionalizar empresas privadas, puso orden al desbordado sindicalismo, acabó con el odio al empresariado y dinamizaron los controles estatales a la economía, liberalizando las importaciones, vendieron las empresas estatales y confiaron en la mano del mercado para cambiar el rumbo. Una verdadera revolución en ese entonces.

Hablarle de Pinochet a un social comunista progresista y reconocerle sus avances en materia económica es como hablarle mal del Corán y de Alá a un musulmán. Su sesgo ideológico y su odio visceral por los gobiernos de derecha y en este caso, de la dictadura militar de Pinochet, es un insulto a la ignorancia que los ha eclipsado.

Todo tiene sentido cuando se analiza el éxito y la prosperidad de un país en términos de economía y equidad. Nada tiene sentido cuando los gobernantes desconocen la historia de sus pueblos.

Después de la transición hacia la democracia, los subsiguientes gobiernos han presidido un proceso de desarrollo que hoy es la envidia del continente. Y todo gracias a muchas de las medidas adoptadas durante la era Pinochet.

Teniendo un modelo estructurado no fue difícil crecer en infraestructura, política social, salud, educación, sistema de pensiones.

Entonces no veo por qué a la prosperidad de Chile, se le adjudique exclusivamente a la transición y a su presente político, a sabiendas que la gran mayoría de sus tácticas y ejecutorias provienen de la dictadura.

Los australes gozan de altísimos niveles democráticos; la academia y el gobierno trabajan los temas sociales de manera sincronizada, el ciudadano accede a la institucionalidad de manera rápida y eficiente.

El proceso chileno de “Democracia Abierta”, es un modelo envidiable, y precisamente, es el que impulsa mecanismos que aseguran la participación ciudadana mediante espacios de deliberación, focalizada en cinco grandes principios: Los derechos de participación, la deliberación, el principio de mayoría, la representación democrática, y la transparencia.

En otros temas como la ciencia, la tecnología, la investigación, el deporte, la cultura, el medio ambiente, entre otros, son líderes. Sin duda, Chile es un país inmejorable.

Sin embargo, todo lo que les ha costado gran esfuerzo en construir, puede venirse al traste de ganar Boric en segunda vuelta. Sería el principio del fin chileno. Boric es un comunista amigo de Maduro, Evo, del chascarrillo Castillo del Perú y de todo lo que huela a Marxismo.

Pretende darle un revolcón a Chile con las viejas promesas socialistas de aniquilar a los que producen y premiar a los vagos de la sociedad. Pero se ha dado cuenta que está al descubierto y que el voto moderado que es el que está en disputa, ya no le come cuento.

Por esto ha acudido a otra fórmula tan vieja como el vino, tuvo que volverse más moderado y llamar a muchas de sus propuestas como “adecuaciones” para darle viabilidad política a su programa. Tales propuestas son más de lo mismo: Diálogo social, aumento de subsidios, un aparato estatal solidario, más sindicalismo, bajar impuestos, espantar a inversores y empresarios; acabar con Dios, la familia y la autoridad.

Nuestras energías deben rodear al candidato Kast, un político del partido Republicano de Chile, creyente y profundamente católico, hombre de familia, respetuoso de la institucionalidad y la autoridad; defensor de políticas radicales contra la migración, crítico del aborto y del matrimonio igualitario. Es el candidato que le ofrece a Chile continuar por la senda del crecimiento económico y de la estabilidad.

Es un fiel defensor de la desregulación de los mercados y la privatización de las empresas. Se hace llamar “El candidato del sentido común” y ante el mundo su lema es “Atrévete a hacer de Chile un gran país”. Kast es amigo de Trump, de Bolsonaro, de Vox en España, entre muchos tantos republicanos del mundo entero.

La lucha electoral está apretada pero la derecha es silenciosa y efectiva a la hora de votar. Chile, sin duda alguna, es la joya de la corona y lo que allí pase, repercute en Colombia.

Publicado en Columnistas Regionales

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