Hace unos años estaba en la picota la administración de Juan Manuel Llano por haberle incrementado el salario al gerente de Infimanizales, y los medios impresos, radiales y televisivos se inundaron de agravios, acusaciones, degradaciones y ofensas que traspasaron los límites de la decencia, para terminar afectando núcleos familiares y sociales de quienes eran objeto de esos señalamientos. Y el espacio para la defensa mediática fue mínimo, pues no se generó siquiera la confrontación y, peor aún, cuando los acusados fueron absueltos por la justicia, esos mismos medios callaron y la noticia la relegaron a lugares recónditos, evadiendo cualquier resarcimiento.
Hablamos solo del aumento salarial para un gerente que se encontraba en uso de sus funciones y ejerciendo labores sin restricción alguna; es decir, con capacidad para desarrollar su trabajo e intervenir en las negociaciones que fueran de su resorte. Un aumento lícito, como quedó demostrado después de un largo y oneroso proceso judicial. Muy diferente a lo que hoy tenemos en Ideas Más: ¿cómo justificar que al gerente se le pague un salario de $ 13.800.000 mensuales, que proviene indirectamente de las arcas del municipio, sabiendo que no tiene capacidad jurídica para contratar con el Estado, ni ejercer a plenitud la representación legal de la empresa? ¿La Contraloría, que fue tan diligente para actuar en el caso anterior, por qué guarda silencio en Ideas Más, si las evidencias son lapidarias y basta con mirar la inhabilidad ampliamente publicada, para deducir un claro detrimento patrimonial? ¿Cómo soporta silenciosa la Procuraduría General de la Nación que sus decisiones se solapen de una forma tan descarada y abusiva?
¿Y los medios de comunicación qué tienen para decir? Sé que no soy de los afectos de muchos de los periodistas de Manizales y Caldas, pues mi incursión en los medios ha sido muchas veces considerada como un intrusismo, aunque lo he hecho bajo los cánones de la ley, y bajo la independencia y el respeto por quienes ejercen el periodismo como su profesión. Lo que no puedo callar es que ese poder que representa la prensa libre, esté hoy bajo la indolencia absoluta; y que sea un misterio para los ciudadanos que situaciones tan delicadas como la existencia de una empresa por donde se está privatizando el presupuesto público, y que tiene en su representación a una persona inhabilitada, solo sea noticia para unos pocos medios; ni que esos periodistas tan acuciosos en el pasado, hoy estén ajenos a nuestra triste realidad, conservando un silencio dañino ante la degradación de lo público y la destrucción de la institucionalidad.
Y ni hablar de las entidades gremiales que, con contadas excepciones, permanecen mudas ante lo que nos está sucediendo, cuando no escatimaron recursos en el pasado para acusar sin fundamentos, provocando debacles enormes que nunca serán reparadas, porque lo que importaba era el daño inmediato, efectista y arrasador, sin miramiento de las consecuencias personales, familiares, ciudadanas y sociales. ¿Por qué sí fue grave, por ejemplo, el caso de las sillas del estadio -donde no se perdió un solo peso-, y no lo es que se privaticen $ 150 mil millones para una línea del cable que no tiene diseños definitivos, y que acusa una peligrosa improvisación? ¿Por qué sí fue censurable la construcción de un hospital de mascotas (que se entregó terminado), pero no genera inquietud que haya una administración incapaz de ponerlo en operación?
¿O será que el detrimento patrimonial para los entes de control y de justicia se presenta solo cuando las administraciones son de un color político diferente al de sus directivas? Y para los gremios, ¿sólo es censurable lo que haga un alcalde o un gobernador cuando no tengan la disposición de contratarlos y generarles su supervivencia? ¡No más silencio, por favor!