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Alfredo Rangel       

No hay nada más peligroso que hacer bien y con diligencia las cosas que no se deben hacer.

Se ha vuelto un lugar común, machacado y reiterado ad nauseam decir que si le va bien al Presidente, le va bien al país. No siempre es verdad. Depende. Si el Presidente tiene una agenda de desarrollo, bienestar y progreso para el país, esa afirmación es verdad. Pero si el Presidente tiene una agenda anacrónica, desueta, estatizante y de división y confrontación nacional, entonces no es verdad. Al contrario: si le va mal al Presidente, le va bien al país.

Esto último es el caso que lamentablemente está padeciendo nuestro país. El presidente Petro tiene una agenda ideológica que se expresa en una serie de reformas nocivas para Colombia. Es una agenda anacrónica y estatizante que considera que el Estado siempre es el bueno y que el sector privado es el malo, es el enemigo interno. Esto lo condensaba un inspirador de las ideologías totalitarias del siglo pasado al sentenciar: “Dentro del Estado todo, fuera del Estado nada”. Pudo haberlo dicho Stalin, pero lo dijo Mussolini. Da igual. Esta es la guía ideológica de Petro en su reforma de la salud, en la pensional, en la de servicios públicos, y siga.

Por eso evidencian una gran ingenuidad o un despiste absoluto quienes consideran que el problema de Petro es su falta de gestión, su ineficacia administrativa, su descoordinación institucional, su ausencia de visión gerencial, etc. Menos mal, diría yo. Porque si su agenda ideológica, anacrónica y nociva se estuviera implementando con una gran eficacia, celeridad, coordinación y eficiencia, no estaríamos como ahora al borde del abismo, sino que ya hubiéramos dado el fatídico paso adelante. No hay nada más peligroso que hacer bien y con diligencia las cosas que no se deben hacer. Ya lo sabía aquel prudente empresario que ante el dilema de tener que despedir a uno de dos operarios que cometían muchos errores y hacían las cosas mal, pero uno era muy diligente y laborioso, mientras que el otro era lerdo y perezoso, prefirió despedir al laborioso que hacía mucho más daño y quedarse con el perezoso, que lo perjudicaba menos.

Tecnócratas, exfuncionarios del Gobierno e incluso dirigentes gremiales insisten en que el problema de Petro es de gestión. El buen hombre y calificado académico Jorge Iván González, exdirector del DNP, asegura que el programa de gobierno de Petro es “intrínsecamente válido”, pero que el problema es que el Presidente tiene dificultades para darle facticidad, o sea, hacerlo realidad, porque él desconoce y niega “las numerosas limitaciones institucionales, sociales, económicas, jurídicas y políticas”. Menos mal. El exministro de salud Alejandro Gaviria, crítico certero de la reforma de la salud de Petro, se queja, sin embargo, de que “no existe ni siquiera un borrador de la transición que quieren llevar a cabo”, y de la “tensión entre la tecnocracia, los mandos medios de los ministerios y el Presidente”. Menos mal. Aunque no es muy coherente decir que la reforma de la salud nos llevará al infierno y a renglón seguido quejarse de que no está bien diseñado el camino a ese infierno.

 De realizarse la “intrínsecamente válida” agenda de Petro tendríamos una reforma de la salud que produciría un holocausto de proporciones bíblicas; una política contra el cambio climático, cuya visión apocalíptica del calentamiento global nos asume como redentores de la humanidad, que nos llevaría a una condición preindustrial con cero producción de petróleo, carbón y gas; un nuevo régimen de servicios públicos que espantaría la inversión privada y nos dejaría a oscuras; una reforma laboral que produciría más millones de desempleados; una reforma pensional que acabaría con el mercado de capitales y en medio de la hecatombe económica y fiscal no garantizaría las mesadas a los pensionados. Estas serían algunas de las consecuencias si Petro hiciera bien sus reformas.

Por eso es que hechas las sumas y restas, para bien del país es preferible que Petro haga mal las cosas que ya se estaban haciendo bien (las obras 4G, los pasaportes, la atención en salud, etc.) a que haga bien las cosas que nos podrían ocasionar mucho mal, como toda su agenda “intrínsecamente válida”. O como en la canción vallenata, que “no haga bien ni mal pa’ ver si le va mejor”.

https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 29 de febrero de 2024.

Publicado en Columnistas Nacionales

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