Cree, obsesivamente, que debe cambiar el modelo económico capitalista del país, que, desde tiempo atrás y hasta su llegada, había sacado a millones de colombianos de la pobreza, había logrado disminuir el empleo, tener una cobertura del 98% en salud y una cobertura en educación básica y media cercana al 100% -aunque hay que decir, que la educación estatal es de baja calidad , atrapada como está en manos de un sindicato revolucionario aliado de Petro- y del 53% en educación superior (cifra que venía creciendo ostensiblemente). En cambio, pretende instaurar un modelo estatista que destruye la economía privada y reemplaza el trabajo por el subsidio y el robo de los recursos públicos a sus clientes electorales, la dignidad por una bolsa de comida y la libertad por el control del Gran hermano de los organismos de represión de las fuerzas de seguridad y de la Primera Línea, como en Cuba y Venezuela.
Pero es tan inepto que cuando presentó, por la vía institucional, todos los proyectos de reforma al Congreso, fracasaron, a pesar de la infinita dosis de sobornos con los que intentó comprarlo, salvo la reforma tributaria y la reforma a las pensiones, cuya legalidad está en entredicho en la Corte Constitucional. Y para chantajear a la nación, todos los días se inventaba un método para amenazar el estado de derecho: de la reforma constitucional al poder constitucional y de este al acuerdo nacional.
Pero, en el fondo, esos fracasos no le perjudicaban mucho porque como maestro del engaño y el ocultamiento, para llevar a cabo su cometido acudió, muy al estilo marxista, además de la estrategia institucional, a la del pacto secreto con los que considera sus iguales ideológicos, como el ELN. De esta manera, lo que no se aprobara en el Congreso o no superara el control constitucional, estaría asegurado. Con cara ganaba él y con sello perdía el país.
Pero en su megalomanía, que sólo le permite autoconcebirse como el más grande líder colombiano y latinoamericano de todos los tiempos y un profeta global, pensó que sus pares de los grupos armados ilegales aceptarían sin chistar su liderazgo para someter al país. Craso error. Una cosa es tener alguna afinidad ideológica, y una muy otra, pensar que, en virtud de ella, esos grupos aceptarían perder el derecho que creen tener de dirigir la revolución, cualquier cosa sea lo que ellos entiendan por esta, metidos hasta las marices en el negocio de narcotráfico, que todo lo que toca lo pervierte; o, peor aún, que quisieran renunciar al statu quo en el que se encuentran, con creciente poder regional y gran control del negocio de la cocaína y la minería ilegal.
El ELN, que surgió en 1964, diez años antes que el M-19, la organización de Petro, nunca ha renunciado a las armas y ha despreciado a todos aquellos que lo han hecho, comenzando por el propio M-19, que se desarmó al firmar la paz en 1990. El ELN ha negociado con todos los gobiernos que lo han solicitado, pero nunca ha firmado un acuerdo; por el contrario, ha utilizado las negociaciones para fortalecerse y desprestigiarlos. Y eso están haciendo con Petro. Lo han utilizado.
¿De verdad creía el presidente que el ELN iba a renunciar a su trayectoria e historia para ceder ante él? Su ego es tal que lo vuelve ingenuo. Acordaron un cese al fuego sin cese de hostilidades, no renunciaron al secuestro y determinaron que punto que aprueben, punto que queda en firme. Y ahora, para escarnecerlo, le cuentan al país que Petro les hizo una “propuesta confidencial”, la semana que acaba de terminar, para que no se levantaran de la mesa; propuesta que resultó ser la misma que ya habían firmado, según el mismísimo presidente, si lo que afirma es verdad, porque uno ya nunca sabe a qué atenerse con él. Se trataría del punto 3.2 del acuerdo 28 del 24 de mayo de este año, que reza: “impulsar nuevos modelos sostenibles y propios de producción en los que el Estado cumpla su responsabilidad social, que superen la desigualdad y el modelo especulativo y monopólico, que permitan y promuevan una transición hacia un modelo económico no depredador” (ver Semana.com de ayer). Cualquiera diría que Petro quería, insisto, si lo que dijo es verdad, meterle el dedo en la boca a tan avezada contraparte, que, por supuesto, dijo que eso ya estaba pactado, y que lo que quería saber era si le iba a cumplir. El resultado es que está en el peor de los mundos. Nadie le cree, salvo sus corifeos, y nadie lo reconoce como el gran hombre que piensa que es.
Ahora haré un ejercicio de prospectiva, en el que presentaré un escenario posible. Cogido en el truco, si todo sigue el patrón que se deduce del estilo de negociar del ELN, Petro se embarcará, si el país se lo permite, en la negociación del modelo económico en la que las cartas están marcadas y el resultado determinado en virtud de las organizaciones de fachada que tomarán la vocería de las mayorías y dos o tres empresarios que han hecho cálculos y concluyen que el experimento les resulta rentable (como hicieron con las pensiones).
Y cuando el país se dé cuenta, podrían haber acordado una constituyente de bolsillo o un candidato o lo que les sirva, siempre y cuando sea el ELN el que tomase las riendas del proceso y, si culmina exitosamente -para lo que usará esas organizaciones de fachada, esos dos o tres empresarios, la primera línea, las milicias y todo tipo de movimiento legal o ilegal que sirva- arrodillar al país y conquistar el poder. Pero de lo que sí estoy seguro es de que ni Petro ni uno de sus áulicos dirigirá ese proceso, en caso de que se dé.
Muchos dirán que estoy olvidando a los otros grupos armados ilegales, que tienen sus propios intereses. Pero es razonable pensar que, si se desata un proceso de este tipo, ellos se plieguen a cambio de conservar y aumentar sus prebendas.
Ya una vez fuimos derrotados cuando ganamos el plebiscito de Santos mediante maniobras obscuras y la traición del congreso que modificó la voluntad popular y le abrió puerta a la avalancha marxista. Pero también hemos ganado experiencia y ahora será más difícil para ellos arrebatarnos las instituciones democráticas. No se debe aceptar ninguna negociación del modelo económico a espaldas del país. De hecho, ninguna negociación en los términos de la paz total.