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César Salas Pérez   

Este desgobierno acostumbrado a limpiar prontuarios criminales, a romantizar los delitos de lesa humanidad, a defender terroristas convencidos que sus ideales valen más que la vida ajena y a reescribir la historia conforme a sus intereses, ha hecho su apuesta con el grupo narcotraficante ELN y con bandas criminales, convocando a los primeros a una serie de rondas de diálogos en Cuba con miras a lo que ya hizo Santos y su entonces grupo negociador con las Farc, capitular el Estado y ponerlo de rodillas ante los sublimes deseos de personajes con mucho poder financiero fruto del negocio del narcotráfico y de otros delitos cometidos en contra de ciudadanos de bien.

Frente a los segundos, el famoso “pacto de la Picota” causante del triunfo petrista en segunda vuelta, no es otra cosa distinta que permitir el traqueteo, la ampliación de las barreras invisibles en amplísimas zonas del espectro nacional, a cambio de la atadura de manos de la fuerza pública para que se paralice su misión constitucional de velar por la vida, honra, seguridad y bienes de los asociados.

Se pregunta uno a veces ¿cuántas toneladas de cocaína han sido exportadas por estos pillos desde que Petro es presidente? Y ni preguntar por las ganancias obtenidas.

Y es que los diferentes grupos alzados en armas que han formado parte del historial del conflicto armado de décadas y el sometimiento a la justicia de las decenas de bandas criminales, ha sido la excusa perfecta para que el gobernante actual viaje por el mundo a contar su juerga sin límites, esa feria de beneficios y prebendas que solo alguien que se identifique con los delincuentes, lo puede hacer.

En los procesos de sometimiento a la justicia de esos enormes aparatos delincuenciales, sus voceros en los fallidos diálogos llevan exigiendo y proponiendo nada diferente a la protección de sus riquezas mal habidas e impunidad con cero cárcel, nula verdad, no reparación a las víctimas, y menos, de la garantía de no repetición.

Pues bien, para verdades, el tiempo, en este caso, el análisis jurídico de la Ley 418 de la “paz total” que además es una política de Estado.

Un grosero error de la norma en comento es el de reconocer estatus político al ELN, en contravía del Departamento de Estado de los Estados Unidos, quienes los tienen en la lista negra de organizaciones terroristas transnacionales.  Dicho en colombiano, Petro los defiende a muerte y EE.UU. los tiene en la mira.

Pero la juerga no para allí, veamos otra perla, la creación de un fondo para la paz que supuestamente garantice una importante inversión social en zonas golpeadas por la violencia. Desde los diálogos de Belisario en los 80’S con las Farc, pasando por la zona de distensión de Andrés Pastrana en el Sur, y el proceso de paz de La Habana en los ocho años de Santos, solo llegaron a esos territorios algunos materiales para construcción, algunas cajas con puntillas y galones de pintura, pero en si los pobladores y moradores de estas regiones no vieron jamás lo que es un diseño, implementación, ejecución y seguimiento de verdaderas políticas públicas que mitigaran la pobreza, la violencia y la propagación desbordada de cultivos ilícitos.

Es abrir un fondo con plata de los contribuyentes y de reconocidos países donantes solo para que se la roben los politiqueros de siempre y los victimarios arropados en la juerga de la “paz total”.

La conclusión de toda juerga insultante es que la apuesta de Petro es una auténtica “apología a la criminalidad y a la impunidad”. Si quieren más pruebas de esta burla sin límites, solo revisen las numerosas violaciones al tal cese al fuego unilateral porque el que silenció los fusiles, prohibió la persecución de estos delincuentes fue el propio presidente aniquilando a las FF.MM y la Policía Nacional.

Si quieren otra perla más, revisen que se está renegociando con los que incumplieron el acuerdo santista, es decir, con los disidentes de la supuesta guerrilla, ahora con otros camuflados, con otros socios como el temible cartel del Golfo.

Ahora, que me dicen ustedes de la participación de la sociedad en la construcción de la paz. Es cavar con antelación su propia tumba porque el que participe y siente posiciones, es un muerto más.

Por último, esta juerga tan cómica como divertida solo habla de viejas violencias sin reconocer las nuevas violencias desde el poder mismo, desde la Casa de Nariño, empezando por el lenguaje hostil y prepotente de Petro al referirse a sus contradictores y críticos donde pesan más sus afinidades ideológicas que los consensos para la construcción de país.

Francamente, creería que Petro anhela una constituyente que le permita no solo su reelección sino el largo plazo en el poder ya que cuatro años es muy poco para aquellos dirigentes idealistas, empecinados en las revoluciones, en el aniquilamiento del Estado de derecho por una dictadura misógina que le permita destruir, dañar, herir, hacer sufrir y condenar a todo un país.

La juerga sin límites camina a pasos agigantados. ¿Dónde estará la oposición?

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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