Puede que la probabilidad de romper todos los cables submarinos simultáneamente sea baja, pero los efectos de roturas de sistemas regionales son altos, y hacerlo está en la caja de herramientas de algunos que de manera económica, sencilla y casi invisible, pueden hacer que parte de nuestra forma de vida actual, que asumimos como dada e irreversible, deje de serlo.
Cuando empezamos a construir la “infosfera”, la capa adicional que los humanos le agregamos al planeta, quizá desde cuando se puso en servicio el primer cable submarino trasatlántico en 1.866, se desarrolló hasta nuestros días un mundo digital de comunicaciones aparentemente sin fronteras, invisible y lejos de la delgada capa de la tierra sobre la que caminamos, y por eso tal vez simbolizamos a la internet con una nube, algo gaseoso y sin contacto directo con nosotros.
Lo que no entendemos bien es que esa “nube”, aparentemente inmaterial, funciona porque está conectada físicamente y de muchas maneras al manto terrestre en que vivimos, y una de ellas es la red mundial de cables submarinos que como una araña hemos tejido en el lecho oceánico, conectando continentes y personas. Aunque muchos todavía no lo asumen, desde hace tiempo se agregaron a la lista de armas los ataques cibernéticos, que podrían ser el escenario de terribles guerras que ojalá nunca se desaten. Pero los asociamos exclusivamente con las capacidades para afectar o destruir digitalmente la cantidad de programas y sistemas computacionales de los que dependen más cosas de lo que nos imaginamos. Sin embargo, el riesgo no tiene que ser tan sofisticado ni depender de expertos en computación. Solo se necesita que alguien “accidentalmente” olvide levar el ancla de un barco y en su recorrido reviente cables submarinos. Menciono algunos ejemplos.
En noviembre del año pasado, misteriosamente dos cables submarinos de comunicaciones en el Mar Báltico se rompieron, cuando coincidencialmente el carguero de bandera china Yi Peng 3 navegaba por la zona y momento del daño; lo que también, casualmente, hizo un barco de la flota petrolera fantasma rusa en diciembre 25. La semana anterior, la Guardia Costera de Taiwán ahuyentó al carguero Shunxing 39 que, aunque navega bajo bandera camerunesa, según las autoridades pertenece a una empresa registrada en Hong Kong y al parecer cortó cables de comunicaciones submarinos al norte de la isla. No sean mal pensados, seguro esto es pasajero y cosa de “mala suerte” porque China seguirá hasta febrero en el “año del conejo”, que es bastante torpe en el agua; pero para “tranquilidad” de todos, el 2025 será el “año de la serpiente”. Alisten los botiquines con suero antiofídico y no olviden que el mundo que tenemos hoy, existe porque el transporte marítimo se volvió seguro y por ello, global, gracias a los EE.UU., pero dejaría de ser tan “fluido” si la paranoia se mezcla con el agua salada. (De esto hablaremos más adelante).
13 de enero de 2025.