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César Salas Pérez   

El departamento de Córdoba, sin duda alguna, es uno de los más lindos de Colombia. Montería es preciosa, el río Sinú se torna majestuoso ante su cálido clima y la pujanza de sus habitantes, engalanando atardeceres de ensueño y regocijo.

Pero el notable desarrollo de la ciudad en la última década se debe al trabajo incansable de una novedosa clase dirigente que, desde el trabajo y la conexión con los ciudadanos, decidió desligarse de cualquier tipo de interés personal, dejar la comodidad de los escritorios en sectores exclusivos y ponerse el overol de pueblo.

Y fue precisamente, Marcos Daniel Pineda, el dos veces Ex alcalde de Montería quien es el culpable para bien de muchas de las cosas buenas que están pasando en la ciudad y que llegaron para quedarse, no solo en el corazón de los monterianos, sino en la lupa de otros gobernantes que están interesados en copiar ese exitoso modelo de ciudad que hoy es un ejemplo no solo para Colombia sino para el mundo.

Sin temor a equivocarme, creo que Marcos Daniel le apostó a construir sobre lo construido y a rediseñar su proyecto de ciudad a largo plazo.

Cuando un líder político abandona sus sesgos ideológicos y la adversidad político electoral, da un paso inmenso hacia el afecto y el corazón de sus ciudadanos.

Quizá, el peor error de un dirigente es creer que la gente del común o el ciudadano de a pie, que es el que masivamente llena las urnas de votos, está pensando como él piensa, y realmente no es así, porque el gobernante tiene una agenda macro que cumplir. Sin embargo, cuando ese mismo gobernante introduce en su agenda de trabajo a sus ciudadanos como pilar fundamental de su programa de gobierno, la cosa cambia por completo ya que los actores principales en una democracia, gobernantes y gobernados hacen parte de una sola mercadotecnia política que estrecha esta relación, lo que se traduce en una comunicación fluida, transmitiendo compromiso, confianza y seguridad desde la Alcaldía a la ciudad entera y su ruralidad. Así lo entendió Marcos Daniel por allá en el 2008 y posteriormente, en el 2016 cuando ejerció sus dos períodos como burgomaestre de la hoy, imponente y preciosa Montería, Córdoba.

Con la voz de Dios a su favor, la voz de su pueblo, se propuso transformar una ciudad que no iba bien, con muchos problemas, un evidente atraso en materia económica, en obras y con la moral baja de sus gentes.

No pretendo traer a colación cada uno de los programas que se llevaron a cabo en sus dos administraciones, simplemente porque se agotarían estas líneas; lo que quiero es llamar la atención de cómo es que se debe gobernar y con quién gobernar, entender ese difícil ejercicio desde las regiones, desde la descentralización y la autonomía político administrativa de la carta política.

La visión a largo plazo con enfoque diferencial es lo que destruye cuatrienios, y Marcos Daniel dejó esa huella o legado a quienes le sucedían. Una vara muy alta   convertida en un reto de marca mayor con dos únicas alternativas, una, de superar lo hecho, y la otra, de ser inferior al reto. Creo que la primera opción es la que está vigente en la hermosa Montería.

Conscientes de que la chequera y las grandes gestiones están en Bogotá, desde el gobierno nacional y el congreso de la República, respectivamente, el trabajo incansable de la senadora Nora García, ha sido definitivo para que la ciudad y el departamento de Córdoba hayan superado el ostracismo paquidérmico que por años se había enclaustrado en esa región.

Norita, “La Dama del sinú” ha legislado pensando en sus coterráneos y colombianos durante tres períodos legislativos arduos y realmente significativos, donde al unísono se escucha una sola voz, la del cordobés agradecido por tanto en tan poco tiempo.

Ahora el reto de recoger y asumir ese inmejorable legado político, electoral y de  resultados, el de elevar esa gran bandera hacia lo más alto y empuñar una fuerza avasalladora que trascienda aún más en el espectro nacional, le ha correspondido al ex alcalde Marcos Daniel Pineda, con su candidatura al senado de la República por el Partido Conservador (número 7), quien como dice su lema de campaña, “resultados”, solo tiene que mostrárselos ahora al país y explicarle a las otras regiones el hecho de cómo los notorios resultados en su terruño se pueden traducir leyes justas, en progreso, desarrollo, bienestar y primacía del interés general para un país empobrecido por la pandemia, una ciudadanía hastiada de la corrupción que no le cree a sus gobernantes y que los califica como personajes indeseables.

Ciertamente, este tipo de candidatos son los que debieran estar en el congreso, porque gozan de afecto popular, porque tienen visión de país, porque desde otrora cargos de elección popular demostraron con creces lo que son capaces de hacer por sus comunidades. Marcos Daniel tiene dos retos inmediatos: Sostener los miles de amigos que desde siempre han confiado en Nora García logrando la mayor votación, y de otro lado, ser el mejor senador de Colombia. Por supuesto que logrará su credencial, pero su trayectoria y ejecutorias lo obligan a trascender, lo retan a romper sus propios esquemas y a esforzarse más. 

Algo muy valioso que reclama Colombia es que lleguen al parlamento aquellos que no hayan sido condenados ni penal, ni disciplinariamente o en materia fiscal. Acatando siempre el debido proceso y el derecho a la defensa, constitucionalmente establecidos. Y Marcos Daniel en su vida pública ha demostrado tener una hoja de vida intachable, envidiable y ejemplar.

Nos corresponde ser honestos con nuestros lectores y hacer visible a personajes como Marcos Daniel, que está llamado a continuar desarrollando su actividad pública con vocación de servicio en beneficio de los cordobeses, y ahora, de los colombianos, con su candidatura al senado de la República período 2022- 2026.

Como dice el marinero “Buen viento y buena mar “al candidato al senado del Río Sinú, del sombrero “vueltiao”; el candidato de los resultados. El pronóstico electoral indica que llegará al congreso un peso pesado del partido conservador.

Publicado en Columnistas Regionales

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