La contundente victoria de Milei sobre el populismo peronista abre un camino de esperanza en Argentina. De esperanza y de incertidumbre. Pero frente a la certidumbre de crisis crónica, permanente y sin salida, de decadencia, pobreza y desesperanza que ofrecía la continuidad del peronismo en el poder, la gran mayoría de los argentinos prefirió la esperanza y la incertidumbre de una opción de salida por el camino de la libertad.
La decadencia de Argentina nos duele en el alma, y es un caso raro para los investigadores internacionales del desarrollo. Cómo fue posible que un país que a finales del siglo XIX y comienzos del XX tenía el ingreso per cápita más alto del mundo, que fue el destino de centenares de miles de familias francesas, italianas y de otros países europeos que migraron a Argentina en busca de un mejor futuro, sin embargo, a partir de 1950 entró en un proceso crónico de estancamiento, decadencia, inestabilidad y conflicto, y hoy está en la cola entre los países del mundo en cuanto a nivel de desarrollo, bienestar y estabilidad.
Más de 70 años de peronismo populista son la explicación. Por razones enigmáticas, dignas de un estudio de psiquiatría nacional, si tal disciplina existiera, a pesar de que han sido permanentes la crisis económica, la inflación desbocada, el endeudamiento insuperable, la pauperización, etc., el peronismo se había convertido en algo así como el partido natural de los argentinos. Han gobernado durante muchas décadas, con solo muy breves paréntesis. Hasta ahora.
La situación que hereda Milei es poco menos que catastrófica. La inflación este fin de año llegará al 185 %, las reservas brutas del Banco Central han caído a la mitad en los últimos cuatro años, el producto per cápita es hoy un 9 % inferior al de hace 10 años, la deuda externa es de 83.000 millones de dólares, Fernández empezó su gobierno con un dólar a 62 pesos y hoy el dólar blue vale 1.075 pesos, el 43 % de su población es pobre y el 10 % padece hambre. La arbitrariedad oficial, la corrupción rampante y la inseguridad creciente completan este cuadro.
Esta situación explica la paliza que ahora ha sufrido el peronismo a manos de un personaje recién llegado a la política, sin estructura de partido, sin organización regional, casi sin líderes notorios; personaje que apenas hace solo dos años empezó a concurrir a debates en televisión para darse a conocer públicamente, con un discurso de técnico económico a veces incomprensible para la mayoría de quienes lo oían o lo entrevistaban, y una crítica feroz y descarnada contra el gigantismo estatal, y la ramplona incapacidad y la escandalosa deshonestidad de la casta peronista dominante. Sus propuestas en favor de la libertad, la propiedad, la seguridad, la reducción del Estado y el emprendimiento individual fueron calando entre el público.
Alguien comentó allá que todo el peronismo unido fue derrotado por dos personas con dos celulares. Y eso que el Gobierno fue acusado de dilapidar el 3 % del PIB, cerca de 15.000 millones de dólares, en campaña electoral a favor de Massa, lo que la convertiría en la campaña más costosa del mundo. Milei ha asimilado la mala experiencia de Macri y sabe que ante el tamaño de la crisis el gradualismo no es una opción y que se impone un tratamiento de choque como vía de solución. Para ello está conformando un gabinete con personas de experiencia en la función pública, capacidad técnica y probada honorabilidad. Pronto se nos harán familiares apellidos como Sturzenegger, Mondino, Caputo, y Cúneo Libarona.
No la tiene fácil. El camino hacia el cambio es un campo minado. Buena parte de sus reformas tendrán que pasar por el Parlamento, donde no tiene ni el quorum ni las mayorías. En la calle las tumultuosas, organizadas y violentas “primeras líneas” del populismo peronista radical le harán una oposición brutal: con catorce toneladas de piedras se manifestaron salvajemente en el 2017. Y encontrará una administración pública infestada de peronistas holgazanes, ineficientes y corruptos que harán una labor de zapa y saboteo a la nueva administración. Éxitos, Milei. Viva la libertad, ¡carajo!
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 24 de noviembre de 2023.