Lo que dejó un sabor demasiado amargo fueron los hechos protagonizados por el partido verde, el del alcalde, que desbordan la racionalidad, el decoro y el juego limpio por el que debemos propender en una sociedad pacífica.
El primero, fue la forma como jugaron con las expectativas del candidato Juan Sebastián Gómez, a quien a última hora le barajaron el aval en una alianza macabra entre al alcalde Marín y el peor enemigo de Colombia, Gustavo Petro. Y se podrán preguntar: ¿cómo es que el alcalde, quien tiene expresa prohibición para participar en política, influye en estas decisiones? Y la respuesta es sencilla, aunque degradante: él sí lo puede hacer porque se ha ganado una inmunidad de hecho que le permite violar la ley sin temor a castigo alguno; y si la alianza es con Petro, queda doblemente protegido pues ya las evidencias nos han demostrado que Petro también es inmune, y en mayor grado, a las sanciones del Estado.
Y aquí venimos a algo más desastroso aún: el candidato del alcalde, su primo Santiago Osorio, salta de un cargo netamente uribista en la Casa de Nariño, a la alianza con Gustavo Petro, el antagonista supremo de su anterior jefe. Y pretende ahora seducir con las mentiras y la alharaca (que ya vemos que son genéticas), los votos de los seguidores de Petro. Es decir, el alcalde Marín pasa de reprimir las masas a través del Esmad y de judicializar a una cantidad de supuestos bandidos y delincuentes, a pretender que ellos sean quienes voten por su primo a la Cámara de Representantes, y así consolidar una nueva hegemonía familiar y “nepótica”, cuyas mayores diferencias con las anteriores son que, mientras en las tradicionales había inteligencia y capacidad, en esta solo hay vicio, degradación moral, corrupción e idiotez.
¿Vamos entonces a entregarles el poder a dos púberes para que ya no solo destruyan la ciudad, sino que ese maquiavelismo e incapacidad trasciendan todo el departamento de Caldas?
Y el segundo hecho degradante es la forma como inicia la campaña el alcalde (o su primo): en forma paralela con la inscripción del candidato Osorio, se activó la bodeguita verde para arremeter en contra de un enemigo que cada vez se torna más inderrotable: Octavio Cardona León. Porque si algo le duele al alcalde, y hoy a su primo el candidato es que, de verdad, los hechos hablan; y nada más evidente que la degradación de Manizales en estos dos eternos años de desgobierno de Carlos Mario Marín. De esa ciudad que recibió el alcalde verde ya no queda nada, y de tantas acusaciones infundadas y desinformación que se generaron desde la propia alcaldía, solo queda la claridad de que estábamos en mejores manos en la administración de Octavio, donde había orden, progreso y desarrollo, que en esta donde campean el caos, la inseguridad, la pérdida de valores, la corrupción, el nepotismo y la indolencia. Solo queda claro que el alcalde Marín se dedicó a alimentar su ego y a enriquecer a unos pocos, además de hacer política para su primo, y desatendió completamente las necesidades de la ciudad. ¡Y eso duele, claro, porque significa una segura derrota en las urnas!
Y habrá quien diga: ¿y por qué no denuncia entonces estos hechos? Pues al ver cómo la Procuraduría General de la Nación enredaba los procesos instaurados, me encuentro con que, a la anterior procuradora provincial, Liliana Palacio Álvarez, por cuyas manos pasaban mis denuncias y en las cuales quedaron truncas, la nombran como Jefe de Oficina de Servicios Corporativos en Infimanizales, a partir del 1 de noviembre de 2021, cargo directivo de libre nombramiento y remoción. No hay que ser muy perspicaz para deducir por qué entonces no prosperaba nada que llegara en contra de esta corrupta administración. ¡Dios mío!