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César Salas Pérez   

Bastante lamentable resulta el presente político de Petro quien desde siempre quiso ser presidente y cuando obtuvo el poder, miserablemente, desistió de gobernar para todos y prefirió seguir actuando como un candidato soportado en su vanidad narcisista, en su lenguaje ilusorio y provocador y en su culto inmejorable por aquellos que están en la ilegalidad cometiendo crímenes y delitos sometiendo a los ciudadanos de bien.

Desde que tengo memoria, este señor casi que vitalicio en el congreso tenia todas las soluciones a todos los problemas de Colombia, se rasgaba su investidura criticando con vehemencia a quienes en su momento ostentaron la presidencia de la república y sus equipos ministeriales. Daba cátedra marxista leninista en contra del Statu Quo, entonaba montones de prosa redundante en favor del pueblo y en contra de las élites generacionales del poder criollo, adulaba a todo aquel que no estuviera comprometido ciegamente con su causa “revolucionaria” y defendía desde su pequeño trono egocentrista a sus viejos amigos guerrilleros con los que en sus tiempos de juventud quizá planearon y ejecutaron barbaries criminales al por mayor y al detal.

Sin embargo, para Petro no todo ha sido tan malo en sus primeros dos años de gobierno, ha sido mucho peor y demoníaco, y las consecuencias de su maquiavélico plan destructor de la libertad y la democracia empiezan a verse en la realidad y en el Estado de ánimo de los colombianos. Un país sin salud, plenamente inseguro y dominado por los bandidos del ELN, las Farc, bandas criminales, Tren de Aragua, carteles del narcotráfico, y pillos de menor cuantía. Unas FF.MM maniatadas, una sociedad desempleada y sin oportunidades formales dentro del mundo laboral donde las mujeres y los jóvenes son sus principales damnificados. Una economía prácticamente en recesión y con sectores industriales y comerciales casi que paralizados, la dramática caída del turismo, el frenazo en el sector de la construcción, minería legal y explotación de hidrocarburos, el aumento de la pobreza monetaria y multidimensional, el empoderamiento de los criminales en municipios y ciudades, la escasez de medicamentos, la precariedad en la informalidad, la amenaza usurpadora de robarse el ahorro de 18 millones de compatriotas para inyectarlo a su proyecto comunista y la falta de esperanza en los colombianos.

La lista de desaciertos y fracasos gubernamentales es bastante larga y robusta, caracterizada por escándalos de varios de sus escuderos en temas de corrupción, de despilfarro del dinero publico y de ministros y diplomáticos que carecen de formación académica y experiencia profesional para estar en cargos claves dentro del organigrama del ejecutivo.

Pero los colombianos alineados con la oposición siempre supieron que toda esta debacle iba a acontecer y que en el 2022 había ganado la presidencia un charlatán radicalizado y ambiguo que no llegaría a gobernar para todos sino a tomar revancha y cobrar deudas típicas de viejos comunistas decadentes quienes en el ocaso de sus días no descansan en sus ideologías y solo saben insultar, herir, dividir, maltratar, perseguir y hasta ordenar aniquilar a sus adversarios solo para sentir algo de elixir de vida que en el fondo, ya no es vida.

La otra cara de la moneda la representan los que votaron por este personajillo decadente, quienes han venido despertando de la tal promesa dizque del “cambio” a sabiendas que en esa estratagema artificiosa estaban personas tan cuestionadas como los Benedetti, los Roy,  los clanes politiqueros costeños, el pacto de la Picota, las Farc de alias “Mordisco” quien dijo que sus armas cumplieron con el cometido de intimidar a la población civil a votar por Petro, entre otros oscuros personajes.

Y no es para menos, que el sentimiento de decepción, cargos de conciencias y arrepentimiento de millones de colombianos que sufragaron por este señor, hoy ven con más claridad lo profundo de su error. Ahora bien, si como humanos se cometen errores, lo más natural es merecer una segunda oportunidad y para estos compatriotas esa oportunidad es que no se vuelvan a dejar timar y engañar de políticos que solo hablan en plaza pública de hazañas, mitos y leyendas para transformar la sociedad y el territorio.

Mejor dicho, lo mejor es votar por candidatos sensatos, con excelentes hojas de vida, honestos, que no tengan prontuario criminal ni militancia en grupos terroristas, y que habiendo ocupado cargos de elección popular, tengan ejecutoria y avances. Vean lo que pasa por ejemplo en Bogotá, donde su alcaldía ya no es el segundo cargo de importancia en el país sino más bien, el trampolín para llegar a la presidencia. No interesa qué hicieron por la hermosa Bogotá y cuál es su legado para sus 9 millones de habitantes, es más importante utilizar su presupuesto, su vitrina y su posición estratégica para planificar con antelación una campaña presidencial. Lo hizo Petro, lo hará muy seguramente la exalcaldesa López.

Ahora bien, no contento con este despelote en el que este señor ha sumido al país, ahora destapa sus cartas y afirma sin afirmarlo con su propuesta de Constituyente su deseo de perpetuarse en el poder reeligiéndose insolentemente al mejor estilo de su patrón, el dictador Maduro. Tanta palabrería absurda y descabellada para llegar a las mismas practicas chavistas, robarse a todo un país. Pero lo hermoso de la vida es que nada es para siempre y la decadencia política del radical ambiguo es una realidad. Las marchas recientes en contra de su pésimo gobierno son el termómetro de la temperatura ambiente en las calles de Colombia. El fulano lo sabe y en su desespero por contener la verdad cometerá errores. Veremos si el país está preparado para apagar esta lamentable llama incendiaria.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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