Aun descartando motivación abyecta, la CSJ se ha sumido en la indignidad, para presentarse ahora ante el país como un tribunal genuflexo y supino, incapaz, por tanto, de inspirar respeto.
Seis días después de las gigantescas marchas que indican el estado de opinión de un país asqueado por el escándalo diario que ofrece el gobierno, la Corte prefiere ponerse al servicio de un régimen que va eliminando metódicamente todos los vestigios del Estado de Derecho, en la veloz carrera que ha emprendido para que Colombia sea una segunda Venezuela.
Lo menos grave que ha ocurrido es que con la Fiscalía de bolsillo puedan respirar tranquilos tanto la ralea de los Petro —padre, hijo, hermano— como sus sicofantes, porque 50 millones de colombianos ya no podrán esperar “tranquilidad ni garantías” del activismo político de extrema izquierda que a partir de ahora ha de imperar en la Fiscalía.
El país esperaba la devolución de la retocada terna, o la negativa a escoger entre las postuladas por el gobierno de la “paz total” y los carrotanques. En cambio, la Corte, que fue capaz de rechazar la terna de Uribe (infinitamente mejor que la de Petro) durante tantos meses, se somete ahora a la de este, quizá porque el primero no infunde terror ni exhibe los antecedentes incendiarios del segundo.
Como nadie ha pensado que la Dra. Camargo sea “buena”, escaso consuelo ofrecen quienes justifican a la Corte diciendo que escogió a la menos mala...
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¡Teatro, puro teatro, la reacción de Petro frente a la elección de la nueva fiscal!